Abono en Las Ventas

Ole la firmeza de Juan Ortega

  • Una espectacular cogida en su segundo desveló que no sólo es arte lo del trianero Cortó una oreja Talavante al mejor toro de la tarde y se estrelló Tomás Rufo en un lote desrazado

Con la taleguilla rota por una cogida dramática, arrastrando la muleta, Juan Ortega embebe a ‘Cubanoso’ en un redondo sin fin.

Con la taleguilla rota por una cogida dramática, arrastrando la muleta, Juan Ortega embebe a ‘Cubanoso’ en un redondo sin fin. / EFE

NAVEGA San Isidro a toda vela, el runrún de este jueves va desde la aparición de Juan Ortega en Las Ventas al recuerdo del soplo de aire fresco que supuso la faena de David Galván a un toro de El Torero. Era éste, por si fuera poco, un cartel que había agotado el billetaje desde que se pusieron las entradas a la venta. La inclusión de un torero tan del gusto de Madrid como Alejandro Talavante, el buen cartel que dejó ese especialista en abrir puertas grandes que es el toledano Tomás Rufo y la aparición de ese torero de culto que lleva en su valija la autoría de la mejor faena en Sevilla que es Juan Ortega tuvieron mucha culpa del grado de expectación.

El festejo no pudo empezar mejor y el optimismo cundió con la excelente labor de Alejandro Talavante en el toro que abrió plaza. Negro como sus hermanos y cinqueño como casi el resto, que sólo fue cuatreño el cuarto, atendía por Cubanoso, tocayo del quinto, y fue un magnífico colaborador del extremeño. En realidad fue el único toro del Puerto que ayudó al éxito de su matador. Casi sin picar y tras un buen quite de Ortega a la verónica, Talavante se lió por naturales en los medios. Con su sentido vertical del toreo y su ajuste en los embroques, aquello fue tomando altura, bajó de nivel en redondos y volvió a subir nuevamente con la mano izquierda, sobresaliendo la ligazón y, sobre todo, cómo este torero le da sitio a la improvisación en los remates. Era un toro con clase, Alejandro lo aprovechó y le cortó una oreja tras una estocada al encuentro.

Sale con raros andares Gironero, único cuatreño de la corrida. Se mueve dificultoso, como si sufriera le dolieran las manos, la gente no lo ve apto, pero el toro empuja en el caballo que monta Manuel Cid y eso le devuelve algo de crédito. Además es un toro que acude pronto al cite y mete la cara por abajo, pero esos andares... Y la gente pide que no insista, que no aburra y lo mate, lo que ejecuta Alejandro de estocada atravesada. Y ahí se acabó la tarde del esperado por Las Ventas torero extremeño.

Con la irrupción del primer toro de Ortega, de nombre Cartuchero, empezó la corrida a despeñarse. Puede ser que colaborase en el bajón la paliza que recibió en el caballo, pero lo cierto es que tras unas gaoneras poco brillantes de Rufo, aquello no levantó. Algunos detalles de la muleta de Juan, pero el toro no transmite y la duda está en si esa falta de transmisión viene de lo que le pegaron en varas. Afortunadamente, en el ADN del sevillano no viene insistir y aburrir, conque a matar. Hizo bien la suerte, pero el estoque cayó más de lo debido y un espeso silencio fue el premio.

También de nombre Cubanoso el quinto, en él podemos fijar la cima de la tarde isidril. Con menos trapío que sus hermanos fue muy protestado de salida, pero por eso no se puede devolver, ya que no debió haber pasado el reconocimiento. Y aquí surgió una imagen positiva de Juan Ortega, la de la firmeza y cómo superó las dificultades que el pitón izquierdo del burel presentaba. Aquello iba entre detalles, pero una tremenda voltereta hizo que el viento virase para que surgiera un torero de una vez que bordó el toreo en redondos de cartel y alguna trinchera primorosa. Mató de media, hubo cierta petición y todo quedó en saludos y a esperarlo hasta la próxima, que será el 8 de junio con Urdiales y Aguado.

Tomás Rufo puso de su parte todo lo que pudo, que fue mucho, pero sin el resultado que merecía. Llegaba con la oreja de un toro de Victoriano del Río en el esportón, pero se le volvió en contra en su primero su afán por insistir y el público le jaleó jocosamente su insistencia con Forcadillo. En el que cerró plaza, con el nefando nombre de Cubatisto, más de lo mismo, pero más acentuado por la mansedumbre del astado, siempre huyendo de todo y sin querer pelea en ningún momento. Muy por encima de un toro manso de manual, Tomás Rufo sale de San Isidro con el crédito a la par y su sello de muletero poderoso, pero que si no fuese tan insistente... El cénit estuvo en la imagen de firmeza y valor que demostró Juan Ortega.

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