Cultura

"La lectura debe ser voluntaria, pero además hay que enseñarla"

  • El autor de 'El alquimista impaciente' participa esta semana en la Escuela de Escritores que se celebra en el Ceulaj de Mollina

Novelas como La flaqueza del bolchevique y El urinario convierten a Lorenzo Silva (Madrid, 1966) en profesor ideal para una Escuela de Escritores como la que la Junta de Andalucía celebra durante esta semana en el Centro Eurolatinoamericano de la Juventud, en Mollina. Elena Medel, Pablo Aranda y Pablo García Casado también participan en la experiencia.

-Pero, ¿realmente se puede enseñar a narrar o a escribir?

-No es lo mismo una cosa que otra. Todos sabemos narrar, de hecho el hombre es el único animal que cuenta historias. Luego hay técnicas para mejorar esta práctica, para ordenar las ideas y adoptar cierto rigor estético; se puede enseñar algo, pero sólo hasta cierto punto: las decisiones vitales siempre las debe tomar el que cuenta la historia. A escribir, en cambio, sí que se enseña: todos aprendemos a hacerlo cuando somos niños. Otra cosa es que cada uno, cuando escribe, adopte un determinado tono. En esto, un taller como el de Mollina ayuda, pero no adoctrina.

-¿Qué inquietudes predominan entre los escritores futuros?

-Hay de todo. Depende de la experiencia previa y del sentido de cada taller literario. En este caso, todos los participantes han publicado obras y tienen una experiencia contrastada, por lo que sus inquietudes se dirigen especialmente a la distinción de la calidad literaria.

-¿Les propone algunos modelos a partir de determinados autores?

-Sí, siempre salen algunos posibles modelos concretos. Pero considero más importante que quienes aspiran a ser escritores sean a la vez curiosos, que sean ante todo lectores y nunca dejen de ampliar su marco de referencias. Creo que la diversidad de lecturas es imprescindible para cualquier escritor y los adolescentes, especialmente, se muestran dispuestos a percibir y abrazar nuevas influencias.

-¿Comparte con los alumnos sus manías como escritor?

-No, de las manías mejor que no sepan nada. Sí comparto con ellos inquietudes y algunos errores que he cometido en mi carrera como escritor. Espero que les ayude cuando tengan que tomar decisiones.

-¿Asistió a algún taller cuando daba sus primeros pasos?

-No, no soy un buen ejemplo para este tipo de experiencias. Hoy creo que podría haberme resultado útil, pero, claro, en nada determinante para mi definición de escritor. Estas iniciativas tienen la importancia que tienen: para muchos suponen, ante todo, una oportunidad casi única de conocer gente interesada en la literatura.

-Más allá de la Escuela del Ceulaj, ¿podría adelantar algo acerca de su próxima novela?

-Se publicará en otoño, aunque todavía no tengo decidido el título. Será una novela diferente con respecto a todo lo que hecho hasta ahora. No será una narración policiaca ni nada de eso: en ella reflexiono sobre las nuevas formas de las relaciones humanas en la era digital. Algo un tanto imposible.

-El alquimista impaciente apareció publicada recientemente en la colección Austral de Espasa, verdadero fondo de lecturas escolares. ¿Teme que su libro sea obligado para los estudiantes?

-No escribo novelas para que sean leídas a la fuerza. La lectura debe ser siempre un acto voluntario, pero entiendo que también hay que enseñarla en la educación obligatoria. Sólo espero que si alguna vez alguien tiene que leer El alquimista sin más remedio pase del deber al placer . Si no, pido disculpas.

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