Lo que escupe el aro

Decisivo El rebote fue el punto que decantó el encuentro a favor del Real Madrid Factores La estatura y el físico influyen en su captura, pero también las ganas, la fe, la determinación y la intuición

Lo que escupe el aro
Lo que escupe el aro

Quienes vivieron la movida madrileña en los años 80 hablan con devoción de un pub llamado El Rebote, situado en Madrid, zona de Alonso Martínez, calle Covarrubias. Lo fundó un entrenador del Canoe, emblemático club polideportivo de la capital, llamado Jorge Trenco. Era centro neurálgico del baloncesto nacional. A mediados de los 80 podían contemplarse allí, único lugar en España, partidos de la NBA, incluso alguna final en directo, los míticos duelos Celtics-Lakers. Su dueño compró una gigantesca parabólica traída de Estados Unidos para conseguirlo. Cuentan que Ramón Trecet se inspiró en ese escenario para crear su inolvidable Cerca de la Estrellas. La sintonía de Faith, de George Michael, que acompañaba a la cortinilla de presentación aún eriza el vello.

El bar El Rebote ya no existe, según cuenta nuestro colega y confidente Carlos Cariño. Pero el rebote, lo que viene después de que el aro escupa el balón, sigue siendo un punto capital de este juego llamado baloncesto. "Quien tiene el rebote tiene el poder", solía decir Bill Russell, el jugador de la historia con más anillos de la NBA, le faltan dedos para lucirlos (11). Seguramente, Aíto visitó alguna vez El Rebote. Él se declara admirador de la NBA de los 80, mucho menos de la actual. Estima que la diferencia entre los dos lados del charco era entonces abismal. "Hoy, su marketing ha superado a su baloncesto", afirmaba en una entrevista en estas páginas la semana pasada.

Tanto en los 80 como ahora, en eso no ha cambiado el baloncesto, un equipo que captura menos de la mitad de los rebotes que el rival tiene cero opciones de ganar un partido salvo un sobrenatural acierto en el lanzamiento. No fue el caso ayer. El Unicaja perdió de manera calamitosa la batalla por los rechaces (54-26), tuvo un lastimoso 32% en tiros de dos y un pobre 28% en triples. Números de junior, no de profesionales. A grandes rasgos, se explica por ahí la derrota del combinado cajista en la capital, en el segundo partido de la Euroliga.

Estatura, fuerza y técnica son los tres parámetros que utilizan los teóricos para disertar sobre el rebote. La superioridad física del Real Madrid sobre el Unicaja es evidente, sólo hacía falta ver algún emparejamiento, como el Suárez-Tripkovic, en el que al fino tirador serbio le faltó salir volando. En el tema de la estatura, Tomic y Fischer llevan ventaja. Entre los dos capturaron 24 rechaces (14 el croata, 10 el norteamericano), sólo dos menos que todo el Unicaja. Felipe añadió ocho, los mismos que Carlos Suárez. Todos por encima de los dos metros sobrados.

Pero no es sólo una cuestión física ni técnica, que también. Influyen la fe, la intuición, las ganas. Los entrenadores suelen referirse de una manera más prosaica: "huevos". A Aíto no le gusta que se ofrezcan sus tiempos muertos en la televisión, el Unicaja ha recibido alguna multa en años pasados por ello. Ayer, la retransmisión de la Euroliga sí lo permitió. Se le vio pedir a Freeland que fuera al tapón cuando Sergio penetraba fácil. Y reflejó, sobre todo en el segundo tiempo, la desesperación del técnico madrileño por insuflar a sus jugadores una dosis de energía que ayudara a cortar una mortal hemorragia que costó absolutamente el partido. "El que desconecte, al banquillo". En espanglish, "Disconection to the bench". No podía ser más explícito. El rejonazo fue la lesión de Carlos Jiménez al final del primer tiempo tras capturar un rebote y torcerse otra vez el tobillo. Ahí se acabó el partido, la dependencia del antiguo capitán de la selección española es alarmante. No hay jugador más indispensable a día de hoy en el equipo de Aíto.

En un partido normal, es cierto que el Real Madrid no hubiera fallado tanto. Pero el Unicaja tuvo el partido a mano. Con esa tara pesadísima del rebote, dominó durante casi todo el primer tiempo, salvo en el marcador final (34-32). Si la hubiera corregido, el partido se hubiera venido para Málaga. Pero se quedó en la capital, el sitio donde se creó El Rebote.

SERGIO RODRÍGUEZ

El base tinerfeño jugó su último partido oficial con el Estudiantes, antes de dar el salto a la NBA, ante el Unicaja. Tiempos felices para los dos. El equipo malagueño eliminó entonces al cuadro estudiantil en los cuartos de final de la ACB, en la antesala del único trofeo de Liga que existe en Los Guindos. Estupendo duelo al sol entre Carlos Cabezas y Sergio Rodríguez, que entonces era un prometedor veinteañero que se disponía a saltar a la NBA. Los Suns cogieron sus derechos y le traspasaron a Portland. Tres años allí y otro repartido entre Sacramento y Nueva York no le permitieron asentarse en la mejor liga del mundo. En su regreso a Europa le está costando adaptarse. La sonrisa ha desaparecido de su rostro, no es la misma que cuatro años antes. Aunque ayer enseñó algo los dientes ante el Unicaja, quizá recordando aquella gran primavera de 2006. Freire le padeció. Sergio estuvo suelto, fue más agresivo ante el aro rival, aunque después dejó alguna pérdida, una antideportiva y se llevó la reprimenda de Messina, que asegura que es un empeño personal recuperar la mejor versión del canario. Lástima que el Unicaja padeciera un ramalazo del mejor Sergio. Freire, no obstante, mostró su afán competitivo y no fue sobrepasado por la entidad del partido. Más preocupante fue la imagen de McIntyre, timorato, quizá impedido por esa fascitis que hace temblar.

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