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José Manuel, más conocido como Trascendencia Total, líder de la secta ‘Mahasandhi’, fue detenido hace unas semanas acusado de haber suministrado mercurio a sus seguidores a través de elixires que él mismo fabricaba.
Las instalaciones de la organización budista que lideraba se encontraban en la localidad de Abanilla, en Murcia, en una finca de más de 100.000 metros cuadrados.
Sin embargo esta no era la única operación peligrosa que Trascendencia Total llevaba a cabo. Fue uno de sus miembros el que contactó con la Policía para denunciar lo que estaba sucediendo en ese lugar. En el correo electrónico que envió a los agentes explicó que había formado parte de una organización que se dedicaba a “adoctrinar a las personas utilizando el budismo, hinduismo y chamanismo, así como sustancias psicotrópicas y tóxicas (…) para obtener de ellas trabajo gratuito, dinero y bienes”.
Al conocer el contenido del correo la Policía Nacional abrió una investigación y se entrevistó con este confidente y pudieron comprobar que organizaba prácticas aberrantes e ilegales.
De esta manera los agentes conocieron que el líder de la secta, en una ocasión, había colgado a un seguidor de una cruz, atado con cuerdas, mientras los demás lo insultaban. También incitaba a sus fieles a tocarse las cavidades nasales con la punta de la lengua a través del cerebro. Esto, que resulta inverosímil, se castigaba cuando no se conseguía, es decir, siempre, con el corte del frenillo de la lengua.
En otra ocasión obligó a un miembro de Mahasandhi a subirse a una plataforma y permanecer allí durante seis meses cubierto con una lona. Pero la acción más grave se dio cuenta increpó a unos seguidores para acostarse con sus hijas. Ambas eran mayores de edad pero tenían solo 18 años y, según el argumento de José Manuel, había tenido una revelación divina y era el candidato para tener descendencia con ellas. Era tal la admiración que sus seguidores sentían por él que nadie se cuestionaba estas prácticas.
Cuando Trascendencia Total fue detenido se acogió a su derecho a no declarar. De hecho comunicó a los agentes, a través de una pizarra, que había hecho un voto de silencio y que no iba a decir nada al respecto. Esa misma pizarra se la llevó consigo al penal, donde trató de seguir con su voto de silencio. Sin embargo en la cárcel y debido a la amenaza de otros presos, José Manuel tuvo que volver a hablar para evitar más percances con el resto de reos.
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