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La segunda unidad da sentido a la palabra equipo

  • Los suplentes decidieron el duelo en un segundo cuarteto demoledor

La imagen de los últimos tres minutos y medio dejaba muy claro lo que había pasado en los otros 36 y medio. Chus Mateo metió en la pista a Pepe Pozas y el quinteto cajista quedaba formado por Saúl Blanco, Álex Abrines, Hrvoje Peric, Nedzad Sinanovic y el citado base de 19 años. Enfrente, Luis Casimiro daba entrada a Jhornan Zamora. Sobre el parqué, cuatro jugadores que durante la temporada pasada llegaron a ser compañeros en el Clínicas Rincón. Fue la última escena de un partido plácido para los malagueños. Un sufrimiento para el Blancos de Rueda.

Disfrutaba por entonces el Unicaja de una renta que rondaba la treintena de puntos. Saboreaba su quinto triunfo en la Liga Endesa, que le mantiene en el liderato empatado con Barcelona, Real Madrid y Lucentum Alicante, y su duodécima victoria casera consecutiva en Liga Regular. No había partido, no había rival. Saúl Blanco, sí Saúl Blanco era el jugador que más minutos llevaba sobre la pista, Darden no había anotado, Freeland no había alcanzado, por primera vez esta temporada en la Liga, los dobles dígitos en la anotación, y Earl Rowland y Gerald Fitch no habían podido disputar por lesión ni un sólo minuto. Pareciera que no hubiese habido ningún rival enfrente. En cierto modo así fue, porque el Blancos de Rueda Valladolid ofreció una imagen penosa. Pero para que se diese tal panorama fue necesario un punto de inflexión, un momento en el que la segunda unidad dijo basta, se puso los galones y tiró del equipo tras un primer cuarto en el que malagueños y pucelanos rivalizaron en mal gusto.

Quizá los aficionados que ayer estuvieron en el Carpena no lo recuerden, pero el Blancos de Rueda llegó a mandar 0-5 después de un triple de Touré y una canasta de Seawright. Además, el Unicaja no fue capaz de conseguir su primera canasta en juego hasta que Joel Freeland culminó un contraataque con un mate espectacular, cuando ya habían transcurrido cuatro minutos y 55 segundos. Quizá tampoco recuerden que Luka Zoric se cargó con dos faltas en los primeros tres minutos y medio, que Chus Mateo movió y movió el banquillo en busca de soluciones, de modo que sólo los canteranos Pozas y Abrines se quedaron sin participar en el primer cuarto, o que el equipo se marchó al banco para encarar el segundo cuarto con seis pérdidas en su haber y unos nefastos porcentajes de tiro (3/7 en tiros de dos y 1/4 en triples). El partido estaba entonces en tablas: 15-15.

La trampa de la que hablaba Chus Mateo en la previa estaba puesta. En mitad del Carpena. El equipo estaba atascado y el rival, metido de lleno en el choque. No hubo golpe sobre la mesa tras el salto inicial y ahora había que luchar también contra el tiempo. Cuanto más se tardara en marcar distancias más difícil sería conseguir llegar a un final tranquilo. Había partido, pero entonces un quinteto de circunstancias se encargó de eliminar de un plumazo todo el suspense que aún había sobre el parqué. Berni ejerciendo de base, Saúl y Peric completando la línea exterior y Garbajosa y Sinanovic dando descanso a un apagado Freeland y a un Zoric cargado de faltas. El capitán tomó el mando de operaciones y la cosa comenzó a funcionar: triple y asistencia para que Sina machaque. Después, dos robos de balón que Saúl y Garbajosa convierten en puntos, nuevo triple de Berni, doble dos más uno de Sinanovic y cuatro puntos seguidos de Peric. La segunda unidad, el banquillo, reventó al Blancos de Rueda con un demoledor 22-8 (37-23). Puso la puntilla Kristaps Valters antes del descanso, cuya valentía lo mismo sirve para tomar una mala decisión en una última posesión como para noquear al rival con su centelleante tiro (42-26). 35 de los 45 puntos cajistas hasta ese momento llevaban la firma de Berni, Peric, Sinanovic y Valters. Saúl tampoco se unió esta vez a la fiesta. Ya nadie se acordaba del primer cuarto. Los porcentajes de tiro se habían elevado hasta el 65% en tiros de dos y el 40% en triples y el rival sólo fue capaz de sumar dos puntos de valoración en todo el segundo cuarto.

Después de eso ya nada fue lo mismo. Con el partido totalmente decantado (45-29), Luka Zoric quiso recuperar todo el tiempo que se había pasado sentado en el banquillo en la primera mitad y monopolizó el juego cajista. Si algo caracteriza al croata es su entereza para hacer frente a la adversidad y seguir actuando como si nada hubiese pasado. No necesita a nadie que le de palmaditas en la espaldas. Así que agarró el balón y fabricó los siguientes once puntos del equipo, también 15 de los 22 que sumó el Unicaja en ese cuarto. El equipo de Casimiro, tras verse 31 abajo (65-34), ya no era un equipo. Y Mateo se permitió la licencia de no volver a utilizar a Garbajosa, aún renqueante, y dar más descanso del habitual a Darden y Freeland. Fue así como se desembocó en un final de partido como el anteriormente descrito. Con Pozas, con Abrines, con Sinanovic, con Zamora. Lo permitió el banquillo cajista, que ante las ausencias y un mal comienzo dio lustre al significado de la palabra equipo.

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