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María José Llergo en Cádiz: "Bendita sea la belleza"

La cantante y compositora cordobesa María José Llergo, este pasado sábado, en el escenario del Gran Teatro Falla.

La cantante y compositora cordobesa María José Llergo, este pasado sábado, en el escenario del Gran Teatro Falla. / Jesús Marín (Cádiz)

Perseguida durante toda la historia de la Humanidad como un ideal deseable al que asirse para superar la mundana mediocridad, la belleza es un concepto generador de tantos anhelos que su simple figuración se antoja una empresa demasiado monumental para cualquier mortal. El intento de encapsular el arquetipo y salir airoso supone una hazaña reservada solo a los más valientes.

De coraje vino sobrada este pasado sábado la cantante y compositora de Pozoblanco María José Llergo porque pertenece a esa estirpe de los temerarios con cabeza y corazón gigantes que invocan la eterna aspiración en su grado superlativo, el de la Ultrabelleza, título del primer disco de largo formato de una incipiente trayectoria –segundo trabajo si contamos el EP Sanación, de 2020–. La artista hizo debutar esta nueva propuesta rompedora y reivindicativa en el Gran Teatro Falla de Cádiz, a la sazón parte de la programación del XXI Festival de Música Española.

Rompedora ya que la tradicional liturgia que encierra el flamenco –primigenia inspiración musical de la de Córdoba–, con su misticismo y solemnidad inherentes, se maridó naturalmente con la vanguardia, los beats y el trance de una pista de baile, una rave que otorgaba aún más eco y profundidad a la cita que encandiló al público de la capital gaditana, habida cuenta de las largas ovaciones durante dos horas repletas de mil atmósferas.

María José Llergo, durante su actuación. María José Llergo, durante su actuación.

María José Llergo, durante su actuación. / Jesús Marín (Cádiz)

Inspiradora porque su parlamento sonoro nace de la misma idea de la libertad mediante la reivindicación de la mirada propia y sus múltiples manifestaciones. La música de María José Llergo guarda, así, un profundo poso político desde el que clamar por la diversidad y el respeto entre iguales como sumo ejemplo de permanente belleza a alcanzar.

Tras la primera Oración de la noche, justo después de arrancar al ritmo de La puerta está abierta y con larga y roja túnica de profana sacerdotisa, se manifestó la cantante y compositora sobre las tablas de un coliseo donde actuar “es un gran honor para mí, la cuna del flamenco y el carnaval”, confesaba. Y desveló, acto seguido, parte del secreto: “mis padres me encargaron aquí en Cádiz”. No sabremos nunca qué tanto por ciento de ese gaditano y fecundo acto de amor lleva la cordobesa en su genética. Lo que quedó patente es su capacidad innata para encandilar desde esa belleza que muestra como estandarte de talento.

Superheroína en estas lides de la música, se desprendió de su capa y comenzó a exhibir Superpoder. Fue “torero, espada y toro a la vez” por la manera en que salió airosa de todos los envites de dicha ceremonia, enmarcada por una puesta en escena hasta en extremo minimalista, ambientada por Julio Martín (teclados y sintetizadores) y Carlos Sosa (percusión y samplers).

La artista se paseó entre las butacas del Falla con una desnuda versión de ‘Pena, penita, pena’

Como hilo conductor del espectáculo, aparte del necesario discurso de su repertorio que quedó patente en temas como Visión y reflejo, Tencontrao o Ultrabelleza, una voz indómita, prodigiosa, con fondo y disciplina, salvaje a ratos, emocionante a cada estrofa, irresistible entre las butacas. Porque al centro mismo del Falla bajó la artista para pasearse acompañada a piano y enfrentar una versión de Pena, penita, pena. El clímax del concierto se logró en aquellos minutos que no hacían otra cosa que constatar la perplejidad anterior ante una vocalista de primera categoría. Bendita sea su belleza.

Entre el suelo y el cielo –con los ojos vueltos al Paraíso del teatro gaditano– se situó María José Llergo para trascender con Me miras pero no me ves. En ningún instante, sin embargo, dejó de entregarse la artista en la poderosa fragilidad de su alegato. “Hay una palabra en nuestro andalú que yo no entendía cuando me la decían, Malahe. En realidad querían decirme libre. El mito de la mala mujer está pasado de moda. Amén”, sentenció previo a desprenderse del velo como metáfora de la opresión femenina.

“Aquí en la tierra del flamenco, ¿no vais a dar palmas conmigo?”, espetaba María José Llergo al respetable buscando ese caray, caray, la raíz misma del compás para mecer la melodía de Mi nombre. Composiciones como Juramento, Que tú me quieras, A través de ti, La luz –“la escribí para todas las mujeres de mi vida. Hoy la dedico a todas las mujeres bonitas que me acompañan", compartía-, Novix, Tanto tiempo, Lucha, Aprendiendo a volar, Rueda, rueda y Lo que siento terminaron de conformar el corpus melódico de una propuesta única, de verdad y ultrabelleza... Inolvidable.

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