Peligro, el Málaga anda suelto
El equipo de Schuster lleva su gran momento de forma a Zorrilla, donde el Valladolid está necesitado. Habrá más cambios en un equipo que se puede acostar en puestos europeos.
El último chequeo del Málaga dice que está mejor que nunca esta temporada. Empastado, repleto de confianza y con ganas de más. El diagnóstico es una felicidad de campeonato, así que un partido tres días de después del último sorbo es una bendición. Continúa siendo una lacra el reparto semanal del calendario, pero eso tampoco ha podido con los de Bernd Schuster, que se han desatado en los últimos cuatro partidos y comienzan a desarrollar síntomas de moda. Así como hay un bocado peligroso que hace pasar del banquete a la indigestión, cada equipo que venga ahora dispuesto a arruinar la fiesta tendrá que ser enfocado como el listón del equipo. Ayer el llamado Almería resultó ser falso, hoy Zorrilla dirá si el Valladolid será el que explote el globo de la ilusión. Pero ojo, el Málaga anda suelto.
Ahora que es tiempo de ir reconociendo el sello de Schuster y de ir sorprendiéndose con lo que da de sí el Málaga a corto plazo, toca calibrar la capacidad para mantener el pulso. El colofón de la victoria frente al Almería arrojó una sensación de que este equipo puede dar sólida ilusión a los suyos. El arranque exigente puso a fuego alto el caldero de la zona baja, hoy el hecho de ser los madrugadores de la séptima jornada ofrece la recompensa temporal de entrar en zona europea.
Schuster, obviamente, no cambia su ejército de 18. Ni una trinchera ni un fusil, las piezas son las mismas que en Anoeta y el martes pasado. Pero las piernas necesitan tiempo para recuperar bien y hay otras ansiosas por subirse al tren del alemán. Como Pawlowski. Entre el polaco y Bobley Anderson se repartían las papeletas de la novedad frente al Almería y ganó el costamarfileño. Parece que hoy al fin, cinco partidos después, el cedido por el Widzew Lodz regresará al once. El entrenador alemán regará otras posiciones ofensivas para dotar de chispa a los suyos. En defensa no se atreve a tocar nada. 289 minutos sin encajar un solo tanto tienen la culpa de ello. Si hasta ahora su estrategia, su plan físico y sus cambios le han jalonado y dado mucho respeto entre los aficionados, ahí queda el reto de esta noche, ajustar las piezas necesarias para que el funcionamiento coral no se resienta y los que entren lo hagan sin un gramo de ácido láctico en sus músculos.
Los jugadores que están dejando tan agradable sensación también tendrán que defender su listón. El binomio Sergio Sánchez-Angeleri, con un ángel de la guarda por delante, Tissone, y un vigilante por detrás, Caballero; las musas con acento malagueño de Portillo, el todoterreno que conduce Jesús Gámez. Motivos para plantarse llenos de alegría en un estadio donde precisamente hace falta, y mucho. Todos están tan contentos que hasta el jeque Abdullah Al-Thani rompió su silencio ayer por Twitter para felicitar al cuerpo técnico y sus jugadores por el arranque liguero protagonizado.
Algo más que una arenga es lo que necesita este Valladolid deprimido. Juan Ignacio Martínez heredó en el Levante una familia a la que le supo dar continuidad; por ahora el castillo que levantó Djukic se le está cayendo encima. No es por su clasificación, cinco puntos para coquetear con el descenso en un pañuelo de adversarios, sino por la pérdida de alegría de su fútbol y los serios problemas para hacer gol. Para dejarlo todo en casa, sigue siendo el veleño Javi Guerra el único que está porfiando el destino de sequía de los pucelanos.
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