El mes de febrero comparte ritmo. Las coplas del carnaval arrancan al 3x4 entre papelillos. El redoble del tambor y las primeras cornetas ya suenan acercándose a la ciudad.

Febrero es un mes de actividad, de alegrías, de reencuentro y muy de Málaga. Los malagueños se dividen entre el tiempo de "precuaresma" y la fiesta del invierno cálido. Muchos de los componentes que forman las agrupaciones de canto e invaden el centro de la ciudad de pasodobles llenará en algo menos de dos meses los varales de los tronos malagueños.

En la última edición del carnaval de Málaga en el año 2020, la comparsa Ciudad del Paraiso dedicó un emotivo pasodoble a la cofradía del Cautivo, el Señor de Málaga. Letra que conmemoró la tradicional fe y devoción que el pueblo de Málaga le profesa al señor de la túnica blanca.

La relación entre el carnaval y la Semana Santa sigue siendo distante, con caminos diferentes sin ningún punto de unión. Dos celebraciones características de la ciudad que sigue sin saber encontrar cohesión entre sí. Esta cuestión no es problema de los cofrades ni carnavaleros, sino de ambas instituciones que operan independientemente.

Y se me hace difícil entender que pueda haber autoridades políticas, supuestos amantes y trabajadores de la ciudad dispuestos a ponerle la zancadilla a la fiesta en sí. A lo que simboliza y significa: libertad, crítica, emoción, color, alegría, diversión... A veces parece que nuestra fiesta más desinhibida está atada por muchos cabos de los que tiran a la vez múltiples agentes dispuestos a llevarlo a su terreno. Y en medio de todo esto, los comparsistas siguen cantando por una ciudad mejor y un carnaval liberado.

Los fieles del carnaval son los que hacer verdaderamente grande esta fiesta, enamorados del 3x4 que cantan años tras años al margen del concurso y los premios. Carnavaleros que asaltan las calles de la ciudad que donde se encuentra el carnaval real del pueblo, donde todos somos iguales y Momo reina mejor.