La tribuna

josé A. Berrocal

Protección para la Cueva del Gato

HEMOS leído con estupor el artículo publicado en este periódico sobre La cueva del Gato, un club exclusivo. Ya en la apertura se menciona que la cueva contaba con "zonas peatonales e iluminación", cosa imprecisa dado que realmente se refiere a las pasarelas y luminarias para los trabajos llevados a cabo en el interior de la cueva durante la construcción de la Presa de los Caballeros entre 1917 y 1934. Quiere esto decir que la cueva jamás ha sido accesible a personal ajeno a las obras y una vez abandonadas éstas apenas si se podían recorrer unos cientos de metros por ambas entradas. Las exploraciones espeleológicas se retoman hacia 1965. En esta época los puentes y pasarelas ya se encontraban en estado inservible.

Sin embargo lo que más nos afecta es la afirmación de la que la cueva es de uso exclusivo de la Federación Andaluza de Espeleología, algo totalmente falso. La cueva está enclavada en un Espacio Natural Protegido y como tal se rige por un plan de uso y gestión y un plan de uso público que establece la Consejería de Medio Ambiente y que se gestiona a través de las oficinas del Parque Natural de Grazalema y que depende de dicha Consejería. No quiero perderme aquí en referenciar leyes y decretos al respecto pero sí concretar que en estos espacios naturales está prohibida la práctica deportiva de una veintena de deportes como la escalada, todo lo referente a vehículos de motor, parapente, paramotor, etcétera. Y todo ello desde hace más de veinte años que se creó la Red de Espacios Naturales de Andalucía. Sin embargo, el plan de uso y gestión establece pautas para la práctica de estos deportes en condiciones específicas. Una de estas condiciones son las pruebas deportivas de carácter oficial que desarrollan las federaciones como entidades colaboradoras de la administración, y los programas de entrenamiento de sus deportistas. En el caso de la espeleología, en su doble vertiente de deporte-ciencia, tiene la posibilidad de obtener permisos de investigación para los trabajos en cavidades. En ese ámbito se establece un protocolo según las cavidades y espacios a los que nos referimos, calendario y número de personas por día y el tamaño de los grupos. Estas normas, publicadas en los correspondientes decretos de la Junta de Andalucía, pueden ser consultadas por cualquier ciudadano y acogerse ellos: todos los espeleólogos federados españoles y todos los investigadores españoles. Es una frivolidad llamar a estos colectivos tan amplios club de elite.

Otra problemática distinta la plantean las empresas que explotan el medio natural con fines comerciales y además lo quieren hacer en estos Espacios Protegidos de Andalucía. Ya hemos manifestado nuestra opinión en este sentido.

Sabemos sobradamente, por los numerosos estudios realizados, que la presencia humana calienta el aire de las cuevas y las causas que esto conlleva. Sabemos que esta presencia aumenta la concentración de anhídrido carbónico y de metano. El reiterado paso de personas por zonas estrechas genera el deterioro de las formaciones y la suciedad se deposita en ellas. Miles de personas entrando desordenadamente en las cuevas suponen un grave peligro para tan frágiles ecosistemas.

La masiva presencia los altera de forma traumática. Es imprescindible proteger el subsuelo como un bien ecológico sensible e imbricado con el resto de los ecosistemas terrestres. El espeleoturismo en cuevas naturales está reñido con estas prácticas. Se han destruido cuevas como la de Nagüeles de Marbella, las Excéntricas de Igualeja, y otras muchas más en toda España.

Ante estas cuestiones la FAE no puede mirar hacia otra parte porque ciertos grupos de presión quieran presentar nuestra opinión conservacionista como la reserva de unos privilegios. Andalucía no es ajena a estos continuos debates: explotaciones gasísticas en Doñana, construcciones salvajes en Cabo de Gata, preservación de Cazorla, Segura y las Villas de modo sostenible, problemática del descenso de cañones en la Sierra de Castril. Los argumentos economicistas no pueden ser por sí mismos la base de este debate. En la gestión de los recursos naturales no todo vale. Las empresas tienen su ámbito y no por ello vamos a convertir la naturaleza en un parque de atracciones. La libre empresa no puede tener la libre explotación de los recursos colectivos que les convengan a sus meros intereses. Eso sería simplemente la ley de la selva. Todos los sectores desde la minería al turismo tienen regulaciones y limites.

Como parte de la sociedad civil nos sentidos obligados a intervenir allí donde se nos requiera o sintamos que somos parte. Y como colectivo interesado en la conservación del medio natural subterráneo defenderemos las políticas encaminadas a que las generaciones futuras no nos vean como unos bárbaros que destruimos su patrimonio geológico subterráneo.

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