No se dio para convertir (1-0)

Levante-Málaga

Un Málaga de buenos propósitos pero muy romo en ataque se vuelve de vacío tras rematar hasta 20 veces a Keylor Navas. El Levante abusó del juego subterráneo y sacó petróleo de su gol.

Foto: EFE
José L. Malo

12 de enero 2014 - 22:50

La Copa América de 1999 ofreció un Colombia-Argentina para el recuerdo. Ganaron los cafeteros 3-0, sin embargo la historia hubiese sido bien distinta si Martín Palermo no hubiera marrado hasta tres penaltis; sí, tres. Con su país agitadísimo y encendido hasta el límite, llegaron los micrófonos a los morros del delantero. "No se dio para convertir", esgrimió previo paso por la ducha. Le salió del alma, con toda naturalidad; y no le faltaba la razón, aunque, claro, a ver quién consolaba a la exigente hinchada albiceleste. Sin penas máximas pero con hasta dos decenas de remates sin suerte, el Málaga se marchó el Ciutat de Valencia igual de cariacontecido y con la misma excusa. No se dio para convertir. El matiz: la mitad de veces por falta de puntería, la otra mitad por falta de suerte. Motivos para el optismismo y la preocupación a la vez.

Ocurrió un milagro en el campo granota. No que perdiera el Málaga, sino que el Levante se llevara el triunfo. Hasta hace no mucho el estajanovismo era la seña de identidad de ese modesto que asombró Europa por cómo optimizaba cada gota de sudor; ayer no fue eso, este equipo ha perdido muchas de aquellas armas, sino una aparición mariana, la que llevó a Barral a superar cualquier cabeza blanquiazul en el área pequeña. Esa única victoria levantina fue la que acabó campeando en el marcador.

El Málaga se volvió con tantos lamentos ante Keylor Navas como heridas en las piernas. El Levante, eso no se ha perdido con Caparrós, se ha amplificado, se llevó el partido a su callejón, como intenta siempre, para disimular su poca calidad con encuentros más callejeros. Los de Schuster entraron muchas veces en la provocación, la puerta de entrada de la trampa.

El factor guinda lo puso Undiano Mallenco. Toda la experiencia que tiene se la debió dejar en el hotel, no supo conducir en ningún momento un duelo en el que saltaron muchas chispas. Se le escapó de las manos porque su dispar criterio y el exceso de caricias locales permitió que subiera el voltaje en el terreno de juego. El reparto de patadas y tarjetas entre ambos bandos tuvo un desesperante crisol en Undiano. Los blanquiazules podrían dormir tranquilos en cuanto a porfía de los puntos, preocupados por su falta de definición y satisfechos por haber disparado más veces que en todos los anteriores desplazamientos juntos. Habría que haber buscado un marco para poner dentro el partido en el caso de haber estado más certeros y haber sumado los tres puntos. Las sensaciones invitan al optimismo en cuanto a la evolución del juego, siempre que vengan acompañadas de más gol.

Cabe elogiar que pese a ser cosido a patadas nunca renunciara a buscar el ataque, a veces triangulando con sentido y hasta con belleza. El Levante jugó a ser un muro y a pesar de ello encontró muchos resquicios para sortearlo, pero sin llegar a la red. Hubo más verticalidad en la segunda parte que en la primera, en la que la absorción de la posesión de manera casi tiránica era de artificio. Casi siempre fue un dominio ficticio, una pose sin estiletes. De nuevo la zurda exquisita de Duda en el golpeo fue el recurso más convincente arriba. Tocó bien por momentos el Málaga, pero en zonas sin mucho peligro, en esas arenas movedizas donde se está ahogando Portillo.

Lo intentó de todas las maneras el cuadro blanquiazul, hasta con Sergio Sánchez disfrazado de Cruyff en remate inverosímil y finalmente a lo Alexanco en el interior del área. Keylor Navas se lució varias veces, en un par de ocasiones los defensas granotas salvaron bajo palos, pero lo más socorrido fue el remate en jugadas de estrategia. Aunque fuera por insistencia, tendría que haber llegado el gol.

Con 20 puntos, la esperanza de un mejor fútbol y el quiste del gol comenzará la segunda vuelta, sin duda mejor panorama que hace un mes.

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