La opinión invitada

La amenaza del amargor de la almendra

  • Los autores reclaman un plan de acción a nivel estatal para luchar contra el problema.

Un gen localizado en el cromosoma cinco del almendro es el responsable de que, al masticar una almendra amarga, la amigdalina se convierta en prunasina accido benzaldehído (amargo) y accido ciahidrico (veneno). No mata en esas dosis, en pequeña cantidad, la amigdalina es anticancerígeno, pero sí comercialmente, puesto que en los mercados internacionales se considera un tóxico y en consecuencia, más allá de un mal sabor de boca o de un problema de calidad, muchos países lo convierten en un problema de salud pública.

Lo dramático es que partidas de almendra española están siendo rechazadas por esta causa. Los productores aún no son conscientes y permanecen cegados en la aparente situación de privilegio que está viviendo el producto debido a la gran demanda. Desde diversos estamentos se está intentando concienciar a los agricultores, pero eso no basta. Es necesario tomar medidas en las implicar al propio Gobierno para diseñar un plan de acción a nivel estatal donde un pilar sea la investigación, otro la puesta en marcha de acciones concretas inmediatas y otro la concienciación de toda la cadena de valor, empezando por el origen.

La almendra es un sector estratégico a nivel estatal, sobre todo si hablamos de almendra ecológica, en el que España es un referente a nivel mundial. Se postula como producto saludable y como la reina de los frutos secos en los nuevos mercados. Por eso, ahora más que nunca, tenemos que cuidar la oferta, no podemos permitir que un producto estrella, demandado y de máxima calidad sea de segunda o rechazado en el mercado internacional.

Originariamente, todos los almendros eran amargos genéticamente, fue una mutación lo que precisamente hizo posible la evolución a las almendras dulces. Esa evolución hace que no todas las almendras tengan el mismo grado de amargor o dulzor, todo depende del porcentaje de amigdalina.

El ligero amargor de ciertas variedades es bastante apreciado en algunos mercados, por ello lo importante es erradicar aquellas cuyo contenido en amigdalina sea excesivo. Para ello hay que identificar y controlar aquellos ejemplares que genéticamente sean portadores de contenidos elevados de prunasina y amigdalina, puesto que el patrimonio genético se trasmite en el material vegetal, nunca por polinización. Podemos afirmar que existen diez grados distintos de posible amargor en una plantación tipo tradicional, aunque estos se reducen a dos si eliminamos variedades tempranas y portainjertos francos. Pero hay que tener cuidado, porque también existen amargas en floración tardía y sobre GF-677… (patrón híbrido) cuando no se haya controlado adecuadamente el material vegetal del injerto proveniente de la planta madre.

En estos momentos son muchas las hectáreas que se están incorporando a la producción con nuevas plantaciones, lo que nos consolida entre los primeros productores mundiales. Ello hace necesario afrontar ahora de forma decidida el problema del amargor de la almendra. Las soluciones pasan por un programa de mejora de la calidad de la almendra que contenga medidas de concienciación de productores, un programa de renovación varietal, un refuerzo en los controles en los niveles más bajos de la cadena de comercialización así como la investigación en nuevas variedades y en técnicas de control y detección de frutos amargos. En resumen, un conjunto de acciones en toda la cadena, coordinadas con todas las administraciones y agentes implicados.

Si hemos señalado la importancia del almendro en España a nivel económico, dada su actual rentabilidad, no menos lo es a nivel ambiental y social, ya que este cultivo es la base de la producción agraria, sin alternativa posible frente a la desertificación en muchas de las zonas donde se asienta. Es un cultivo básico para la fijación de población en estos territorios, que sin almendros se verían abocados al despoblamiento. Es un cultivo muy importante en la Red Natura 2000, que contribuye de forma notable a la conservación de estos entornos

El sector goza de una importante oportunidad que, no obstante, ha de gestionarse adecuadamente para evitar el mero oportunismo. Con el viento favorable es necesario sentar las bases de un sector verdaderamente sostenible en el tiempo, con el objeto de que pueda mantener la fortaleza del mismo y evitar la llamada "burbuja del almendro". La sostenibilidad debe basarse en la calidad de las producciones y la diferenciación, de manera que en escenarios de una demanda estable nuestras almendras puedan seguir destacando en el mercado.

El cambio climático es una realidad a la que debemos adaptarnos y el futuro pasa por una adecuada gestión hídrica y por una planificación de las plantaciones, mejorando los cultivos de secano que están mejor adaptados a condiciones exigentes. Entre los riesgos hay que valorar el componente social, en especial el relevo generacional, pues el abandono de zonas de baja productividad provoca, no sólo una pérdida de producción, sino una pérdida de población y un avance del desierto, contra el que el almendro lucha en primera línea.

La Fundación Savia, consciente de esta situación, ha dirigido diversos escritos al Ministerio de Agricultura y las consejerías del ramo de las autonomías con peso importante en el sector en los que se insta a que se adopten medidas para el control y erradicación del problema del amargor de la almendra en colaboración con los agentes que intervienen en los diversos eslabones del proceso. Los pasados 17 y 18 de octubre, esta fundación reunió en Los Laneros, una pedanía de Cortes de Baza, en Granada, una zona eminentemente almendrera, a las principales entidades del sector, y se elaboró y firmó la denominada Declaración de Los Laneros: Por un cultivo de los almendros sostenible en un medio rural vivo. La almendra es un sector de futuro, económica, social y medioambientalmente hablando, tenemos hoy una posición privilegiada, no la perdamos.

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