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La alta costura brilla en la calle Larios

Un momento del desfile Málaga Fashion Week, este viernes.

Un momento del desfile Málaga Fashion Week, este viernes. / Pepe Gómez (Málaga)

No diga Málaga, diga glamour. La ciudad, tras dos años en los que el tono gris pandemia marcó tendencia, volvía a engalanar la calle Larios de azul eléctrico para convertirse, como cada mes de septiembre libre de mascarillas, en un escaparate para las firmas de alta costura más reconocidas del panorama nacional e internacional. 

Ante la mirada de miles de espectadores, y bajo un cielo que pareciera que desplegó algunas nubes para que el brillo de las estrellas no quitase protagonismo al evento, arrancaba una nueva edición de la Pasarela Málaga Fashion Week, que también tendrá continuidad en la jornada del sábado. 

El desfile dio comienzo con la colección de quien fuera precursor del power dressing: Ángel Schlesser. Las creaciones del santanderino se distinguieron por el estilo vanguardista de las mismas, así como por la fusión de vestidos de distinto corte. Una vez que la casi inaudible melodía clásica que emitían los altavoces cesó, salieron al paso las modelos enfundadas en prendas de Romeo Couture, de cariz más clásico, colores neutros, sobre todo rosa y azul; pero también con brillantes incrustados y flecos a modo de adornos. Susana Hidalgo, por su parte, expondría una propuesta de vestidos centrados en la experiencia pastel. 

A la vuelta de la última chica, algunos de los presentes que no habían logrado asiento -ya que la organización estima que durante los dos días pueden asistir en torno a 30.000 personas- intentaban elevarse sobre sus punteras o, directamente, subir los brazos y ver todo a través del móvil.

Entretanto, la colección de Ángel Palazuelo comenzaba a enfilar la arteria principal de la ciudad en sentido sur: con una propuesta arriesgada, música operística, pamelas, cuadros bicolores a modo de segunda piel y, como colofón, luciendo un último outfit totalmente blanco; quitasol incluido. A través de una transición sonora a algo menos decimonónico, se daba por iniciado el turno de Nails Factory, que exhibió un muestrario de uñas de todas las dimensiones y características, también pestañas y sombreados, de lo más visuales. 

A continuación, el evento daba un giro de 180 grados con un cambio en el sentido de la marcha del desfile, y que estrenaría María Lamadrid con una exposición en la que aparecieron los primeros accesorios de la velada; en concreto, sombreros y diademas. Inmediatamente después, Pepe Canela volvía a poner en el candelabro la pedrería, los tonos oscuros y elevaba a la máxima potencia los adornos: los collares de perlas y las gafas de sol resultan certeros ejemplos. De un estilo diametralmente opuesto fueron las colecciones de la moda de baño Banana Moon y de la firma Jokoth, que apostaron todas sus fichas a las transparencias y los contrastes, respectivamente. Ambas, además, sirvieron como antesala al despliegue de peluquería Antonio Eloy, que literalmente se soltó la melena, recibiendo por ello los aplausos del público. 

El plato fuerte, no obstante, llegaría con la irrupción de los sevillanos José Víctor Rodríguez -Victorio- y José Luis Medina -Lucchino- que se darían un baño de masas tras exponer su colección primavera-verano y antes de recoger el Alfiler de Oro en reconocimiento a su trayectoria. 

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