José Miguel Pérez Balbuena no tocó un balón de baloncesto hasta los 15 años. Había llegado con su familia desde su República Dominicana natal a La Coruña con nueve años y allí empezó a llamar la atención. Tyson es su apodo desde pequeño porque boxeaba con su padre. Pero le acabó tirando el baloncesto cuando lo probó. Su agencia lo llevó desde La Coruña a Madrid para que se curtiera a las órdenes de Pepe Laso, padre de Pablo, maestro de la técnica individual. Y su progresión ha continuado. Con 24 años, Scariolo le citó en las últimas ventanas, aunque no llegó a debutar. Ha decidido jugar con España pese a que después le llegó el ofrecimiento desde su país natal para integrarse con su selección. Confesó Tyson que, aunque juega de ala-pívot normalmente, el italiano le ve más como alero dentro de la polivalencia que se pide hoy en día.

Después de descollar en LEB Oro con el Canoe, el MoraBanc Andorra fue su siguiente destino para una carrera imparable que ha cogido velocidad. Tiene 24 años, pero mucho margen de crecimiento. Va añadiendo un tiro de tres cada vez más certero y, sobre todo, destaca por sus grandes condiciones físicas y atléticas, para jugar por encima del aro. Y por su hiperactividad, algo que en el baloncesto moderno también pesa. En este arranque de temporada, firma 11.5 puntos (44% en triples) y 8 rebotes en los dos primeros partidos para 15.5 de valoración. Aparte de poblar los highlights con frecuencia, su juego va adquiriendo consistencia. Seguramente la apuesta por él para el futuro ya se iría de las posibilidades del Unicaja. Ser cupo aumenta su valor en España.

Es Tyson una de las piezas físicas y atléticas a las que debe enfrentarse el Unicaja esta matinal de domingo, en uno de los caballos de batalla que se le va a presentar esta temporada, a expensas de que se pueda reforzar el equipo con los lesionados y con los hipotéticos fichajes que pudieran llegar.