El Cautivo nunca falla

Tras una misa del alba pasada por agua, el cortejo salió para cumplir su tradición La visita al Hospital Civil no se produjo por las inclemencias del tiempo

La tradicional estampa de calle Trinidad se vio alterada por la lluvia y los paraguas.
La tradicional estampa de calle Trinidad se vio alterada por la lluvia y los paraguas.
José Luis Pérez

20 de marzo 2016 - 01:00

NADA pudo impedir que Jesús Cautivo y la Virgen de la Trinidad Coronada saliesen a la calle. Las peores previsiones de la jornada se hicieron realidad pese a que el deseo unánime de todos los presentes era que todo pudiese salir bien. Los temores se transformaron en gotas que hacían presagiar lo peor entre los rezos de los más fieles. Pero la plaza de San Pablo volvió a quedarse pequeña y, aunque sumergida entre paraguas, obró la fuerza de un pueblo que esperó paciente la eucaristía que abre cada año el Sábado de Pasión. El obispo de la ciudad, Jesús Catalá, presidió la misa del alba desde el dintel de la parroquia y enmarcado por las figuras imponentes de la hermandad trinitaria.

La lluvia arreciaba pero en la explanada no se movía nadie. Desde el alcalde de la ciudad, Francisco de la Torre, el delegado de gobierno andaluz, José Luis Ruiz Espejo, o el presidente de la Agrupación de Cofradías, Pablo Atencia, todos esperaban con estoicidad bajo los paraguas. También Ignacio Castillo, que se estrenaba en el cargo sabiendo en todo momento cuál debía ser el plan a seguir. Los representantes del cuerpo de Regulares aguantaban la lluvia sin nada que les cubriese. Todo por el Cautivo.

Al finalizar la eucaristía, la orden era clara: la procesión se dirigiría hasta la casa hermandad por el recorrido más directo posible, dejando para otro año la visita a los enfermos del Hospital Civil. A las 8:00 salía el trono procesional por el dintel de la parroquia aprovechando un claro del cielo.

Esta circunstancia no disolvió la ilusión. Los ramos de claveles rojos estaban preparados en las manos de un público que esperaba en las calles a las dos Imágenes. Hubo quienes, minutos antes, cortaban una flor de su particular jardín para depositarla a los pies del Cristo de Martín Simón. Algunas lágrimas se escapaban irremediablemente entre las personas que buscaron el trono en Jara y Jaboneros, pero nada podía con el Señor de Málaga. Allí estaba, haciéndose presente. Los vivas al Cautivo no faltaban. Tampoco los aplausos que llenaban el ambiente.

El cortejo avanzaba a golpe de tambor hasta el momento de entrar en calle Trinidad. Allí, la banda de cornetas y tambores de la hermandad comenzaría a devolver los minutos de magia perdidos para recuperar tiempo. Delante del trono, sin un cortejo formado como tal, se entremezclaba la historia de la hermandad. Quienes fueron hermanos mayores con simples cofrades de base. Candidatos con miembros de la junta de gobierno. Anteriores cargos -o, como diría el pregonero de este año, eméritos- con quien fuese comisario episcopal. La vida de una hermandad resumida en la bulla.

El recorrido se completó en una hora, algo que dio tiempo a cubrir apenas la saya de la Virgen de claveles rojos. Una vez que pasó la casa hermandad del Santo Traslado, donde se reencontraron las tallas devocionales unas horas después del vía crucis de la Soledad de San Pablo, la lluvia comenzó a caer con algo más de intensidad. Tocaba acelerar el paso.

Málaga seguía volcada con su devoción más tradicional. Desde familias venidas de pueblos a vecinas envueltas en batas de franela, todos rendían homenaje a Jesús Cautivo y le rezaban, en silencio o con vivas, para que no perdiese su día especial.

Los últimos metros los hizo el trono con las marchas Rezo a tus pies, Coronación de la Trinidad y Alma de la Trinidad que la banda de música de la corporación interpretó en la puerta de la casa hermandad. De frente al pueblo, las andas culminaron su desfile procesional resguardadas en el salón de tronos por una lluvia que, sin ser tan intensa como en la misa, podía afectar a las tallas.

Una vez en el interior de las dependencias, hermanos y devotos continuaron depositando claveles mientras las autoridades y miembros de la junta de gobierno se dirigían al Hospital Civil. Diana Navarro cantó una saeta en el interior de la casa hermandad con las puertas abiertas y posteriormente lo haría Antonio Cortés.

Si bien la pretensión de la Cofradía fue cerrar para poder vestir a las imágenes, las protestas del público obligaron a cambiar los planes. Muchos venían de lejos para estar apenas unos minutos con las Imágenes y no perdonaron quienes llegaron a aporrear la puerta para que abriesen. La Hermandad tuvo que crear un pasillo de entrada y salida para que el público pudiese seguir depositando claveles y rezando hasta las 14:00.

Mientras se vivía esta situación, el Hospital Civil celebraba un acto íntimo con los enfermos que querían encontrarse con el Cautivo. La emoción contenida era doble: por un lado por las dolencias que les mantenían en dichas estancias. Por otro, por la tristeza que causaba no poder encontrarse cara a cara con la devoción a la que tanto amor profesan.

Por ese motivo, el acto se resolvió con una lectura de la palabra por parte del director espiritual de la hermandad y la entrega de medallas a los enfermos allí presentes.

Quedaron pendientes para el año que viene estampas tradicionales. No pudo ser el tránsito por Don Juan de Austria ni la avenida de Gálvez Ginachero. Tampoco el canto de la colombiana en la escalinata del Hospital Civil. Las batas blancas y los pijamas del personal sanitario no llenaron los varales y apenas hubo que hacer esfuerzos por descargar las montañas de claveles. Pero Jesús Cautivo seguía envuelto en devoción y oraciones. Su Hermandad se veía recompensada por la normalidad democrática que un año antes no tenía debido a sus cada vez más lejanos conflictos internos. La estampa podía repetirse en otro momento, pero nunca fue una derrota.

La tarde servía de colofón en calle Trinidad. Las imágenes habían sido ataviadas para la salida del Lunes Santo y la corporación de Zamarrilla transitaba por delante de las verdes puertas de la casa hermandad bajo un radiante sol. Son las cosas del Cautivo.

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