'Antidisturbios' no va de antidisturbios
Crítica de la serie del momento
La lograda ficción de Rodrigo Sorogoyen para Movistar + ha recibido críticas de los sindicatos policiales
La ejecución de una orden judicial de desahucio en una corrala de Lavapiés está contada como si viéramos un reportaje de Callejeros, con montaje picado, con cámara subjetiva, haciéndonos partícipes de un desalojo por las bravas, con un celo fiscal excesivo y extemporáneo que marcará el devenir de ese grupo de antidisturbios al que da título la serie de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña. Ojo en este texto por los sutiles espóilers.
La heterogénea unidad es el eje de la recomendable ficción de seis episodios de Movistar + pero la historia se amplía en dimensiones y planos hasta convertirse en un pasillo hacia las cloacas del Estado, obcecación de Sorogoyen, como afluente narrativo de la película El reino. Para el visionado del sexto capítulo, por cierto, es mejor atacarlo con cierto descanso.
El personaje crucial de este grafiti social termina siendo un Villarejo llamado Revilla y la auténtica protagonista es Laia Urquijo, la investigadora de Asuntos Internos a cargo de una asombrosa Vicky Luengo, cuya primera escena ya nos sitúa sobre su personalidad.
Realismo más que realidad
Antidisturbios nos transporta en el furgón y nos empotra en el trabajo de esos policías que en ocasiones terminan a palos con el personal. Como los investigadores autorizados a unas interesadas escuchas por parte de una jueza turbia, también somos testigos del mundo interior y la vida familiar de unos funcionarios que acaban desquiciados o que ya traían de su pasado una carga importante de problemas. Varios sindicatos policiales han criticado esa visión que se da del trabajo y de las consecuencias en la intimidad de esa labor. Críticas comprensibles. La Policía Nacional abrió sus puertas para hacer más creíble esta serie, pero a fin de cuentas, estamos ante una ficción. Una ficción más, aunque “no es una más”. Antidisturbios es interesante, de las que merece dedicar las cinco horas para sus seis entregas.
No es cuestión de entrar si es la mejor de la historia en España. Es valiosa y no es para comerla con palomitas.
Este producto de Movistar + tiene un arranque excelente y un desarrollo inferior cuando la auténtica intención de sus creadores es incidir en la corrupción política y en los tejemanejes judiciales. La historia de los agentes concluye a lo Estatua de la Libertad, pero el final de la investigadora dibuja una gran elipsis del embrollo judicial para rematar por el chanchullo entre quienes tienen la información. Porque la información es poder. Un poder de tinte absolutista.
La valiosa dirección de actores queda reflejada en cada uno de los policías, desde el pipiolo vehemente a cargo de Patrick Criado al veterano superado cada vez más por la tóxica rutina. como Roberto Álamo.
Con un jefe pragmático que guarda una trastienda insegura a cargo del enorme (en todos los aspectos) Hovik Keuchkerian o el inestable y violento número a cargo de Raúl Prieto. Y están los gallitos, metidos en sus papeles, con Raúl Arévalo y Álex García. En torno a todos ellos está el microuniverso de la comisaría, de los investigadores (Alfonso Bassave está tan desconocido como creíble), las familias y ese submundo de los juzgados que da giros imprevistos.
Sorogoyen buscaba la fidelidad en los antidisturbios pero huye de la foto personal complaciente y monta un ficción cruda en tornos a esos policías sometidos a neuronas flojas, estupefacientes y debilidades impropias de una élite de los cuerpos de seguridad.
Los sindicatos Jupol y SUP critican no reflejar la profesionalidad y el trabajo. Es verdad. Pero hay bastantes series documentales que sí lo hacen. En este caso iba a ser improbable y más cuando la historia nace en la mente de sus autores en 2014, durante las protestas del mantero fallecido por un infarto y que inspira la muerte que cambia la vida de los agentes y hace estallar toda la investigación.
Antidisturbios va de las cloacas, de tantos peones expuestos a la obediencia debida, a intereses, caprichos, ambiciones soterradas y poderes fácticos ocultos.
Es ficción pero podría ser el tema de una tertulia de La Sexta. No en vano hasta Ferreras aparece en esta serie. Es una historia del fango anterior a la pandemia, un país listo para ensartar en la barbacoa de las intrigas y los extremismos.
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