El Ciudad de Málaga ya había acogido partidos de rugby. Hubo un España-Uruguay de XV años atrás, también algunos partidos del Club de Rugby Málaga. El estadio construido en la primera década de siglo XXI pensado en inicio para el atletismo se ha ido haciendo polivalente. Y celebra este fin de semana un torneo de seven, una modalidad ideada en el siglo XIX, en Escocia, como alternativa al tradicional. Como ocurre a veces, lo rudimentario y simple es la mejor solución a los problemas. Faltaban jugadores para un torneo benéfico y se decidió acortar partidos.

El aterrizaje de las HSBC World Rugby Sevens Series en Málaga trae un espectáculo diferente. Es un deporte muy enfocado a la televisión, son 12 horas de retransmisión ininterrumpida. Consumirlo entero in situ queda sólo para los muy cafeteros. A primera hora en el Ciudad de Málaga hay poca gente. Algún colegio invitado y representantes de cada país. Pero conforme transcurre el día cada vez hay más público, la grada baja de las dos que componente el estadio se va poblando. El precio de las entradas (40 euros la jornada por cada una de las tres jornadas) no ayuda a atraer al aficionado casual de Málaga.

En otras circunstancias, sin pandemia, el evento sería un reclamo turístico más potente. Pero sin pandemia no hubieran llegado a Andalucía. Este deporte es gigante en las islas, grandes o pequeñas, del Pacífico y las restricciones de Australia y Nueva Zelanda hicieron que esta fase viniera a Málaga y Sevilla. El espectador puede ver desde la grada el rugby también el sol sobre las aguas del Mediterráneo. Cuando da la sombra la temperatura baja en el estadio. Pero Peter sigue en manga corta. Es escocés y vive en la Costa, como muchos británicos. Su selección compite tras los Juegos de manera independientemente (entonces se unifican como Gran Bretaña). “Es un gran espectáculo y tenerlo aquí al lado de casa es una gran oportunidad.

En otro momento, con menos restricciones, habría aquí muchos más turistas. Es un fin de semana espectacular”, cuenta. Ha estado en otras series mundiales y dice que Málaga está a la altura del evento, aunque falten selecciones que dan colorido. Antes de que el concepto de globalización calase, Hong Kong fue el punto de impulso del rugby a 7, a finales de los 70, donde coincidían países anglosajones con las potencias oceánicas y países de Asia. Es un evento de culto porque la fiesta en las gradas trasciende lo que pasa en el césped. Hay también representantes de clubes de países que no compiten, como los Berserkers de Estocolmo, que tienen la particularidad de que es abiertamente gay e inclusivo. Niños de escuelas locales también pueden ver de cerca a los mejores jugadores del mundo en esta especialidad, una manera de atraparlos en el rugby.

Sobre el césped van desfilando equipos con diferentes estilos y cualidades. Hay más elaboración en las mujeres, es más directo el juego en los hombres. No hace falta ser entendido para ver a jugadores diferenciales, como el sudafricano Selvyn Davids, el norteamericano Carlin Isles o el argentino Marcos Moneta, mejor jugador en 2021, en un nivel especial.

Los partidos de España generan más animación y, aunque no se avance hasta los cuartos de final, se puede competir contra rivales más ganables y jugar más duelos en la pelea por el noveno puesto. En el encuentro contra EEUU, que ha ganado torneos de seven y tienes varios jugadores muy desequilibrantes, se está muy cerca. El equipo de Pablo Feijoo trabaja bien, hay recursos y el crecimiento del equipo para este ciclo olímpico será importante. Parece un punto por abajo el equipo femenino, en un cambio generacional y sufriendo ante rivales como Irlanda al que se había ganado con anterioridad.

Ya con la noche caída sobre Málaga, con frío polar en las gradas del Ciudad de Málaga, se cierra la primera jornada de las HSBC World Rugby Sevens Series.