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Cuando oí a Helenio Herrera

  • La victoria en Sevilla nos pone en el camino de la permanencia en Primera un año más Bazán me coló como sobrino suyo en la charla técnico de Helenio Herrera previa al 6-0 al Real Madrid

DESPUÉS de haber pasado unos días enfermo, vuelvo con energías a estas líneas. Las mías propias y las que me insufló el Málaga tras su brillante victoria en Sevilla, que nos pone en el camino de la permanencia en Primera un año más.

En este tiempo sin poder escribir he pasado noches de infarto frente al televisor y otras de alivio. Me van a permitir, porque me quedé con las ganas de hacerlo en los días previos a la visita del Real Madrid, que les cuente una anécdota que servidor tuvo el inmenso placer de vivir. Es vox populi el 6-2 que le infligimos a los blancos hace casi tres décadas o aquel 3-1 en el que Di Stéfano, al término del partido, confesó que en La Rosaleda había sufrido el mejor marcaje de su historia, por obra y gracia de Gonzalo Borredá. Yo quiero referirme a aquel majestuoso 6-0 del 53 con triplete incluido de Don Pedro Bazán. Helenio Herrera era el entrenador. Yo estaba con Bazán, como casi siempre, por allí. Entonces, llegó el turno de la charla técnica, en la que no podía estar nadie que no fuera jugador de la plantilla. Cuando me vio allí, Herrera me preguntó que quién era. Pedro Bazán se me anticipó y comentó que yo era su sobrino. Tal era su influencia que el técnico me permitió quedarme y asistir. Fue más de media hora que jamás olvidaré, me sentí como el privilegiado que era en aquel momento. La anécdota cobró mucho más valor viendo el resultado posterior. Se ve que sus pupilos hicieron caso al entrenador, que en la charla insistió en que había que buscar a Pedro Bazán para potenciar su capacidad de gol. Los tres primeros, en menos de media hora, llevaron su sello. Y servidor jamás podrá olvidarlo.

Dicho todo esto, llega el momento de mirar hacia el partido frente al Granada. Cómo explicarle hoy en día a alguno de los jóvenes que vive en tránsito entre Málaga y Granada o que mira la ciudad nazarí con tan buenos ojos la tremenda rivalidad que se vivía hace algunas décadas con estos inflamables duelos. Hoy hay buenos tratos entre ambas aficiones, en mi época ir a Los Cármenes o que vinieran aquí a los rojiblancos era sinónimo de exponerse a llevarse un mal rato. Por agredir, después de este tipo de encuentros se ha llegado hasta a tirar objetos contra el tren, aquel mítico botijo que unía las dos ciudades a la hora de desplazarse para ver el choque.

Por cierto, ya iba siendo hora de poder presenciar un encuentro de los blanquiazules a una hora decente. ¡El domingo al mediodía, qué alegría! Yo me levantaré a las 9:00 y me iré para allá dispuesto a ver una victoria que sería casi definitiva para la salvación.

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