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Un paraíso para los burros en Málaga

  • El refugio Donkey Dreamland, en Mijas, abrió sus puertas el pasado 1 de agosto en plena pandemia

Varios de los burros que están en el refugio.

Varios de los burros que están en el refugio. / Esther Gómez (Efe) (Mijas)

A pocos kilómetros de la playa, entre los arbustos y los matorrales de las primeras lomas de la sierra de Mijas, se encuentra Donkey Dreamland, un pequeño paraíso para burritos abandonados o que han tenido una mala vida. Este refugio para pollinos abrió sus puertas el pasado 1 de agosto, en plena pandemia y uno de los días más calurosos de los últimos años, de la mano de una navegante granadina con nombre vasco y acento catalán, Amaia Isert.

Y sin haber celebrado su primer aniversario ya se encuentra al límite de su capacidad y tiene hospedados a una veintena de animales, cada uno de los cuales carga en su lomo su propia historia, y no todas tan felices como la de Platero, el protagonista de la obra del Premio Nobel Juan Ramón Jiménez.

Carmelo, uno de sus más recientes rescates, es un burrito mayor al que sus antiguos propietarios habían tenido encerrado durante meses en una jaula de apenas dos metros, comenta a Efe con tristeza Isert. Cuando llegó “estaba desquiciado”, explica la fundadora de Donkey Dreamland, pero el amor y el cariño de sus nuevos cuidadores, que lo miman y lo sacan a pasear a diario, ha obrado el milagro y ahora Carmelo “es otro animal, tranquilo y contento”.

Amaia Isert, la fundadora del refugio. Amaia Isert, la fundadora del refugio.

Amaia Isert, la fundadora del refugio. / Esther Gómez (Efe) (Mijas)

A Flor la llevó al centro la Guardia Civil derivada desde el Refugio del Burrito, donde Isert trabajó en el pasado y con quien mantiene una estrecha colaboración; mientras, el que fue su dueño ha sido acusado de maltrato a 47 animales.

Frente a estas tristes historias, hay otras más alegres que reconfortan el espíritu, entre las que destaca el nacimiento de Luz el pasado abril, un joven y alegre rucho de ojos grandes y vivaces que con su andar torpe se ha convertido en la estrella del lugar.

Pero no todos los animales que llegan a Donkey Dreamland lo hacen porque han sufrido la maldad humana, algunos acaban en el refugio por omisión de cuidados básicos; en unas ocasiones por desidia, en otras por falta de recursos de sus propietarios.

La actual crisis económica derivada de la pandemia ha hecho que “mucha gente del campo este perdiendo sus tierras” y haya tenido que renunciar a sus animales ya que “no pueden procurarles la atención necesaria: revisarles los dientes, hacerles los cascos,...”, comenta Isert.

"Mucha gente del campo este perdiendo sus tierras y no pueden darle la atención necesaria”, afirma Issert

La mayoría de las denuncias llegan a través de redes sociales, normalmente de vecinos o conocidos que, preocupados por el estado de los pollinos, quieren remediarlo, pero desean permanecer en el anonimato, confirma la granadina.

Las denuncias se verifican con “detalle y rigurosidad”, asegura a Efe la fundadora de este santuario del burrito; si procede, que no siempre es así, se solicita la retirada del animal a su propietario y si la situación se complica, se puede llegar a reclamar la intervención del Seprona.

El objetivo final de Donkey Dreamland es encontrar a personas que adopten a los animales, pero llevarse un burrito a casa no está al alcance de todos, aunque la mayoría de los niños no lo dudarían un segundo.

Si bien hay más formas de colaborar con esta asociación, ya sea ayudando en el cuidado de los animales o apadrinando un rucho al que se puede visitar los fines de semana o del que se puede recibir fotos e información regularmente; ya sea realizando alguna donación que, por pequeña que sea, “cuenta”, concluye Isert.

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