NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
ADios, que en su infinita omnipotencia aprieta pero no ahoga, decidió el domingo que el resultado de las elecciones ayudaría a su rebaño a desarrollar las virtudes cristinas de las que carece.Conforme a este propósito, el Altísimo otorgó la victoria al Partido Popular, pero empeñado en que desarrolle las virtudes de la templanza y la generosidad, que tan poco ha practicado estos años, lo dejó muy lejos de la mayoría absoluta necesaria para gobernar sin ellas y con la obligación de intentarlo hasta la extenuación. Junto a él vio a Ciudadanos y pesó que éstos -que con falsa modestia llegaron a verse ganadores de la cita hasta treinta minutos después del cierre de los colegios electorales- aun debían esforzase mucho más antes de ser merecedores del Reino de los Cielos. Y así fue como los relegó a una cuarta posición desde la que ni pueden gobernar ni garantizar el gobierno del PP o del PSOE, en la esperanza de que el purgatorio de haberse creído y no al final no ser, le enseñe la virtud de la humildad. Acto seguido pensó en el Partido Socialista, al que no terminaba de encontrar desde de su expulsión del paraíso. Descubrió a la pereza en su dejadez por definir un proyecto renovado y a la envidia en la mirada a la lozanía que exhibían sus vecinos de Ciudadanos; y decidió castigarlo con un segundo puesto en el que pueda sentir el calor del aliento de Podemos en el cogote a diario. Entre naranjas y morados, tendrá que recuperar las virtudes de la caridad y la diligencia a marchas forzadas si quiere volver a tener opciones de tocar el cielo en una elección de éstas. Finalmente le tocó el turno a Podemos. Como a pesar de sus propósitos de enmienda aun no parece que se haya arrepentido de todos sus pecados de juventud, prefirió dejarlo el tercero con la intención de comprobar si tiene la paciencia necesaria para merecerse el cielo antes de poder asaltarlo. En esta legislatura no toca. A Izquierda Unida, estuvo tentado de fulminarla con un rayo, pero al final pensó que el bien sólo existe por contraposición con el mal, y con Podemos dudando hacerse creyente, prefirió dejarle dos escaños y seguir teniendo a un del maligno de confianza. A la vista de las declaraciones realizadas durante la campaña, no consideró necesario que ninguno de ellos desarrollase la virtud de la castidad, escudo contra el pecado de la lujuria. Todos han jurado por lo más grande que no se liarán entre ellos.
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