Antonio de la Torre | Actor

"Ya he aprendido a no poner cara de boniato cuando el Goya se lo lleva otro"

  • El malagueño llega a la gala de los Goya de este sábado con la doble candidatura de costumbre, esta vez por 'El reino' como protagonista y 'La noche de 12 años' como intérprete de reparto

Antonio de la Torre (Málaga, 1968), con el Premio Forqué recientemente conquistado por ‘El Reino’.

Antonio de la Torre (Málaga, 1968), con el Premio Forqué recientemente conquistado por ‘El Reino’. / Javier Belver / Efe

En el título de actor más nominado en la historia de los Goya hay un reverso tenebroso: y es que de las trece ocasiones en que ha optado al premio, Antonio de la Torre (Málaga, 1968) sólo se lo ha llevado una, en la primera: el de mejor actor de reparto por Azuloscurocasinegro allá por 2006. Para este sábado, además, repite por cuarta vez doble nominación, a mejor protagonista por su trabajo en El reino y a la mejor interpretación masculina de reparto por La noche de 12 años. De la Torre es el primero en admitir que las dobles nominaciones siempre juegan en contra. Pero cualquiera sabe.

-Esto de las entrevistas previas a la gala de los Goya a cuenta de sus nominaciones empieza a convertirse en una institución.

-Sí, la diferencia es que este año la gala se celebra en Sevilla, la ciudad donde vivo, así que me pilla en casa. Eso es muy de agradecer.

-Antes de valorar sus opciones de premio, ¿qué balance personal hace del último año a tenor de El reino y La noche de 12 años?

-Es difícil hacer un balance y abstraerse de los Goya, con todo el ruido que conllevan. Pero mira, lo primero que se me ha venido la cabeza cuando me has preguntado eso ha sido todo lo que he aprendido. El caso de La noche de 12 años ha sido brutal, ya que he podido saber mucho y de primera mano sobre la historia reciente de Uruguay, de José Mujica, de los Tupamaros, y por extensión sobre todo lo que se vivió en América Latina entre los años 70 y 80. Si miro ahora hacia atrás y pienso en el rodaje lo hago sin remedio con cierta melancolía. Pero también aprendí mucho haciendo El reino con Rodrigo Sorogoyen, sobre cómo funciona la política, como se tejen las redes clientelares con empresarios, cómo se dan los procesos de los que luego informan los medios de comunicación. Si me gustan estas dos películas es porque hablan abiertamente del mundo en que vivimos. Y lo que he aprendido con ellas lo resumiría con una frase de Terencio: “Soy humano. Nada de lo humano me es ajeno”.

-Ambas películas han significado también una oportunidad para el aprendizaje del público. Quizá de una forma más evidente con La noche de 12 años, al menos aquí en España. Pero también El reino resulta muy reveladora en aspectos bien delicados.

-El reino es una película muy poco maniquea. Vaya, no es maniquea en absoluto. Lo que hace presentar un retrato de la sociedad a la que va dirigida. Ya desde el guión agradecí que fuera tan verosímil, tan valiente. Me gusta mucho cómo le da la vuelta al calcetín para que todos veamos lo que hay al otro lado. Por eso me encantó la acogida que tuvo por parte del público. Mira, Manuel Martín Cuenca me dijo una vez que una buena película te cuenta más de un determinado sitio que un telediario. Yo eso lo vi clarísimo en Una separación, el largometraje de Asghar Farhadi. Ves ahí las casas, los ascensores, los espacios en los que se da la vida cotidiana y te haces una idea muy fidedigna de Teherán hasta el punto de que crees estar allí. En todo caso, El reino y La noche de 12 años son para verlas con cierto sosiego, de forma reposada, dispuesto a aprender.

-Entiendo que, en todo caso, estas películas constituyen un precedente muy serio a la hora de escoger futuros proyectos.

-Cada día vivido nos acerca más al final.

-Está usted muy filosófico esta mañana.

-Será por el café.

-Entonces, hablemos por fin de los Goya. ¿Se atrevería a hacer una porra conmigo?

-Claro, pero una porra en la que gane yo, por favor.

-¿No suena este año una música distinta tras haber ganado los PremiosFeroz, Forqué y el de Asecan por El reino?

-Por supuesto, sería un necio si te dijera que no pienso en eso. Lo que pasa es que con el tiempo he aprendido a ver la gala por la gala, por la celebración, y nada más. Cuando me nominaron la primera vez, por Azuloscurocasinegro, estuve en la fiesta previa de nominados y me emocioné muchísimo ya cuando me dieron el diploma. Pensé que al fin tenía algo verdaderamente importante que enseñar a mis nietos en el futuro. Cuando al día siguiente me dieron el Goya, como comprenderás, no podía creérmelo. Entonces comencé una verdadera época de gloria en cuanto a nominaciones en la que, sin embargo, no han vuelto a dármelo ni una vez. Bien, entonces pongo toda mi atención en disfrutar en la gala. Hemos creado un grupo en el que están mis hermanos de Málaga, mis primos de Santander, algunos colegas de la profesión y otros amigos, nos juntamos en cada gala y lo pasamos en grande. Nos llamamos Los Farruquitos. Me quedo con eso.

-¿Las expectativas son un asco?

-Yo prefiero no alimentarlas. A ver, insisto, soy consciente de que hay opciones, no me voy a hacer el tonto. Pero te diré que ya he aprendido a no poner cara de boniato cuando es otro el que se lleva el Goya.Ya que estoy filosófico, te diré que la dignidad es mucho más importante que cualquier premio.

-Como cuando Samuel Beckett decía aquello de “fracasa otra vez, fracasa mejor”. Lo suyo no puede considerarse un fracaso, pero no ganar teniendo tantas opciones también es un arte.

-Claro que no es un fracaso, aunque me gusta mucho esa cita de Beckett. Estar nominado te da visibilidad, cuenta en tu haber, hace que mucha gente se fije en ti. Ser el actor con más nominaciones se traduce en que te llamen para hacer películas, y películas importantes. Y una vez dentro puedes comprobar de primera mano cómo funciona el cine español, a nivel artístico y de industria. Es muy interesante, desde luego. En fin, ligues o no ligues, es una fiesta.

-¿Y después de la gala, que le espera, pase lo que pase?

-Espero con mucha ilusión el estreno de La trinchera infinita, la película que he rodado con Belén Cuesta a las órdenes de Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga y en la que interpreto a un topo de la Guerra Civil. Todavía no hay fecha confirmada, pero se estrenará seguro este año. Y en febrero o marzo empezaré a rodar El plan, una adaptación de la obra teatral de Ignasi Vidal.

-¿Qué ha aprendido en el rodaje de La trinchera infinita?

-Fue muy curioso rodar esta película después de La noche de 12 años, ya que en las dos interpreto a personajes enclaustrados, privados de libertad y sometidos al dolor y el hambre. Es casi una misma situación de extrema resistencia física y mental. Te diría que he aprendido que no está mal eso de pedir a Dios que no nos mande todo lo que podemos soportar.

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