la tribuna

Marcos A. Paz

Oportunidad para el Metro

EN Málaga no hay sosiego. No me refiero a la vida cotidiana, sino a la de las administraciones. Siempre hay una meta inmediata a la que llegar, sea como sea. Siempre hay que demostrar algo, y muchas veces la prisa hace que descarrilemos.

Nos pasó con la Capitalidad Europea de la Cultura. Nos pasa con la nueva autopista de peaje de Las Pedrizas, con la ampliación de la Ronda Oeste, con la Hiperronda. Nos está pasando con el Metro. No se analizan las inversiones en función de si son o no necesarias (que lo son), sino que la sensación generalizada es que se consideran para vencer el desagravio continuo. Nada es necesario por sí mismo, sino por la comparación continua.

Y eso lleva a errores que se tarda años en solucionar. Se terminó la circunvalación de Málaga en 1992 sin la dotación presupuestaria que necesitaba, y se hicieron de cualquier manera los accesos a la zona Oeste, el enlace Barriguillas… Se abre a medias en diciembre pasado la Hiperronda, pero no se ha planteado el acceso desde el norte hacia el aeropuerto; se realiza la obra del Metro hasta la ampliación del Campus de Teatinos, pero no se tiene en cuenta el transporte de los actuales 13.000 trabajadores del Parque Tecnológico, cuya cantidad se quiere ampliar hasta 40.000; el Puerto se cambia de arriba abajo siguiendo el Plan Especial, que tiene de especial, fundamentalmente, que no es plan, sino una sucesión de ideas.

La obra del Metro de Málaga me parece un paradigma de la mala gestión y de la competencia estúpida entre administraciones por su ejecución. Una obra que ha abierto en canal la avenida de Velázquez y la calle Héroe de Sostoa, durante años, para dejar la superficie en el estado original, y cuya remodelación se valora en unos 40 millones de euros. ¿Será posible semejante estupidez? ¿No cabía rediseñarla cuando se levantó de arriba abajo? Estoy convencido de que desde la Consejería de Obras Públicas tendremos representación suficiente en Málaga el día en que se comience esa remodelación, y que los representantes del Ayuntamiento estarán al lado, para que la foto quede compensada. Seguro que ninguno de ellos siente la más mínima vergüenza por el despilfarro de nuestros impuestos.

Pero, siendo este un ejemplo de entre muchos, prefiero detenerme en la paralización anunciada de las obras, por falta de financiación. En esta ciudad de prisas, de ansiedades, quizás merezca la pena que se aproveche esa falta de continuidad para replantear qué queremos para el Metro, antes, durante y después de que se continúe. Porque se está a tiempo de que el desastre sea aún mayor.

Las obras del Metro se están ejecutando con muros pantalla (es decir, muros de hormigón construidos en una zanja profunda, desde la superficie) por dos motivos: uno, por el pánico que produjo el accidente del barrio del Carmelo, en Barcelona; otro, porque es bastante más económico que el empleo de una tuneladora. Económico, para la empresa concesionaria, pero no para la ciudad. Si no, que le pregunten a los comerciantes de la Carretera de Cádiz, o de calle La Unión, si les ha resultado más económica esta solución que el no tener obras en superficie, y ello sin entrar en el martirio chino de tener obras de día y de noche debajo de la ventana del dormitorio.

El uso de una tuneladora se ha justificado por la calidad del terreno del suelo de Málaga, y no falta razón. Sin embargo, la solución, citada por los propios técnicos de Metro, es alcanzar mayor profundidad. No es tanta: 28 metros, poco más del doble de la actual. Medio Madrid tiene estaciones mucho más profundas que esta cota.

La obra del Metro ha llegado hasta la plaza de Manuel Alcántara. En su prolongación hacia el paseo del Parque, destrozará una obra reciente, como es el aparcamiento Alameda, obligará al desmontaje de la mesa norte del Puente de Tetuán, acabará con el patrimonio botánico del lateral norte de la Alameda Principal, sin contar con los destrozos que se vayan haciendo en las ruinas fenicias, romanas, árabes que se vayan encontrando las excavadoras en su trabajo; se abrirá en canal la plaza de La Marina. Y lo que no es menor: se cortará la principal arteria de comunicación de la ciudad durante, al menos 36 meses (¡3 años!).

Para los responsables de Metro de Málaga, apoyados por las instituciones, este es un coste asumible, ya que su beneficio lo pagaremos entre todos. Eso sí, no habrá forma de compensar una pérdida de patrimonio como la que he citado (y que se queda corta). Y todo, por ir a trompicones.

Si la obra del Metro se ha de detener, aprovéchese. La ciudad necesita que sus grandes obras se hagan con un mínimo de sentido común. El empleo de una tuneladora en el tramo que va desde la plaza de Manuel Alcántara hasta el paseo del Parque permitiría que el tráfico no se interrumpiera, que se conservara todo el patrimonio existente en el subsuelo de la Alameda Principal, que obras recién terminadas no se demolerían para volver a hacerlas. Y lo más importante: permitiría la construcción de los túneles necesarios para el Tren Litoral y la línea 3, hasta El Palo. Sin molestar más a los vecinos. Sin hipotecar la movilidad. Y si realmente es necesaria una remodelación de la Alameda Principal, que no se supedite a estar 3 años empantanados en beneficio de una concesionaria.

Bastaría con pensar en el bien común.

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