Tras una semana atípica, sin partido europeo en martes o miércoles, el Unicaja comparece en Burgos (18:00 horas, Movistar Deportes 1), una ciudad que vive un romance apasionado con el baloncesto. En algún sentido recuerda a la Málaga de los 90. No hay fútbol en categoría profesional, hace bastante, y el balón naranja es el rey ahora mismo. Pocos equipos, sobran dedos de una mano, pueden decir que no bajan de 9.000 espectadores en cada encuentro que juega en su pista. Lo hace el cuadro burgalés. Tras años chocando con la burocracia del canon de ascenso desde la LEB, se tocó la tecla buena y ahora es un club que ejemplifica el aire fresco necesario en una competición como la ACB. Es un acontecimiento social ir al baloncesto en Burgos.

A esa atmósfera se traslada el Unicaja para escalar puestos en la tabla y colocarse en balance positivo, algo que debería ser innegociable cuando se va a alcanzar el primer tercio de temporada regular. Faltan victorias en el casillero cajista pese a los muy meritorios triunfos en Vitoria y Valencia, pero se escaparon partidos en casa que se arrastran. En cualquier caso, la igualdad en la competición nacional es tremenda, con dos tercios de la ACB metido en un tramo de dos victorias. Enganchar una buena racha supone subir muchos puestos y una mala, bajarlos.

El San Pablo Burgos empata con Iberostar Tenerife y Joventut en la cuarta plaza con el balance de 6-4. También completa una buena actuación en su debut europeo en la Champions League. Y ese viento a favor ayuda a que jugadores de alto nivel estén a las órdenes de uno de los técnicos con mayor progresión de España, Joan Peñarroya. Earl Clark estaba jugando el año pasado Euroliga con el Buducnost, McFadden dejó su sello en Tenerife de buen jugador ante de una estampada, un Augusto Lima a buen nivel físico es garantía, Ferran Bassas fue una pesadilla en la última Copa del Rey, Tokoto hace mates espectaculares, Fitipaldo es un base muy serio... En fin, una plantilla con profundidad y calidad que sueña con jugar, en primera instancia la Copa del Rey.

Con toda la plantilla disponible para Casimiro, incluido un Jaime Fernández que explotó en Andorra a las órdenes de Peñarroya, las victorias y las derrotas duran más de lo normal en estas semanas con sólo un partido. Así que toca prolongar el buen sabor de boca.