Quosque tamdem

luis Chacón

'The interview'

CUANDO Chaplin estrenó El gran dictador, media Europa estaba ocupada por los nazis. Y aunque los EEUU eran neutrales, las presiones recibidas por el cineasta inglés y por la United Artist no fueron pocas. Más, en un país en el que prominentes miembros del establishment político y económico, como Henry Ford que poco antes había recibido de Hitler la más alta condecoración de la Alemania nazi, coqueteaban con los totalitarismos fascistas. Fueron demasiados los pusilánimes que quisieron desalentar a Chaplin. No así el presidente Roosevelt que le animó a seguir con el rodaje.

El guión es un canto a la libertad y a la democracia. Sobre todo, el bellísimo y poderoso alegato final con el que culmina la película que, por cierto, no pudo estrenarse en España hasta 1976. Quizá porque a los dictadores, igual que a sus lacayos, la mera mención de estos principios siempre les provoca urticaria.

Ahora, ha sido el propio presidente Obama quien ha confirmado que el responsable de las amenazas a las cadenas de exhibición y de los ciberataques a Sony Pictures a causa de The interview, la cinta satírica que parodia al dictador ultracomunista de Corea del Norte era el propio gobierno norcoreano. En la misma comparecencia afirmó, tajante y cargado de razones que la decisión de la productora de no estrenar la película era un gravísimo error.

Para cualquier democracia resulta inadmisible sucumbir al chantaje de un dictador extranjero. Y una sociedad libre y abierta no puede permitirse el lujo de hacerlo, ni siquiera ante las veleidades y tentaciones autoritarias en las que pueda caer cualquier gobierno surgido de las urnas. No hay lugar a ello. La libertad de expresión no admite limitaciones ni recortes. Y menos que nunca cuando los gobiernos dicen buscar la protección del ciudadano. El poder sólo se protege a sí mismo y a la libertad únicamente la limita la responsabilidad y la capacidad efectiva de su ejercicio por parte de todos.

Frente a la intimidación de los matones no caben las políticas de apaciguamiento que tanta desgracia trajeron en el pasado. Sería terrible que a partir de ahora cada película, documental o reportaje requiriera el visto bueno de cualquiera de las dictaduras que pretenden sojuzgar al mundo.

Por eso, ante la cobardía de un puñado de altos ejecutivos surge inmortal la imagen de quien tuvo el arrojo de parodiar a Hitler bailando arrobado con un inmenso globo terráqueo.

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