Viticultura

Losantos, una saga familiar al frente de Bodega Doña Felisa

  • José María Losantos y su hija Julia se encuentran al frente de esta prestigiosa firma de vinos de Ronda que comenzó como un hobby en 1999

La familia Losantos brinda con uno de sus vinos.

La familia Losantos brinda con uno de sus vinos. / M.H. (Ronda)

José María Losantos y su hija, Julia, son en la actualidad los máximos responsables técnicos de la bodega rondeña Doña Felisa, una de las de mayor tamaño de la Serranía de Ronda y con una importante presencia en la provincia de Málaga.

Un proyecto que se inició su andadura como de hobby de José María y su esposa, Gema Alonso, en el año 1999, pero que pronto decidieron profesionalizar y convertirlo en una empresa familiar tras las primeras vendimias en su finca de Chinchilla en las que vieron que aquello pasaba ya de un mero entretenimiento. “Cuando plantamos las cinco hectáreas y tuvimos la primera vendimia, nos asustamos un poco, porque aquello ya no era hacer 200 botellas para los amigos, eran 30.000, por lo que entonces decidimos hacer el proyecto de la bodega ya de manera muy pensada”. Hasta entonces su relación con el vino había sido la propia de una familia de Miranda de Ebro donde la presencia del vino en la vida familiar es similar a la del aceite en Andalucía. “A mí me daban para merendar una rebanada de pan con vino y azúcar y aquí se hacía con aceite”, dice José María.

Un paso que le llevó a volver a la universidad 25 años después de haber terminado sus estudios para formarse en enología. Una capacitación en la Universidad de Córdoba que compaginaba con el trabajo en la bodega, siendo un periodo que recuerda con especial cariño a pesar del esfuerzo que supuso. Eran momentos en los que la viticultura volvía a renacer en la Serranía de Ronda y el proyecto de la bodega Doña Felisa era uno de los que empujaba en aquella recuperación de un sector que en el pasado tuvo una gran importancia, pero que nadie vinculaba ya con el vino, por lo que salir a vender caldos de Ronda en aquel momento asegura que fue un “gran reto” al no ser una referencia para en sector.

José María Losantos y su hija Julia en la sale de barricas de la bodega. José María Losantos y su hija Julia en la sale de barricas de la bodega.

José María Losantos y su hija Julia en la sale de barricas de la bodega. / Javier Flores (Ronda)

Por aquel a entonces a Julia le tocaba ayudar en la bodega a su familia; en especial, en la época de vendimia. La experiencia hizo que se fuese forjando en su interior un interés cada vez mayor por el mundo del vino, aunque sus pasos estaban entonces encaminados en la universidad a convertir en realidad su sueño de pequeña, ser criminóloga. No obstante, cuando llevaba tres años cursados de Química, la pasión por el vino había arraigado en su interior definitivamente y decidió cambiar de rumbo encaminando su formación hacia la enología. Para ello, al igual que su padre, eligió la Universidad de Córdoba, que por aquel momento había lanzado una fuerte apuesta por el mundo del vino y contaba con uno de los planteles de mayor prestigio para formar a los futuros enólogos.

Ambos recuerdan con una gran experiencia aquellos años en la universidad ya que se trataba de formación con menos de diez alumnos por lo que se trataba de una especie de clases particulares pero impartidas por profesores de gran renombre en el sector.Para entonces sus padres habían logrado culminar con éxito la profesionalización y conversión en empresa familiar de aquel primer viñedo que plantaron buscando una vía de escape de la ajetreada vida de la costa y la ciudad. Sus vinos: Seis+Seis, Doble Doce y Cloe ya estaban en el mercado y buscaban ganar cada vez más presencia.

Su llegada a la empresa familiar, lejos de suponer un problema, aseguran que supuso el poder combinar la experiencia con la que contaba su padre y las nuevas ideas con las que llegaba su hija. Así unieron la veteranía y la frescura que aportaba la nueva generación para dar forma a nuevos proyectos con la elaboración de vinos como Encaste, Mercure o el espumoso Cloe Brut Nature. También, la puesta en marcha de la ampliación del proyecto con una nueva plantación junto a la carretera que conduce hacia el yacimiento de la ciudad romana de Acinipo, ciudad cuyo nombre significa Tierra de Vinos y desde el que se enviaba este producto a todo el imperio.

Ambos hablan con pasión de este proyecto de ampliación en el que tienen depositadas muchas esperanzas para sus planes de futuro y donde este año han recogido la primeras uvas. Situado en un enclave privilegiado con vistas de la propia Acinipo, la sierra de Grazalema y las sierras que rodean a la propia ciudad del Ronda, también está prevista la construcción de una segunda bodega que será autosuficiente energéticamente y gestionada en ecológico.

Un proyecto que nace tras la decisión de seguir adelante y dar un nuevo paso para garantizar la continuidad de este proyecto familiar que supondrá un reto conjunto para ambos, en el que trabajan en estos momentos de forma muy intensa.

Una relación entre padre e hija que asegura que funciona de manera muy adecuada. “Somos los dos de casa, nuestra única intención es que las cosas salgan bien porque es nuestro negocio”, explica José María, que también considera una ventaja poder tener dos visiones, algo que no todas las bodegas tienen la suerte de tener. Mientras tanto, Julia valora especialmente que su padre le deje libertad en el trabajo.

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