Fin de campaña

Todas las posibilidades de nuestra Constitución han sido probadas y el funcionamiento ha sido el esperado

Decía el ya fallecido presidente Adolfo Suárez que "las elecciones no resuelven por sí mismas los problemas, aunque son el paso previo y necesario para su solución". Por ello, en este último tramo de campaña electoral catalana es tan importante que su resultado permita recuperar la calma y se vuelva a respirar ese respeto entre todos que tanto se ha perdido.

Probablemente el daño hecho por la imposición de la declaración unilateral de independencia tardará años en aminorarse, pero los ciudadanos de Cataluña, al igual que los del resto de España, necesitan un poco de paz y tranquilidad para seguir viviendo dentro de la normalidad esperada. Es plausible que sus líderes políticos, ante el temor de que se les acaben los privilegios económicos con los que muchos jamás soñaron, traten de mantener una tensión y una violencia dialéctica permanente, pero ya sólo los más radicales les siguen. El problema de fondo es que alguno de esos radicales, más cerca de los neandertales que del ser humano actual, sigue siendo capaz de asesinar cuando se ve acorralado por la temible visión de unos tirantes con la bandera de España. Si no fuera por el trágico final de lo ocurrido en Zaragoza, cabría pensar que la impunidad de los okupas catalanes empieza a cruzar fronteras.

En esta curiosa campaña, mientras algunos se rasgaban las vestiduras por la devolución de los tesoros de Sijena, cientos de empresas seguían haciendo las maletas en busca de mejores destinos y mayor seguridad jurídica. Esta forma de buscar el sentimentalismo a través del desgarro patrimonial ha sido una nueva fase en esa historia de opresión que ya pocos creen. Han sido demasiados años exigiendo a los diferentes gobiernos unos recursos que las demás regiones no poseían, y a las que además se les culpabilizaba de que Cataluña no pudiera disponer de ellos. Pero tanto engaño ha llegado a su fin. Y tener que pasar del supremacismo al olvido es un camino delicado, pero cuando uno tensa demasiado la situación, el péndulo acaba llevándonos al extremo opuesto.

A partir del día 21 habrá que empezar de nuevo, pero con una importante diferencia. Todas las posibilidades de nuestra Constitución han sido probadas y el funcionamiento ha sido el esperado. Por tanto, ahora son los ciudadanos los más importantes y resolver sus problemas lo más trascendente. Las ensoñaciones independentistas deberán, de momento, pasar a mejor vida.

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