Pasajeros de un Metro casi real
Una veintena de integrantes del colectivo Ateneo participaron ayer en las 'pruebas en blanco' de los trenes El recorrido entre El Perchel y la estación Clínico se alargó casi 16 minutos






Irene, a su 10 años de edad, puede presumir de ser una de las primeras viajeras que se sube al Metro de Málaga como si funcionase en tiempo real. Sin saberlo, su vida ha ido paralela a la del suburbano. Más o menos cuando ella nació, lo hizo también la contratación de los trabajos por parte de la Junta de Andalucía. Ayer, el camino de esta pequeña, que vive con sus padres en la Cala del Moral, se cruzó con el del ferrocarril urbano a días de su inauguración oficial.
Acompañada de su madre, María, formaba parte del grupo de integrantes del colectivo Ateneo, que visitó las instalaciones del suburbano y vivió en primera persona el viaje desde el intercambiador de El Perchel hasta la estación Andalucía Tech, en el trazado de Teatinos. Esta veintena de personas, acompañadas de dos metroguías, que las asesoraron e informaron de los detalles que pasarán a ser cotidianos en el funcionamiento del nuevo medio de transporte, fue el primero de los grupos vecinales y de colectivos sociales que participará activamente en las denominadas pruebas en blanco, que simulan el funcionamiento real del Metro hasta el inicio de la explotación comercial.
"La experiencia ha sido muy interesante y más aún el poder hacer este viaje con mi hija; ella será la que más pueda utilizar el día de mañana el Metro", comenta María al abandonar el tren en el que realizó el trayecto de ida y vuelta por la línea 1. Al vivir en Rincón de la Victoria, el suburbano le queda un tanto lejos. Hubo una época en la que incluso se hablaba de que los trenes llegasen hasta esta localidad, pero ese escenario quedó muy atrás. María sí cree que a su hija le vendrá muy bien cuando tenga algunos años más y vaya a la universidad. "Podrá evitarse coger varios autobuses; llegando al centro podrá ir en Metro", agrega.
El testimonio de esta vecina rinconera describe un escenario a más de cuatro años vista, que será cuando, previsiblemente, los trenes del ramal de Teatinos alcancen la estación Atarazanas, en mitad de la Alameda Principal. La realidad de hoy es otra, más escueta, menos extensa y, a la par, menos funcional. Esta pieza del puzzle es la que ayer recorrieron estos vecinos, experiencia que, al menos hasta el jueves, compartirán varias entidades más, caso de la Federación de Vecinos Cívilis, la Agrupación de Cofradías de Semana Santa o la Asociación Ruedas Redondas (al menos dos de los integrantes de este último colectivo acudirán con sus bicis).
"Espero que funcione, porque la ciudad está muy necesitada de tener movilidad sostenible; el Metro es fundamental y empieza en una de las zonas más densamente poblada de Europea, Carretera de Cádiz", explica Diego Rodríguez, presidente del Ateneo. Otros visitantes mostraban, en la previa al viaje, su "curiosidad" por lo que se iban a encontrar. Y no pocos se preguntaban por el momento en que el recorrido alcanzar el centro. Interrogante que, en el mejor de los casos, no tendrá respuesta hasta finales de 2017.
Algún otro, caso de Felipe Foj, secretario de Amigos de la Barca de Jábega, confía en que una vez entre en servicio oficialmente el número de trenes que funcionen sea suficiente para atender la demanda de viajeros. "Hay que felicitarse porque el transporte público avance", comentó, al tiempo que mostró su deseo en que "pronto se pueda contar con más líneas", una de ellas hasta El Palo, donde vive.
El trayecto fue algo más pesado de lo esperado. Al coincidir con el simulacro que el Metro realizaba en la estación Puerta Blanca, en la zona de Carretera de Cádiz, la comitiva hubo de esperar alrededor de 30 minutos a tomar el tren para llegar a Teatinos. La frecuencia de paso prevista cuando abra sus puertas será de siete minutos y medio. Desde El Perchel hasta la estación Clínico, 15:55 minutos, con una velocidad máxima de 67 kilómetros por hora. El dato supone casi cuatro minutos más de la estimación inicial.
A pesar de la espera y del calor en el interior de los coches (o falló o el conductor no lo quiso conectar el aire acondicionado), los diálogos dejaban entrever la satisfacción por haber participado de esta experiencia. Irene fue testigo directo de uno de los mayores hitos en la historia reciente de la ciudad; sus diez años son también los diez años ya recorridos por el Metro, aunque no sobre las vías y no con viajeros en su interior.
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