La tribuna
El ‘derby’ Barcelona-Madrid
Me gustaría escribir estas líneas, a pocas semanas de las elecciones europeas, con la certeza de que el PSOE de Málaga es un partido unido, con un proyecto transformador, y con un liderazgo inspirador y sólido. Por desgracia, por mucho que yo lo diga o lo desee, la militancia sabe que la situación, desde un punto de vista objetivo, es bien distinta.
Las dimisiones de referentes del socialismo malagueño de la Comisión Ejecutiva provincial, sumadas al número creciente de gestoras como las de Fuengirola, Torremolinos, Vélez-Málaga, Periana, Sierra Yeguas y Ardales, son la expresión de un malestar latente que no se soluciona sólo con desearlo. Las dimisiones y los problemas internos se han convertido así en un goteo constante que ni siquiera la cita con las urnas ha podido detener. Si a esto le añadimos la realidad factual de que el PSOE sólo gobierna, a nivel municipal, sobre el 6% de la población de la provincia, nos damos cuenta de que ni se ha hecho suficiente autocrítica, ni estamos en una tendencia ascendente.
El PSOE, a todos los niveles, también a nivel provincial, está compuesto de personas honradas, trabajadoras, competentes y con grandes ideales que llevan a la práctica en su día a día. El PSOE es el partido que ha contribuido a construir la España moderna, justa, de derechos y de libertades, y de convivencia que conocemos hoy. Gran parte de lo que nos llena de orgullo por nuestro país y por nuestra tierra, lo han construido compatriotas desde los gobiernos liderados por el PSOE.
Sin embargo, a nivel provincial, es evidente que hay algo que no funciona, por "muchas horas que le echemos". Es una cuestión que va más allá de tal o cual persona. Pero esta situación no es ni muchísimo menos una fatalidad. Cualquier ciudadano, sea o no socialista, sabe que la ciencia tiene una inmensa capacidad explicativa del mundo porque los fenómenos que percibimos son las manifestaciones visibles de una larga interacción de causas-consecuencias que con nuestra inteligencia intentamos entender. La sociedad y la política, con más complejidad si cabe, también son el resultado de causas y consecuencias que con nuestra voluntad - que no con nuestro simple deseo - individual y colectiva, llevada a la práctica, podemos cambiar. Si la situación en el PSOE de Málaga es la que es, no es fruto del azar, ni de magia oscura, ni de un castigo divino. Es una situación que podemos cambiar con nuestras decisiones, con un esfuerzo guiado por nuestras convicciones y por el pensamiento crítico, y con un claro cambio de rumbo.
Para que la izquierda vuelva a ser una alternativa creíble de gobierno y un motor de progreso para la provincia, estoy convencido de que se tienen que cumplir al menos tres condiciones. La primera es fortalecer al partido con muchísima más democracia interna. Necesitamos primarias abiertas y vinculantes para la conformación de listas electorales y para la elección de candidaturas a cargos institucionales. Acabaríamos así con la imposición de nombres desde arriba, y atraeríamos a simpatizantes y electores que se implicarían directamente en la elección de sus representantes públicos, como se hace en tantísimas democracias avanzadas. Necesitamos a su vez que la militancia sienta de forma concreta que es una fuerza de construcción política para el PSOE, y no un mero brazo ejecutor para pegar carteles. La segunda condición es que contestemos a una pregunta tan corta como crucial y compleja: ¿Qué Málaga queremos construir juntas y juntos? Es decir, más allá de criticar puntualmente lo sucias que están las calles y lo mala que es la gestión de la derecha, necesitamos un modelo alternativo, pensado colectivamente y comunicado a toda la ciudadanía, que ponga los derechos humanos, la igualdad, la transición ecológica y el bienestar de la sociedad en el centro, frente al modelo precarizador, desigualitario y de ciudades fantasmas para ricos del PP. La tercera condición es que, tras las europeas, pongamos en marcha urgentemente los procesos orgánicos pertinentes para poder cumplir con las otras dos condiciones, y que haya una integración real de las distintas sensibilidades del partido como lo pide la excelente iniciativa de Reconstrucción PSOE-A.
Si alguien piensa que el silencio y el inmovilismo son la solución mágica para la izquierda malagueña, siento decirle que la historia reciente del PSOE de Málaga no le da la razón. Para los que, por el contrario, sabemos que la verdadera lealtad hacia el partido está en conseguir mejorar la sociedad desde los gobiernos y las instituciones, nuestra responsabilidad, nuestra obligación es movilizarnos, como lo han hecho ya compañeras y compañeros valientes, coherentes y que saben que un cambio profundo, no sólo de caras, es imprescindible. A toda esa militancia inquieta, le digo que, como siempre, nos dejemos la piel apoyando el partido en unas elecciones europeas cruciales, y que después, exijamos el cambio necesario para el PSOE de Málaga desde la máxima serenidad, lealtad y determinación.
Ahora tenemos el deber de luchar por una Europa fuerte, justa y solidaria que sea un ejemplo para el mundo. Pero después, nuestro deber será reconstruir el PSOE porque Málaga y su futuro nos están esperando.
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