Soledad de San Pablo: el luto trinitario del Viernes Santo en Málaga

Con banderas a media asta, el Santo Traslado lleva a un Cristo yaciente y a su Madre a una Málaga de duelo

Las fotos del Santo Traslado, de Soledad de San Pablo, en el Viernes Santo en Málaga

Procesión de Soledad de San Pablo en el Viernes Santo de Málaga. / Ana Jiménez

Cuando la luz se coló por las vidrieras de San Pablo, el barrio de la Trinidad se sumió en un silencio reverente. Los vecinos, apostados en balcones engalanados, contemplaron la escena con recogimiento. El Cristo del Santo Traslado, obra de Pedro Moreira López, yacía sobre una sábana blanca, sostenido por los santos varones, evocando el momento en que fue llevado al sepulcro. Detrás, Nuestra Señora de la Soledad, también de Moreira, avanzó arrodillada al pie de la cruz, sin manto bordado, sino con la talla estofada de su propio dolor. Sus brazos abiertos y rostro suplicante encarnaron el instante entre el sexto y séptimo dolor de María, cuando, tras despedirse de su Hijo, imploró al cielo.

La procesión, encabezada por una escuadra romana —única en Málaga—, abrió paso con tambores roncos y estandartes, recordando la presencia del imperio en la Pasión. Los nazarenos, con túnicas azules y capas blancas, avanzaron al ritmo de marchas fúnebres, mientras el barrio, entre incienso y lágrimas, rindió homenaje a su Virgen. El Cristo del Santo Traslado inició su solemne caminar, envuelto en la penumbra del Viernes Santo. Su cuerpo, descendido de la cruz, fue portado con reverencia en una sábana blanca, evocando el momento sagrado en que fue llevado al sepulcro, tal como relatan las Escrituras.

Al pasar frente a la Casa Hermandad de la Salud, el silencio se tornó oración, y las miradas se llenaron de devoción. Dejando atrás la iglesia de San Pablo, el cortejo avanzó hacia el Puente de la Aurora, donde el reflejo de las luces en el agua pareció acompañar su paso. Así, el Cristo del Santo Traslado se adentró en el centro de Málaga, llevando consigo el recogimiento y las oraciones de la Trinidad por tercera y última vez en la Semana Santa.

Tras recorrer el corazón de Málaga, el cortejo caminó de nuevo a la Trinidad envuelto en la noche más oscura, en un silencio aún más profundo solo roto por las bandas. Las banderas ondeaban a media asta y el luto se reflejaba en las vestiduras y los rostros de los fieles. El barrio, que horas antes había despedido a sus sagradas imágenes, las siguió y recibió en cada esquina con una mezcla de alivio y melancolía, consciente de que aquella estación de penitencia persistente en la Trinidad durante toda la semana llegaba a su fin.

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