Un día grande para los bien hallados

Cristina Fernández/José Luis Pérez

30 de marzo 2015 - 08:08

ES un día de rituales, de estrenar la primavera con conjuntos de flores, de echarse a la calle a disfrutar de encuentros con las mejores galas, si es posible de estreno, y decir adiós al invierno. Es el aspecto más mundano de un Domingo de Ramos que igualmente se vive con fervor por los que han esperado todo un año para ver, nuevamente, a las cofradías en sus recorridos procesionales. Ayer lució un sol casi abrasador que hizo brillar la jornada en la que se recibía cariñosamente a Humildad y Paciencia en su primer recorrido procesional por el centro. Fue el día grande de la bienvenida.

Pollinica

Las calles se estaban despertando. Hombres de trono desayunaban en Casa Aranda antes de iniciar su penitencia y los acomodadores de sillas se reunían en la tribuna principal cuando el entorno de San Felipe Neri ya estaba poblado de niños, nazarenos antes de embutirse el capirote, de palmas e incienso. A las 9:30 ya se escuchó la primera saeta al Señor de la Pollinica, subido en su trono nuevo, la gran novedad del Domingo de Ramos. El conjunto de estreno, de estilo neobarroco de Francisco Verdugo y Navarro Arteaga, lució en madera tallada aún sin policromar ni dorar con pasajes relacionados con la ciudad de Jerusalén.

El jefe y los dos subjefes de procesión tocaron las puertas de la iglesia y el cortejo inició su recorrido. Con puntualidad británica salió el trono del Señor de su casa hermandad, en la calle Parras, acompañado de una gran multitud a la que no le importó dormir una hora menos. Con la piel de gallina ya puesta, las notas de la agrupación musical San Lorenzo Mártir arroparon una maniobra perfecta. Y los aplausos emocionaron a los portadores que, tras la salida, derramaron sus primeras lágrimas. El primer sol de la mañana auguraba un caluroso Domingo de Ramos, sin rastro de nubes, para comenzar una Semana Santa pletórica.

Nuestro Padre Jesús a su entrada en Jerusalén siguió avanzando hacia la calle Dos Aceras. Campanas de bienvenida al Señor que sabía su tremendo desenlace sonaron desde San Felipe y dentro de la casa hermandad se preparaba la salida de su Madre, María Santísima del Amparo. Con la candelería encendida, el trono de plata que porta a la Virgen quiso entregarse a los malagueños con la misma pasión de todos los años. Despacio, con serenidad pero con mucha pericia y sin descanso, su presencia cubrió por completo la calle sinuosa. Emprendía el camino de encuentro con su Hijo. Un cable caído sobre el palio dificultó los primeros pasos de María Santísima por la calle Parras. Los vecinos y los hombres de trono que lo llevaron a brazos ayudaron a sortear el primer sobresalto. Luego realizaría el resto del recorrido según lo previsto, aunque eso no impidió que el encierro que el encierro se dilatase un poco más de lo debido.

Lágrimas y Favores

Fuera, la banda municipal de Carmona afinaba sus instrumentos mientras que hombres de trono y nazarenos comenzaban a entrar en la iglesia de San Juan para acompañar a la Virgen de Lágrimas y Favores. Los penitentes eran llamados para ir formando parejas con su vela recién estrenada y aún sin prender. La llegada de Antonio Banderas junto al trono, aunque no se viera, era perfectamente reconocible por el aluvión de flashes dirigidos a él. Los objetivos bajaron de la cara de la Virgen al hombre que ha decido dedicarse a Ella, que ha elevado el nombre de la corporación para hacerla también protagonista de la mañana del Domingo de Ramos. La banda comenzó a tocar y los hombres de trono cantaron a coro para hacer de su íntima hermandad compartida por toda la iglesia un acto memorable. Su rezo en forma de canción se hizo cada vez más alto para glorificar a la Madre.

El alcalde de Málaga, tras Pollinica, también compareció a la cita con María Santísima de Lágrimas y Favores. Siete minutos antes de las once se abrieron las puertas del templo de par en par para el comienzo de la procesión de esta sección perteneciente a las Reales Cofradias Fusionadas. La corneta inauguró el cortejo en la calle, y dentro de la iglesia la banda acompañaba a los hombres de trono que tras los primeros toques de campana metieron el hombro bajo el varal de su Señora.

Antonio Banderas tapó su cara para poder ser, al menos durante las siete horas de recorrido, un hermano más. No le quitaba la vista a María Santísima, quizás elevando una plegaria, un agradecimiento, una petición de protección. Concentrado en su tarea, la más importante en este Domingo de Ramos.

En el interior de la iglesia, la bóveda central la ocupaba la Virgen. Pero no estaba sola. La acompañaban los tronos que aún tendrán que salir del templo durante la Semana Santa. El murmullo cedió al silencio, la banda volvió a tocar e iniciaron los primeros pasos, muy quedos, medidos, que dieron paso a una mecida que desató la emoción de los congregados. A brazos para salvar la puerta la llevaron hasta la calle Calderón de la Barca, que la esperaba con fervor.

