Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
LA codicia es buena. La frase no es mía, es de Gordon Gekko. Puede que a bote pronto no recuerden que es el protagonista de Wall Street, de Oliver Stone, ese monumento fílmico a los dorados años ochenta en el parqué neoyorquino, donde quien quisiera tener un amigo tenía que comprarse un perro o que para saber que uno era pobre bastaba con empezar a ganar dinero. A Gekko le puso cara y gomina Michael Douglas, que se enfundó trajes de corte italiano, iba al trabajo en limusina y coleccionaba obras de arte. En aquellos años la especulación financiera vestía con tirantes, ponía las bases de una economía capitalista al servicio del beneficio inmediato y clamaba la desregularización de los mercados. Sin límites legales, habrá negocios sin límites.
El personaje que terminó en la cárcel se ha escapado de mi desmemoria porque estos días estamos viendo en nuestra provincia ejemplos de auténtica especulación política. Gekko acuñó un salvaje método de trabajo: comprar una empresa, reducir sus costos y empleos y luego venderla con una ganancia rápida. El PP de Bendodo quiere hacer lo mismo con Estepona. Quiere gobernarla desde la oposición o asfixiarla pensando en las elecciones anticipadas, dejar vacías sus arcas municipales con la supresión de tasas que puede obligar a una regulación laboral y todo para venderla a otros especuladores. Como Gekko, Bendodo aplica el método en todas sus operaciones por la provincia. El presidente del PP lo intentó en la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol y en Manilva, lo hizo en Alcaucín y en Benalmádena.
En política, como en los negocios, encontramos personas que creen que la codicia es buena. Bendodo es uno de ellos. Sólo cabe esta explicación cuando escuchamos los objetivos de su partido político. No hablan de proyectos audaces y transformadores, no hablan de mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía, no hablan de igualdad o solidaridad. Sólo hablan de poder. De conquistar espacios de poder para desplegar su política de la especulación. Es legítima la ambición política, todos los partidos y sus responsables la tenemos, pero debe ser una ambición por el futuro de nuestras comunidades con programas de transformación y no sólo gestión. Tienen ustedes en sus manos un periódico, que no sólo hay que gestionarlo a diario: que cumpla sus planes de negocio, que llegue a tiempo, que el producto esté bien rematado; sino también que se adapte a las necesidades de los lectores, que mire a los lectores desde un prisma moderno. Pues en la política pasa lo mismo. Nuestros pueblos y ciudades exigen ideas, no sólo gestión, que por supuesto es fundamental y debe regirse por los principios de la eficacia y la eficiencia, de transparencia y austeridad.
Esta codicia implica antipatía política, enemiga del pacto y el diálogo. De ahí que el PP rechace nuestra mano tendida en Estepona para entrar en el gobierno local; o en Málaga para consensuar el plan general, el proyecto del megahospital, la educación, la capitalidad cultural y el cambio de modelo productivo. Los hechos han constatado que la dirección del PP sólo entiende el pacto dentro de su estrategia de enfrentamiento. El planteamiento del grupo popular en el pasado Pleno en Málaga prueba lo que digo. El partidismo se instaló en cada una de sus mociones para atacar a otras administraciones. Todos queremos una educación y una sanidad mejor. Pero el PP no acepta que la mayoría de los andaluces prefieren al PSOE gobernando en esas materias, porque saben que en manos del Partido Popular la educación y la sanidad serían para unos pocos, sería cara y sería un motivo de diferenciación social. Basta con mirar hacia Madrid o Valencia.
Esta actitud del PP conlleva destrucción. Especular con el poder convierte la política en un juego de ganadores y perdedores, en un tablero de ajedrez. Por cierto, el rey Arenas acaba de sacrificar al peón Bendodo. En Estepona, el fin último de la estrategia del PP es electoralizar la situación pidiendo una disolución que ellos mismos, cuando gobernaban en España, no aprobaron en el caso de Marbella, la cual sufrió una suerte de estado de excepción política. El PP está procurando con su actitud esa excepcionalidad. La connivencia con imputados, la aprobación de mociones a sabiendas que son ilegales por falta de los preceptivos informes para asfixiar a su gobierno municipal y las declaraciones públicas de los dirigentes populares en nada contribuyen a la solución de los problemas que sufre el municipio.
Estos días Oliver Stone rueda en Nueva York la secuela de Wall Street. Gekko buscará la redención de sus pecados del pasado. La película lleva el subtítulo de El dinero nunca duerme. La codicia hace que el PP sufra insomnio. Esperemos que por mala conciencia.
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