La ciudad y los días
Carlos Colón
Suspiros de Sánchez
Noviembre comienza oliendo a crisantemo, una flor que en Asia es símbolo de longevidad, vida, felicidad y sinceridad. Por acá la asociamos a lo fúnebre, en especial el Día de Todos los Santos, y representa lealtad, luto y reverencia. Siempre me llamó la atención que el mes comience dedicado a todos los muertos católicos que han superado la casilla del Purgatorio y gozan de la vida eterna. Aunque no estén canonizados, pululan por el cielo o algo parecido. En cambio, el día 2 de noviembre se celebra lo de los Fieles Difuntos, y también el cumpleaños de my friend Jorge. Lo de los Fieles Difuntos va de repesca y oración para católicos que, tras palmar, se encuentran en el Purgatorio, un curioso estado del alma.
Sin ánimo de enredarle con más asuntos teológicos en la Cenacheriland del Paraíso, y solo para contrariar —con todo respeto hacia tradiciones tan venerables que conmemoran el respeto por los antepasados—, también me gustaría celebrar a diario el día de todos mis vivos.
Me acuerdo de mis fallecidos cada vez más a menudo. Cada vez meto más la pata. Pregunto por fulanito, que hace mucho que no sé de él, y me comentan que falleció hace meses o incluso años. Una de las ventajas del periódico en papel son las esquelas, que te ponen al día de los decesos; una costumbre que en las webs de los medios ha desaparecido o está tan escondida que no la encuentro.
Hábitos de viejennials, sobre todo los que, tras haber dado la vuelta al jamón, ya estamos escarbando con el cuchillo los últimos tacos amojamados del jarrete. Con el tiempo, hay rivalidades que se amansan y afectos que crecen en la misma proporción. Visto cómo anda últimamente la parca de activa, cuando me encuentro con un amigo o ser querido no pierdo la oportunidad de manifestar mi afecto con desconcertante efusión. A los familiares cercanos les tengo hartos con tanta blandenguería. A diario me acuerdo de todos mis muertos con algo más que nostalgia: con profundo agradecimiento. Y también de todos mis vivos. Un día estás intenso y coleando, y al otro, en el Cortijo de los Callaos oliendo a crisantemo. Por eso insisto con estas extravagantes muestras de cariño, que entiendo imprescindibles. Elogiar a los vivos que se lo merecen con buenas maneras es la mejor manera de honrar a los muertos para descansar en paz;-)
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