Una paloma en la cruz: la esperanza se convierte en luto con la Piedad en el Viernes Santo en Málaga

Con la procesión de esta cofradía, el barrio del Molinillo vivió una noche de duelo y oración entrelazados el abrazo de las dos imágenes que componen el trono

Un silencio solemne envuelve el recorrido de la procesión de la Piedad en Málaga

La Piedad en el Viernes Santo en Málaga.
La Piedad en el Viernes Santo en Málaga. / Ana Jiménez

Cuando la tarde se tornó ocaso en las callejuelas del barrio del Molinillo, el silencio reverente de sus vecinos acompañó la salida de la Virgen de la Piedad. Desde su capilla en la calle Alderete, el trono avanzó con paso corto y mecida larga, portando la imagen tallada por Francisco Palma Burgos en 1941. La Virgen sostenía el cuerpo sin vida de su Hijo en una conmovedora composición de una sola pieza, donde la presencia de una paloma en la cruz —inspirada por aquella que, según cuentan, se posó en la ventana del taller del escultor— añadió un símbolo de esperanza y redención.

El cortejo, formado por 300 nazarenos vestidos con túnicas de terciopelo negro y cíngulos dorados, se desplazó en un silencio que calaba el alma. A su alrededor, mayordomos con capa blanca mantenían el orden, sumando solemnidad al momento. Ese año, la hermandad había estrenado faroles y estandartes representando los Siete Dolores de María, detalles que aportaron aún más riqueza visual y espiritual al desfile. Como Jesús cayó en los brazos de su Madre, el barrio del Molinillo pareció caer de rodillas ante las imágenes que cruzaban sus calles en la noche del Viernes Santo.

Más tarde, ya entrada la noche, la Cofradía de la Piedad continuó su recorrido por la calle Carretería, envuelta en un silencio profundo. Los tambores roncos marcaban el paso lento de los penitentes vestidos de luto, mientras la oscuridad cubría la ciudad como un manto. La calle, testigo de siglos de fe, se transformó en un río de devoción que desembocaba a los pies de una Madre dolorosa.

Ella, con su Hijo en brazos, acogía en su corazón a toda Málaga, que se unía en oración. La procesión avanzó, dejando tras de sí un eco de fervor, una estela de fe y una promesa de consuelo en los corazones de quienes la contemplaron, que fijaban la mirada, tornada en luto y duelo, en los titulares y su cama de flores moradas.

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