Proyecto Fundación Andrés Olivares

Un millar de árboles para el bosque de la vida

  • Voluntarios y padres repoblan el entorno del Guadalhorce y colocan los nombres de los niños fallecidos por cáncer

  • El malagueño Gonzalo Zamora impulsa esta iniciativa, con el apoyo de la Fundación Andrés Olivares

El voluntario malagueño Gonzalo Zamora, junto a un grupo de padres.

El voluntario malagueño Gonzalo Zamora, junto a un grupo de padres.

Lili Maldonado perdió a su hijo cuando solo tenía siete años. “Era un niño muy alegre y cariñoso”, recuerda su madre que cuenta que el 4 de septiembre de 2011 un cáncer de hígado con metástasis en el pulmón se lo llevó después de dos años de lucha contra la enfermedad. Ahora, junto a otros niños, el nombre del pequeño José Carlos forma parte del bautizado como Bosque de la Vida, ese que un grupo voluntarios de la Fundación Andrés Olivares, con la colaboración de muchos padres, están creando en el entorno del río Guadalhorce. “Es como tenerlos vivos y los vamos a hacer crecer muy alto”, afirma Lili sobre una iniciativa que resume como “preciosa”.

El artífice de esta idea es Gonzalo Zamora, un voluntario malagueño que desde hace años se ha implicado en decenas de causas solidarias. Según cuenta, el proyecto del Bosque de la Vida consiste en plantar árboles y colocar junto a cada uno de ellos una placa de madera con el nombre de un niño fallecido por cáncer.

Uno de los carteles de madera colocados junto a un árbol. Uno de los carteles de madera colocados junto a un árbol.

Uno de los carteles de madera colocados junto a un árbol.

El objetivo es llegar a los 1.000 ejemplares, de los que hasta ahora se han sembrado medio centenar en apenas un mes, en su mayoría encinas. Para conseguirlo cuenta con el apoyo económico de la Fundación Andrés Olivares, entidad sin ánimo de lucro que no dudó atender la iniciativa en cuanto que Zamora se la planteó. Todos los padres que deseen tener un árbol con el nombre de su hijo pueden dirigirse a esta entidad, que se encargará de preparar el cartel personalizado.

También el pequeño Dani tiene su árbol en este bosque. A él le fue diagnosticado un cáncer con 10 años. “Era un sarcoma de Ewing, uno de los tumores de huesos más agresivos que hay. Murió con 12 años. Hace un año que se fue”, cuenta Miguel Ángel Martín. “Siempre decimos que ellos están con nosotros, pero esta es una forma de tener algo físico, un recuerdo”, sostiene.

Voluntarios de la Fundación Olivares con uno de los árboles plantados. Voluntarios de la Fundación Olivares con uno de los árboles plantados.

Voluntarios de la Fundación Olivares con uno de los árboles plantados.

Zamora subraya que no lo hace “por aumentar el ego”, sino por lanzar un mensaje que va en un doble sentido. Por un lado, se busca sensibilizar en torno al cuidado del medio ambiente y, por otro, poner el foco en el drama del cáncer infantil y, sobre todo, servir de bálsamo a los padres que han pasado por el trance de perder a un hijo a causa de esta enfermedad. Para ello, en torno a esta iniciativa, cada domingo se reúnen para visitar la zona, regar y cuidar los árboles plantados.

“Cada uno tiene su árbol, pero allí todos los cuidamos a todos”, asegura Miguel Ángel. En realidad, añade Lili, también les sirve de “excusa” para verse. “Somos como una familia, nos comprendemos perfectamente, a veces nos mejor que nuestra propia familia y nos cargamos las pilas entre nosotros”, destaca.

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