Décima de abono

Temple de Castella y garra de Garrido

  • El francés malogra una buena faena con la espada y el toricantano ofrece una gran entrega. Ponce escucha una ovación. Festejo sin trofeos y tres horas de duración.

El público, que casi llenó la Maestranza, apoyó cariñosamente a los tres diestros -Ponce, Castella y Garrido- en uno de los carteles con mayor interés de esta feria que no levanta vuelo. Un público muy heterogéneo que aplaudió tanto lo bueno como lo malo y que aguantó tres horas un espectáculo, sin trofeos, con una corrida de Parladé-Juan Pedro Domecq, de juego variado y en conjunto muy floja -el primero, tras claudicar, fue sustituido por otro del mismo hierro y el cuarto por un sobrero con la divisa de El Pilar-.

Dentro de los momentos más interesantes que se vivieron hay que rescatar la faena tesonera, con muchos quilates de valor y temple, que Castella concretó con el noble segundo y la batalla que mantuvo Garrido en el cierre con un toro muy exigente.

Castella se las vio con un cinqueño colorao, ojo de perdiz, que tampoco es que estuviera sobrado de poder, pero que aguantó el trasteo del francés. Cuidado en varas y tras un quite por gaoneras muy ajustado de Garrido, fue a más tras una buena brega de José Chacón. Labor muy larga, que comenzó en las afueras, con la derecha, tirando bien del toro que perdió las manos antes del pase de pecho. Luego, llegaron un par de series diestras templadas. Y con la izquierda arrancó muletazos al toro, venido a menos. Ahí sonó la música, ya tarde, con protestas del público y que el propio torero hizo callar. El arrimón en una baldosa de Castella, dando prácticamente con sus muslos en los astifinos pitones del morlaco, enloqueció al respetable. El silencio sepulcral y la atención en la suerte suprema se intuían como premio. Pero el diestro francés falló con la espada. Todo quedó en una gran ovación.

Ya en el último acto, buscando las tres horas y de noche, saltó un ejemplar muy astifino y exigente, con genio. Garrido, quien brindó al ganadero Fernando Domecq, apostó muy fuerte, aunque en varios pasajes le pudieron las ganas y la precipitación. De hecho, en la batalla con garra que planteó, hubo excesivos enganchones y un desarme decisivo con la izquierda por el que la música enmudeció. Cierre con manoletinas y otro desarme. El público se entregó con el neófito matador tanto como Garrido lo había hecho en el ruedo y tras una estocada casi entera, el respetable solicitó una oreja. Garrido cerró el interminable espectáculo con una vuelta al ruedo ganada a base de exposición y entrega.

Castella, con su segundo, el quinto, un ejemplar manso que buscó tablas constantemente, tragó en un comienzo de faena de muleta escalofriante, en los medios, con el toro galopando desde tablas, para engarzar dos muletazos por la espalda. Pero la emoción se desvaneció de inmediato porque en el trasteo, el francés se encontraba con que el toro salía de cada muletazo buscando tablas. Y allí acabó todo, con una media estocada en lo alto.

José Garrido no tomó la alternativa con el toro previsto para la efeméride, ya que fue devuelto. En su lugar se doctoró con Fariseo, negro, de 505 kilos. El extremeño veroniqueó con poder para abrochar con una media de rodillas. Hubo un quite muy ceñido por chicuelinas, que remató con una larga, siendo arrollado por el toro sin mayores consecuencias. Después de la cesión de trastos de Ponce a Garrido, con Castella de testigo, el toricantano basó su labor porfiona en la diestra ante un toro que acometía la mayor parte de las veces rebrincado. La obra no levantó pasiones y, aunque mató al primer envite, fue silenciado.

Enrique Ponce salvó sin aprietos su tarde con un mal lote. Su primero, enmorrillado y largo, sin empuje y parándose a mitad de viaje, no fue oponente en un trasteo sin emoción.

El cuarto, devuelto por flojo, fue sustituido por un astado bastote de El Pilar, al que le dieron fuerte en varas. Aunque no se tenía en pie, resultó nobilísimo y Ponce instrumentó una labor de enfermero, con muletazos a media altura y algunos remates con gusto, como un cambio de mano.

En un espectáculo muy dilatado, hubo de todo. Sin duda, para rescatar el temple y descarnado valor de Castella en su primero y ese cierre de Garrido, quien aportó la garra.

FICHA. DÉCIMA DE ABONO

PLAZA DE TOROS DE LA MAESTRANZA

GANADERÍA: Se estoquearon seis toros de Parladé-Juan Pedro Domecq -uno de ellos, como primero bis-, desigualmente presentados, de juego variado y en conjunto flojísimos y un sobrero de El Pilar, como cuarto bis, nobilísimo y que no se tenía en pie.

TOREROS: Enrique Ponce, de gris perla y oro. Estocada entera (silencio). Casi entera caída (ovación tras aviso).

Sebastián Castella, de lila y oro. Metisaca, dos pinchazos y media trasera (saludos tras ovación y aviso). Media (silencio).

José Garrido, de azul y oro. Casi entera y delantera (ovación). Casi entera (vuelta tras petición de oreja).

INCIDENCIAS: Plaza de toros de la Maestranza. Miércoles 22 de abril. Décima de abono. Más de tres cuartos de entrada. En cuadrillas destacaron en la brega El Fini y José Chacón, quien también brillo en dos grandes pares de banderillas; además destacó en varas José Doblado.

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