Barcelona - Unicaja: Ese respeto perdido (21:30)
El Unicaja, apoyado por 350 seguidores, afronta la ciclópea tarea de tumbar a un Barcelona de dulce que llega con 10 victorias seguidas en ACB (21:30)
Presión catalana, ilusión cajista
Kendrick Perry y la palabra sacrificio
La probablemente mejor Copa del Rey de la historia tiene un marco inmejorable, el Palau Olímpic de Badalona, allí donde hace 30 años jugó el Dream Team fundacional, la cuna del baloncesto español, el bressol del basket catalán. Los ocho mejores equipos del país, esta vez sin sorpresas, dirimen un título en una subasta de gloria instantánea, en 96 horas. Están cuatro de los ocho mejores equipos de la Euroliga a día de hoy (Madrid, Barcelona, Baskonia y Valencia), dos de los cuatro mejores equipos de la Eurocup (Joventut y Gran Canaria) y los que se proyectan como capos de la BCL (Unicaja y Tenerife).
Allí está por derecho el Unicaja, en el premio a una notable primera mitad de temporada en el año de la reconstrucción. Esta vez accedió con una autoridad perdida que se ha celebrado. Málaga vuelve a recuperar el pulso acelerado ante una la gran fiesta del baloncesto patrio después de languidecer varios años con el afortunado asterisco de la final de 2020, cuando se entró por la condición de anfitrión e hizo bueno un sorteo propicio. Esta vez el Unicaja ha ganado mucho. Es verdad que su balance con los otros siete equipos presentes en Badalona es de 3-7 hasta el momento, es la última frontera para un equipo nuevo que en verano había que construir casi desde cero. El Unicaja contagia, transmite. A poco que ha dado la afición malagueña ha respondido. Van regularmente 8.000 personas y hasta Badalona van 350 para luzca el verde y el morado malagueño.
El sorteo, eso sí, lo puso muy complicado, en el lado de los dos transatlánticos. Barcelona y, si se hiciera la proeza, el Real Madrid si los blancos derrotan al Valencia en el partido que abre la Copa. El cuadro de Jasikevicius es un bloque hormigón armado que es Top 3 de Europa a día de hoy. Y que viene en un momento muy dulce, con 10 victorias seguidas en ACB, con velocidad de crucero y una cantidad abrumadora de jugadores en gran estado de forma, desde Laprovittola a Mirotic pasando por Higgins, Abrines o Jokubaitis. Con talento, pero inaccesible atrás, donde concede muy pocos puntos. El joystick de Jasikevicius controla un equipo que rebosa talento pero que tiende al orden natural como manera aplicar rodillo y que tiene el contrapunto de un nivel físico salvaje. Una clave importante, que puede parecer obvia, pero que es esencial: hay que meter. Tres veces ha recibido más de 80 puntos el Barça esta temporada en ACB y en dos de ellas perdió. El Unicaja debe manejarse en la delgada línea de elevar el ritmo para que la defensa rival no se forme y, a la vez, no incurrir en las precipitaciones y las pérdidas. Ser muy combativos en el rebote en los dos aros, ello marca el ritmo del duelo.
La presión es culé, la ilusión es cajista. Este grupo de jugadores que dirige Ibon Navarro ha generado una ola de simpatía y reconocimiento porque ha creado en un tiempo reducido una identidad que parecía irrecuperable. Se trata, se pierde o se gane, respetarla y seguir sembrando. Se ha crecido mucho en seis meses, pero brillar y vencer en un escenario así, acaso ser ultracompetitivo, ejerce un efecto multiplicador para recuperar ese respeto perdido.
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