Humildad y Paciencia

Unos minutos antes de las 13:30, salía la cruz guía de la casa hermandad de Humildad y Paciencia, la última incorporación en la Agrupación de Cofradias junto a Mediadora. Iniciaba así, arropada por el barrio entero, su primera Semana Santa dentro del recorrido oficial. Dejó atrás su salida del Sábado de Pasión para meterse de lleno en el itinerario de un Domingo de Ramos repleto, con nueve cofradías en la calle. Asomó el Santísimo Cristo de Humildad y Paciencia y pudo verse el rico conjunto escultórico compuesto por seis figuras sobre su sencillo trono de madera sin labrar.

El paso fue muy constante, pausado, para llevar al Cristo torturado al que le espera iniciar su amarga subida al monte Calvario con la cruz. Espinos, rosas y malvas adornaban el trono que luego, con la caída de la noche, iluminarían sus cuatro arbotantes. Con la dignidad de las más veteranas, la joven cofradía inició un recorrido que habría de durar unas diez horas, multiplicadas por el peso sobre el hombro, por la presión del capirote.

Unos veinte minutos después sonó el himno nacional y las campanillas proclamaron con vehemencia que María Santísima de Dolores y Esperanza salía de su casa sobre su trono de caoba y plata, con su saya aguamarina y su manto negro sin bordar. Tampoco el palio, que exhibía elegante su terciopelo aún intacto, tan solo rematado por borlas de hilo dorado. Siguió su paso la banda y los vecinos, algunos como penitentes, otros como simples creyentes.

Aun le quedarían dos horas y media, según la pauta marcada en el itinerario, para alcanzar la Alameda Principal después de arrojar su gracia en su barrio, en la Cruz de Humilladero. Fue la primera de la tarde del Domingo de Ramos. A esa hora, en el distante Santuario de la Victoria empezaba su salida Humildad.

Humildad

Humildad cubrió de blanco la calle Cruz Verde, después de bajar por Compás de la Victoria y adentrarse en el más humilde Altozano. Allí quedó momentáneamente parada, había que decidir si se cambiaba el recorrido. Coches aparcados en la calle Peña impedían su paso por el itinerario marcado y tuvieron que variar su ruta sobre la marcha. Enfilaron la calle Frailes para rodear el Teatro Cervantes y bajar por la calle Cárcer para seguir hacia Comedias y Santa Lucía, donde recuperó su recorrido original.

Así se superó un problema que la gente achacaba a la falta de organización policial, que no retiraron a tiempo los vehículos que obstaculizaban la vía. Con paso rápido, el Ecce Homo intentaba recortar minutos a su sobrevenida tardanza. Sobre su trono dorado, adornado con rosas rojas y malvas, recorría la ciudad la preciosa composición con el Santísimo Cristo de la Humildad en su Presentación al Pueblo al frente de las siete figuras.

Este año vistió su tradicional túnica de terciopelo burdeos sin bordar. Los nazarenos, con sus túnicas blancas y el escudo mercedario bordado en el antifaz, numerosos gracias a una novedosa campaña de captación de hermanos, acompañaban a Nuestra Madre y Señora de la Merced. En su trono repujado de plata, con bordados en oro, la Virgen de la Merced lloró su pena junto a San Juan Evangelista.

Huerto

Si algo caracteriza a la corporación de los Mártires es la elegancia en su estampa, tradicional desde que se instaurase la procesión en el Domingo de Ramos. Las imágenes más antiguas procesionadas en la primera jornada de la Semana Santa devuelven un aire añejo que crea una querencia entre las personas que se congregan en su caminar. Sin embargo, el público no acompañó a su paso por el recorrido oficial, con una calle Larios a medio aforo a la espera de la noche. El Señor, con monte de corcho con flores silvestres y pitas y un friso de claveles rojos en el moldurón bajo, hizo honor a su tradición llegando hasta la Tribuna Oficial con el cortejo compacto.

La Virgen de la Concepción, sin embargo, corría peor suerte con el cuerpo de nazarenos, de bajo número y con cortes provocados por el desmayo de un portador en la entrada a calle Larios. Sin embargo, el trono y la imagen, con un cuidado exorno floral, permitieron recuperar el tiempo perdido y disfrutar de la imagen, compensando el peso que los portadores aguantaron durante el recorrido. Detalles únicos para una hermandad noble.

Dulce Nombre

Desde el corazón del barrio de Capuchinos, la hermandad del Dulce Nombre cuenta las horas para poder realizar su salida procesional desde el interior de su propia casa hermandad. La cofradía, de semblanza franciscana, se adentraba en el recorrido oficial mientras Humildad y Paciencia buscaba la salida de la Alameda.

La procesión tiene su propio sello, con enseres y túnicas de corte austero, y la seriedad propia en las filas de nazarenos. La imagen de Jesús de la Soledad, restaurado por Antonio Bernal tras los daños provocados por las obras de la parroquia de la Divina Pastora, lucía diferente en una estampa que empieza a arraigarse en el Domingo de Ramos, y a la que faltan por completar las tallas de los soldados romanos y el perro, en alusión franciscana.

