
La esquina
José Aguilar
Sánchez ignora al Parlamento
Hace mucho que lo pienso y cada día lo tengo más claro. Desde tiempos de Matusalén, el corralón de enfrente de mi casa es una casa de locos de dimensiones bíblicas. Las broncas entre vecinos han sido una constante desde el comienzo de los tiempos, aunque las familias hayan ido cambiando. Y la división entre cofrades de los Estudiantes y los Gitanos no ayudó a mejorar la situación. Así las cosas, todo empeoró hace unos años, cuando una pandilla de okupas le pegó una patada a la puerta de un piso y se instalaron dentro. Según ellos, un usurero explotador expulsó a sus tatarabuelos del cuarto que les había otorgado la Virgen de San Cucufate en una aparición bíblica en la que les hizo entrega del inmueble, dejando constancia del milagroso hecho en sagrada escritura manuscrita sobre un pergamino, redactada con la precisión geodésica de un documento registral actual. Desde entonces, las broncas han ido en crescendo extendiéndose por toda la escalera, con alianzas puntuales entre los del segundo y el tercero, y expulsiones de los moradores de los bajos hacia las zonas comunes y el piso del portero. Toda una alegría que llegó al paroxismo hace dos meses, cuando los expulsados por los okupas, atrincherados en el cuarto de contadores del agua, cortaron el suministro de su antiguo piso al grito de ¡viva María Santísima de la O! y reclamaron el libre acceso al portal. Los okupas y legítimos propietarios a ojos de Dios no se lo pensaron dos veces. Almacenaron munición durante un mes y desde entonces la lluvia de bolsas de basura con la que les han bombardeado ha convertido el histórico edificio en una pocilga donde se mezclan los desechos con los escombros de los butrones que van haciendo para encontrar la llave de paso. Y yo lo tengo claro. En una ciudad con el potencial turístico de Málaga, la solución es fácil: ni para los uno ni para los otros. Para mí. Mis colegas se quedan con su cuarto y yo con el resto del edificio, lo convierto en un piso de apartamentos turísticos y mientras meto al resto de los vecinos en dos portales más abajo, que también son de los Gitanos. Y luego, si quieren, que vengan a currar de servicio de habitaciones.
La idea no debe ser mala. Cuando esta semana comentamos la propuesta de Trump de convertir Gaza en un resort del Caribe, al asesor financiero que estaba en la reunión solo se le ocurrió comentar “¿qué tendrán esos que en ningún sitio los quieren?”
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