Unicaja

Bofetadas de realidad

  • El Unicaja recibe periódicamente recordatorios de que tiene un tope competitivo esta temporada 

  • Dudas sobre lo que pasará y quién reconstruirá

Alberto Díaz se lamenta durante el partido del sábado.

Alberto Díaz se lamenta durante el partido del sábado. / Álvaro Cabrera

La sensación de déjà vu, de un partido que se había vivido ya muchas veces esta temporada, estuvo presente en el Unicaja-San Pablo Burgos. Momentos de brillantez ofensiva, pero sin la solidez atrás requeridad para ganar a equipos de enjundia, como a día de hoy es el burgalés. Como Sísifo subiendo la piedra a la montaña, así han estado Casimiro y Katsikaris ahora. Experimenta el griego la sensación frustrante de manejar un equipo con altas dosis de talento, pero desequilibrado en su confección. Las goteras siempre están ahí. Se han parecido atenuar o remendar con las buenas artes del técnico griego, pero están ahí. Y ahí seguirán.

Los problemas están continúan y no se solventarán hasta que llegue el verano. No habrá más fichajes hasta final de temporada. Y con este plantel habrá que tirar hacia delante. Después de estas dos semanas de parón regresará Carlos Suárez, que ya podría haber jugado ante el Burgos pero al que Katsikaris, ante la perspectiva de 14 días sin partidos y con posibilidad de trabajar más, prefirió resguardar. Es un jugador que debe ayudar mucho, pero la fiabilidad física del capitán no es alta en las dos últimas temporadas. Tampoco se puede edificar todo desde ahí, pero deberá contribuir a uno de los problemas fundamentales del equipo.

Es un momento atípico por la pandemia, en el que faltan recursos económicos, el Unicaja cuenta con el respaldo de una entidad financiera que cubre gastos. Para la temporada próxima se liberan sueldos importantes, pero seguirá habiendo contratos altos de jugadores. En este tramo final de temporada se mide también a varios jugadores, aunque tras más de 40 partidos, en el menor de los casos, haya habido material para evaluar lo que cada uno pueda aportar. Será momento de abordar decisiones que pueden no ser populares con jugadores de la casa u hombres de indudable talento a los que quizá conviene dar salida para equilibrar el equipo, aunque entrañe su riesgo. Queda la duda de quién las tomará, si los dirigentes actuales, que han quedado muy tocados con esta deficiente planificación de plantilla cuando se habían reclutado en la campaña anterior jugadores para formar un cuerpo de equipo duradero, o habrá cambios. Ya se sabe que el club cajista es paciente, a veces es virtud pero en ocasiones no. Pero puede haber movimientos en los despachos este verano también.

Se han visto progresos evidentes en la etapa de Katsikaris, en aspectos concretos como el ataque estático o en defena ante rivales de un perfil medio-bajo. Ha habido partidos solventes, como el de Gran Canaria, ahora semifinalista de Eurocup. Se combatió contra el Barcelona en la Copa como muy pocos equipos lo han hecho este año en cualquier competición, se ha ganado cierta fiabilidad ante rivales menores. Pero cuando llegan partidos como el del Burgos, el castillo de naipes parece derrumbarse. Está claro que el objetivo resultadista es meterse en el play off por el título, pero también está la construcción de una identidad, por más que haya deficiencias, para que Katsikaris pueda legitimar su presencia en la próxima temporada. El técnico griego es vehemente y también transparente en la sala de prensa. No tiene miedo a señalar carencias en el equipo y actitudes que no le gustan. No es normal escuchar confesiones como “la defensa fue un desastre durante 40 minutos” en declaración tras el partido. Forma parte también del contexto, con un equipo en el que no ha intervenido en su confección y en el que sólo participó en la llegada del Malcolm Thomas y la salida de Volodymir Gerun. No era usual oírlo con Casimiro. Se agradece esa claridad de Katsikaris, aunque en el vestuario pueda doler.

Las bofetadas de realidad son constantes esta temporada, recordando con cierta frecuencia, a veces con mucha continuidad, que es un año, de nuevo, para olvidar. Desde que el equipo se cayó completamente en enero y se llevó por delante al entrenador se han visto progresos, pero hay un tope que parece imposible saltar. Son ya demasiadas temporadas de mediocridad, con algún pico estelar. Pero lo que antes era habitual ahora es extraordinario.

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