Confabulario
Manuel Gregorio González
Narcisismo y política
ERA rara la noche -en la década de los 50- que no nos pusiéramos de acuerdo varios amigos para salir a pintar del natural. La vez que os relato fuimos Pepe Rojano, Gabriel Alberca, Enrique Brinkmann y yo. Quedamos después de cenar ante la puerta de las cadenas de la Catedral para interpretar aquel bello ámbito tal y como cada uno lo viera. Rojano y Alberca eligieron el penumbro verdor de los jardines a la entrada de calle Cañón con los muros laterales de fondo. Enrique y yo, desde la puerta del sanatorio de Gálvez, la perspectiva de la entrada al santuario con al fondo la puerta iluminada por un alto farol. El motivo era sugerente y nos exigía la mayor atención. De vez en cuando parábamos, encendíamos un cigarrillo y dábamos una vuelta para ver cómo los compañeros llevaban su obra. Clareando el día fui a ver lo que Enrique estaba haciendo, ya que su caballete, al estar detrás del mío, me impedía seguir su trabajo. Me acerqué preguntándole: "Enrique, ¿cómo lo llevas?". Inmerso en su tela, me susurró: "Todo está muy pétreo..." Ante tal síntesis, no supe qué contestar.
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