En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
SON tiempos de mercadeo, de acariciar las tentaciones de los más débiles, de convertirlos a la causa por el bien del partido. El que sea. Es indiferente, porque al final, por más que algunos traten de barnizarlo todo con el prurito del manido interés general, los acuerdos de gobierno pero sin gobierno, las alianzas forzadas en pos de garantizar una estabilidad siempre ficticia no son más que formas de transacción.
Queda aún por delante una semana con el zoco abierto, con vendedores y compradores siempre dispuestos a un acto de seducción más, a un guiño con el que torcer las voluntades iniciales y acercar las decisiones finales al precipicio. Bien es cierto que eso es lo que han querido los malagueños, electores que hastiados de depositar siempre las mismas papeletas en el interior de las urnas (véase el caso de Torremolinos, con el rey Fernández Montes Destronado, o Málaga, con el cuasi inexpugnable Francisco de la Torre) han optado por pintar de incertidumbre el mapa electoral de la provincia.
Una treintena de municipios había tras el conteo de los votos en la noche-madrugada del pasado 24 de mayo pendientes de consensos entre formaciones para la elección, primero, de alcaldes y, después, para trazar las líneas de gestión con vistas a cuatro años. Y adoptada esta decisión no queda más que disfrutar de acontecimientos que, por méritos propios pasarán a la historia de esta provincia. No tiene desperdicio oír a Fernández Montes pedir disculpas a los candidatos de Ciudadanos tras haberlos atacado duramente durante la campaña ante la necesidad de contar con sus votos para mantenerse otros cuatro años más en la Alcaldía.
De la Torre, fiel a su estilo, no ha tenido que llegar a ese extremo, aunque ello no impide que se vea en la misma obligación de encontrar consuelo en extraños compañeros de cama. Porque este juego que ahora se practica poco o nada tiene que ver con las ideologías. Bien lo sabía el gran político malagueño Antonio Cánovas del Castillo cuando en una ocasión escribió: "La política es el arte de aplicar en cada época aquellas parte del ideal que las circunstancias hacen posible". La época que ahora le toca vivir a De la Torre es la de la supervivencia, la de aceptar lo que un partido minoritario reclama en pago de su silencio o en justriprecio de sus lealtades.
Tras 16 años asido a la Alcaldía con la virtud que otorga la mayoría absoluta (veinte si se incluye el primer mandato de Celia Villalobos en minoría), el Partido Popular en la capital desespera, sabedor de que sólo una de las opciones políticas puestas sobre el tablero por los ciudadanos le permitirá mantener vivo el sueño de la vara de mando. No hay otro fin ni otro medio.
Pero hasta dónde podrá llegar De la Torre a la hora de responder afirmativamente a los deseos del partido liderado por Juan Cassá. Lo único que sabemos hasta la fecha es que los populares, como los socialistas, asumen como realizables las premisas iniciales puestas sobre la mesa por la dirección nacional de Ciudadanos, con Albert Rivera a la cabeza. Pero el meollo de la cuestión reside más en el grueso de lo local.
Para los bautizados como naranjitos rebajar la discusión a la esfera municipal es hacerlo a la estructura a la que De la Torre ha dado forma en los cuatro últimos mandatos, al mantenimiento de decenas de cargos de confianza, a la reducción o no de los salarios de los altos cargos, de modo que nadie esté por encima de los 62.800 euros brutos anuales que en la actualidad ingresa el regidor. ¿Puede el alcalde en funciones aceptar borrar de un plumazo esas líneas rojas que él mismo ha venido alimentando en tan largo tiempo? De la respuesta a esta pregunta dependerá muy mucho la credibilidad De la Torre y el valor de su gestión; pero al tiempo, la contestación pondrá en una tesitura real a Ciudadanos. ¿Si el PP dice no a estas medidas? ¿Si las matiza? Son interrogantes que, me atrevo a predecir, nadie acabará por contestar ni siquiera el día después de que se constituya el Ayuntamiento.
El cortejo está servido. Cassá, asturiano de nacimiento y residente en Rincón de la Victoria, se ha convertido en la novia a la que todos quieren llevar al altar. De la Torre, Conejo, Bendodo... Pretendientes dispuestos a pagar el banquete con tal de irse a la cama con ella. Suena todo demasiado frívolo, pero es que si hay un ejercicio frívolo es el de la política y el afán de los partidos por tocar poder. Si en el caso de los socialistas es el hambre acumulado durante años de habitar en la oposición el que les aprieta a buscar en Cassá sus favores, en el de los populares no hay razón mayor que la de seguir durmiendo entre sábanas de seda.
Por más que el hasta hace una semana desconocido líder naranja acabe comprometiéndose, los cuatro años que quedan por delante en la esfera municipal se antojan entretenidos, al albur de que la novia no se sienta desdichada. De la Torre, de ser finalmente el elegido, tendrá que alargar el cortejo todo el mandato si quiere no despertar de su sueño.
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