Operación Puerto: manual del buen dopado

Ignacio Naya (Dpa) Madrid

15 de febrero 2013 - 05:02

El juicio de la Operación Puerto está resultando un manual del buen dopaje, ya que testigos y acusados están dando lecciones sobre el uso de sustancias prohibidas.

Lo primero sería durante un mes de entrenamientos, en días alternos, la administración de EPO con inyecciones en vena o subcutáneas, según se quiera subir más o menos velozmente el hematocrito. "A mí me llegó al 56%", explicó el exciclista Jesús Manzano.

En el siguiente nivel están las extracciones de sangre. Doce días antes se debe parar el tratamiento para no dar positivo. Entonces, se extrae un litro de sangre en dos bolsas medio litro, se centrifuga (glóbulos rojos por un lado y plasma por otro) y se congela. Tras la extracción, el paso lógico es la reinfusión de esa sangre de mayor calidad ya. "Una habitación de hotel cumple las condiciones higiénicas", aseguró Eufemiano Fuentes. El médico pone agua a calentar en una olla y mete la bolsa "al baño maría", contó Manzano. A la temperatura adecuada, "quitaba un cuadro de la pared para colgar la bolsa en el clavo", explicó. Se introduce el catéter y se deja que la sangre fluya 30 ó 40 minutos.

El hematocrito se vuelve a disparar, por lo que si aparecen los controladores antidopaje (los vampiros) hay que entretenerlos media hora para inyectar albúmina humana y suero (medio litro), para bajar la viscosidad de la sangre. "Si te la metían en el brazo izquierdo, al vampiro le ponías el derecho", señaló Manzano. Si el control es de orina, unos "polvos blancos" en el orificio del pene destruyen todo rastro de sustancias prohibidas. En carrera se pueden ingerir productos como oxyglobin (hemoglobina procedente de la sangre de perro) o actovegin (que ayuda al transporte de oxígeno y es derivada de la ternera). También parches de testosterona, cuya subida se compensa con la hormona femenina HMG.

En definitiva, un gran repertorio el que ofrecía Eufemiano Fuentes, todo lo que se puede encontrar en el mercado", llegó a decir el alemán Jorg Jaksche, sólo dependía del presupuesto.

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