letra pequeña

Javier Navas

Urbanismo fantástico

LO de Ronda, ciudad soñada va a ser verdad. O tal vez el técnico sólo estaba ligeramente amodorradillo mientras componía el PGOU. En cualquier caso el Plan General de Ronda describe un municipio que ya está comunicado por autobuses, ferrocarril... y Metro. Si van por allí disfruten de su palmaria belleza, a ser posible andando, y no traten de encontrar una boca del suburbano ni pregunten dónde comprar un abono de fin de semana. No hay Metro en Ronda. Lo habrá en la ciudad imaginaria del redactor del plan, que, tristemente, será más hermosa que la única que los demás podremos conocer. También cada uno de nosotros mejoramos en nuestra propia fantasía.

Han sido los del grupo municipal de Izquierda Unida los que han señalado la presencia de una infraestructura maravillosa. El tomarse la molestia, que parece insólita entre nuestros concejales, de leer un texto antes de votar si se aprueba, ha dado su fruto y también para algo de cachondeo. Una vez serenados, hay que preocuparse: el compositor del plan no vive allí. Es una población mediana, con un crecimiento tenaz pero que no impide a cualquiera que pasee por ella darse cuenta de que no hay Metro. Con excepción del compositor: su Ronda no es de este mundo. Los lectores de Izquierda Unida, cuya pasión por el género fantástico debe de ser templada, concluyen que el PGOU no es ni de Ronda sino que se ha bajado de la página web de cualquier ayuntamiento español y con una operación del procesador de textos se reemplazó el nombre de una ciudad por el de otra.

El transporte suburbano hace buenas migas con el fantasy. En la capital se discute sobre la altitud adecuada de las vías, si es mejor el Metro bajo tierra o en superficie. Es decir, mejor para Málaga, no para Cincinnati. Pero el alcalde ha obviado el debate técnico y decidido que se debe mover por los bajos, como algunos empecinamientos. No espera a lo que aconsejen los datos: a "su" Málaga, de la que a los demás sólo nos queda adivinar un carácter esquizoide, le va el Metro soterrado y se acabó.

Acusar a un candidato a la Presidencia de estar desconectado de la realidad porque no recuerda cuánto cuesta un café es injusto. Pero un alcalde ha de saber en qué villa vive. No se dictamina si antes no se oyó a los especialistas, si no hay informes sobre el terreno o si los informes son sobre el terreno de al lado; el peligro es acabar creando una ciudad ideal llena de museos y pasto verde, sin basura fuera de su contenedor ni zurullos fuera de su pipicán... pero encerrada en los dossieres y las maquetas, mientras los hombres, imperfectos, tanto que incluso a veces votan a otro, viven entre caos y zanjas que se ven borrosas tras la ventanilla del coche oficial.

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