Resultados y crónica del Maratón de Málaga 2019

Récords e identidad

  • El keniano Martin Cheruiyot (2:10.08) y la etíope Selamawit Getnet Tsegaw (2:27.55) se imponen bajando los mejores registros de la prueba

Martin Cheruiyot entra en meta.

Martin Cheruiyot entra en meta. / Marilú Báez

El desfile de los más de 7.000 corredores que intervienen en el Maratón de Málaga 2019 deja estampas bellas para la foto. El viento ha amainado, el sol ilumina progresivamente a los corredores, casi primaveral. En el Paseo de los Curas, cruce de caminos de la prueba, hay silencio, apenas se oyen los jadeos de los corredores. Entre quien contempla la carrera, una bufanda de Polska, de Polonia; una bandera amarilla con el león de Flandes, como las que abundan en las cunetas de las clásicas ciclistas; también una de Finlandia, que Fuengirola es una pequeña Helsinki. Hay también un corredor de Melilla que hace los 42 kilómetros con una bandera de España, con su mástil y todo. Un poco más allá, a la entrada del Puerto toca Sombra Doble, grupo malagueño que ameniza y anima. Como él, otros 14 a lo largo del recorrido, algo que se ha potenciado en esta edición. Hay también una competición entre ellos, el más votado a través de las redes gana 1.000 euros.

El Maratón de Málaga crece y crece. En poco tiempo relativo es una de las mejores del país. El impulso de Atresmedia ha sido importante. La infraestructura de la prueba funciona, aumenta la participación, el recorrido y el clima son buenos para hacer marca, se bajan los registros y hay satisfacción entre los visitantes. La mitad de los corredores son extranjeros y se consolida como una alternativa cercana y válida a Valencia, la jefa en suelo español. Pero se detecta también cierta superficialidad, algo de cartón piedra, una falta de arraigo, como si Málaga aún no sintiera como suyo completamente el Maratón. Quizá falta aumentar la base de participación local para crear esa familiaridad, que no es incompatible con una prueba de élite, que sí exhiben la Carrera Urbana o la Media. Faltan ediciones aún para calar, pero no sólo hay que mirar hacia afuera, algo necesario para aumentar repercusión. La identidad para atraer corredores también se fomenta haciendo introspección. 

El recorrido tiene algún punto desangelado, es normal, no puede haber 42 kilómetros atestado de público. A decir de varios corredores veteranos en la prueba, había algo menos de público. Puede parecer anecdótico, pero los ánimos se notan cuando falta el aliento, en esa tortura psicológica que es devorar kilómetros cuando el aire escasea y las piernas aumentan de peso. El viento no ayudó en la zona del Carpena, pasado ya el ecuador de la prueba, aunque los atletas de élite parecen levitar.

Para vender, hoy en día, hacen falta números, cifras. Se batieron los récords de participación, también los tiempos de la prueba en categoría masculina y femenina. Uno de los requisitos para subir en el escalafón es que se consigan marcas de nivel, para mantener esa etiqueta de bronce y aspirar a más, reto confeso  Para estar en los aledaños de las 2 horas y 10 en hombres y bajar de 2:30 en mujeres y tener garantías hay que recurrir a corredores africanos. Es algo común en las mejores pruebas, se contrata a un pack de entre 10 y 20 atletas que se baten entre ellos. Es la realidad del fondo, con las módicas Vaporfly en esa revolución del calzado que ha acelerado la bajada de tiempos como aquellos bañadores mágicos en la piscina.

De ese ramillete de atletas kenianos y etíopes salen también historias, hay 7.200, como la del ganador. El keniano Martin Cheruiyot salía como liebre, para marcar el ritmo exigente que debía asegurar el récord de la prueba, bajar de 2:11.07. Y se le hicieron cortos los 42.195 metros, dominó al resto pese a que en su dorsal estaba el clásico ‘pace’. Con récord, 2:10.08. Cumplió con las marcas que se le habían pedido de paso, pero tenía gasolina para más, hasta hacer su mejor marca personal. A sus 31 años, aún tiene margen de mejora.

Tras Cheruiyot, apellido de pedigrí en Kenia, llegó el protagonista del año pasado, Eliud Kibet, que, como prometió, entró fuerte y de pie, no a gatas, para ser segundo y mejorar su marca también. Sin la liebre hubiera ganado, tiene otro motivo para regresar el 2020. "Málaga está en mi corazón", decía al acabar la prueba, de la que se convirtió en reclamo tras su entrada agónica en 2018. Su 2:10.41 es su mejor marca también. Moses Gaikarira, con dos horas 10 minutos y 52 segundos, bajó el anterior récord y completó un podio.

Si Kenia venció en hombres, Etiopía dominó en mujeres. Selamawit Getnet Tsegaw dominó con autoridad, también con récord por más de tres minutos. 2:27.56, gran registro, fue su marca de presentación, la mejor acreditada en su carrera. Tras ella, Gelane Senbet, con 2:32.28 y Rebecca Korir, con 2:36.50. Hubo más distancia entre las mejores de la prueba femenina. El 15% de las participantes eran mujeres. Uno de los retos que se ha planteado la organización, pese al aumento del porcentaje, es aumentarlo más.

También se disputó paralelamente una Media Maratón, sobre la mitad de distancia. Hay quien duda de la idoneidad de hacer una prueba menor, pero es la tónica en los grandes maratones para asegurar rentabilidad. Por allí andaba, por ejemplo, el político Elías Bendodo, que antes de partir a Sevilla mostraba satisfacción por haber bajado por primera vez de las dos horas. El nivel de la prueba es menor, los tiempos eran peores que el de los primeros del maratón a la mitad del recorrido. El Bouzyry Bourhim (1:07.46),  Antonio Montero (1:07.59) y Steve Gallienne (1:09.31) coparon el podio masculino y Marije Geurtsen (1:19.13), Veerle D’Haese (1:20.12) y Cristina Polanco (1:23.31), el femenino.

Y así fueron llegando corredores y corredoras, durante varias horas más. El Paseo del Parque poco a poco se iba despoblando. El Maratón de Málaga tiene las trazas para ser de referencia. Pero hay que seguir trabajando para conseguir una identidad propia sin renunciar al crecimiento exterior.

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