Unos metros más atrás, con un cortejo compacto, la Virgen del Dulce Nombre no entendía de hombres o mujeres de tronos, pues sus varales se completaban sin distinción de género. El exorno floral en tonos blancos resaltaba elementos como el manto de la Virgen o el palio de malla, junto a la imagen realista de la dolorosa, que iluminada por las pocas velas que el viento permitió mantener encendidas encaró calle Larios para rendir tributo al público allí congregado.

Salutación

Los últimos rayos de luz que incidían en el rostro del Señor de Pollinica coincidían con la apertura de puertas de la iglesia de San Felipe Neri. Nazarenos blancos empezaban a invadir la tarde y la plazuela del Cristo de la Sangre para anunciar la salida de la cofradía de Salutación, cuya cruz guía arrastraba a los espectadores que aún ocupaban calle Parras. El cortejo tomaba dirección a El Molinillo cuando el trono comenzaba a salir a brazos por el estrecho dintel del templo. La voz de los capataces eran las únicas que se oían en el espacio para poder dar las indicaciones correctamente y evitar que el remate de la cruz pudiese chocar. Como es costumbre en la cofradía, la cruz pasó y el gentío allí congregado arrancó en aplausos hasta que el trono estuvo en los hombros de los portadores.

El primer destino de la procesión era el convento de las Carmelitas en calle Don Rodrigo. El grupo escultórico volvió a lucir los ternos barrocos tras el paréntesis del año pasado, en el que el conjunto vistió de manera sencilla por el 25 aniversario de la hechura del Cristo de Salutación. La cofradía buscó un recorrido de recogimiento y sabor especial, con un cortejo nutrido y que supo estar a la altura de la estación de penitencia. El detalle del paño de la Verónica, realizado en esta ocasión por Eugenio Chicano, se escondía entre el madero de la cruz y el brazo extendido a la Santa Mujer por el Cristo.

Salud

El sol invadía la plaza de San Pablo cuando a las 17:30 se abrían las puertas de la iglesia para que el cortejo pudiese iniciarse. De inicio, uno de los estrenos que la hermandad trinitaria había previsto para la presente Semana Santa: La banda de cornetas y tambores Santa María de la Salud. Un total de 25 miembros vestidos en tonos verdes y con la hebilla dorada con el escudo de la cofradía. Las temperaturas abrasaban al público, que se refugiaba en las pocas palmeras que daban sombra a la explanada.

Los portadores , con el varal en sus manos, luchaban para poder salir por la puerta de San Pablo. La cruz apenas dejaba un poco de aire en sus tres extremos para que la maniobra se ejecutase sin dificultad, aplaudida por la muchedumbre por la excelencia del trabajo realizado. La agrupación musical Vera+Cruz de Campillos acompañó a la imagen con los sones de La Saeta mientras el Cristo de la Esperanza en su Gran Amor se elevaba al cielo para ocupar su lugar en el trono. Unos minutos más tarde, movidos por la cadencia en la salida de los nazarenos de la sección de la Virgen, la dolorosa de la Salud se asomaba a la explanada. El trono salió sin problemas aparentes, hasta que en el momento de levantar las andas para su salida la maniobra se complicó, teniendo que esperar hasta el final de la escalinata para que pudiese incorporarse correctamente.

El otro gran estreno de la hermandad la corona en las sienes de la Virgen, realizada por los talleres de Borrero y con imaginería de Ruiz Montes, bajo diseño de Eloy Téllez y con la peculiaridad de ser costeada por suscripción popular.

Prendimiento

En la calle San Millán se pidió silencio para escuchar la bendición de la cruz parroquial realizada por el vicario general, José Ferrary, que rezó junto a los congregados en el barrio de El Ejido un Padre Nuestro y un Ave María. Las puertas de la casa hermandad del Prendimiento estaban abiertas de par en par para poder presenciar la belleza de las imágenes, aún posadas, a pocos minutos de iniciar su recorrido, el último del Domingo de Ramos en pasar por la tribuna.

Poco antes de las cinco de la tarde el olivo comenzó a mecerse con el paso lento que imprimían los hombres de trono. Los bellos acordes de la banda municipal de Rincón de la Victoria acompañaron la salida del Cristo y minutos después, antes de que los nazarenos de la Virgen formaran el cortejo, la de la Virgen del Gran Perdón. Desde los balcones llovieron pétalos de flores para la Madre, que se puso a la par de su Hijo para ofrecer una unión perfecta, mecida al unísono en un hermoso paseo de ambos tronos. Adelantaría su ritmo Nuestro Padre Jesús del Prendimiento para ir formando el cortejo que bajaría hacia la plaza de Capuchinos para continuar por la calle Ollerías y Carretería. Haría su entrada en la calle Larios pasadas las 22:00 para cerrar un Domingo de Ramos casi perfecto.

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