No siempre hay pata negra (0-0)
Espanyol-málaga cf
Soso Un Málaga cansado y sin chispa saca otro buen punto a domicilio en un encuentro donde sus únicas opciones se remitieron al balón parado Bravo El Espanyol nunca inquietó gracias a otro buen encuentro cuajado en la parcela defensiva
No había champán ni pata negra en Barcelona. El Málaga pidió el menú de la casa, platos caseros y vino de la casa. De lenta digestión pero que también sacia. Sucede que a veces este equipo tan elegante sale a la calle en chándal. Que no es fogoso, creativo ni chisposo. Si bien camina con paso firme, no se ensucia, no pisa cáscaras de plátano ni regalos caninos. Son 18 de 27 puntos, no se puede olvidar. Un Málaga un día más de bronce, el tercero de la Liga. Que el día que no pinta y colorea traspasa los galones al grupo de centinelas que acampa frente a Caballero. El Espanyol tampoco reunió el número suficiente de liliputienses para tumbar a este Málaga, que fue el Gulliver entre enanos cuando defendió y el Gulliver entre gigantes cuando miró la puerta rival.
Una vez más de resaca, los de Pellegrini circularon en marchas cortas. Jugaron 66 horas después del gustazo ante el Milan. A veces se le pide al Málaga que siga pintando su particular Capilla Sixtina cuando los músculos aún están entumecidos. El arte también necesita descanso, hay que darle al duende sus ocho horas de sueño. Mucha fatiga tuvo que ver Pellegrini en los suyos para dejar fuera a tres de sus delineantes. Sin Joaquín, Portillo ni Saviola y con Isco en tonos grises, los ataques parecían la repetición. Sin el de Arroyo de la Miel ni Verdú encendidos, el partido fue como un día de lluvia. El único 22 constante fue Wakaso, un tipo de acciones limitadas: o pega una patada o le pega a puerta desde donde sea. Por suerte blanquiazul, ni marcó ni rompió huesos. Ese bullicio sin ruido que él representante fue el Espanyol, nada más.
Y es que ayer no fue día para arquitectos. Emergieron en el Málaga sus obreros, Camacho e Iturra, reyes de la trinchera; Demichelis y Weligton, sus sombras unos metros más atrás. Un remate muy blando de Albín al centro de la portería (77'), el único a puerta, volvió a sugerir que Caballero reparta su sueldo entre los que le filtran tanto peligro. Debería darles entradas VIP si al término de la campaña consolida su actual Zamora. Queda en un segundo plano ante el zapateo de Isco y Joaquín, pero si un equipo resulta invencible es gracias a su dispositivo defensivo. Bajo el escudo que solo pudo romper Falcao continúan bien pertrechados los malaguistas.
Demichelis ensució su nota con dos clamorosos errores en una de sus mejores suertes, el remate de cabeza. Duda le dio dos pases en boca de gol de los que seguirá dibujando cuando juegue con sus nietos en el jardín. En ambas remató con el cuello de la niña de El Exorcista, especialmente la primera. Resultó increíble que a balón parado el Málaga no sacara tajada de una defensa que era un todo incluido. Hubo permisividad de remates en el área pequeña, en la grande, en la frontal y hasta en las segundas jugadas. El guante de Duda y el acúmulo de tipos altos sin puntería fueron los renglones de una primera mitad en la que los de Pochettino trataron de escribir imitando la manera de atacar de los blanquiazules.
El minuto 92, cabezazo con el cuello poderoso de Santa Cruz y parada de reflejos de Cristian Álvarez, dio más efervescencia a los que se han instalado en el club de los exigentes. Los que lamentaron el empate ante un rival apocado. Los más comprensivos entendieron que se esfumaron los dos puntos en la falta de pulso de la primera mitad. Cuando acabó el intermedio, a los hombres de Pellegrini le empezaron a crujir los huesos. También a un Isco muy terrenal, que le dio a Joaquín el testigo del cambio de ritmo en la segunda mitad. Salió con brío el gaditano, pero sin socios, pese a la posterior compañía de Portillo. El único feliz fue el sheriff del partido, Delgado Ferreiro. Nueve amarillas en una tarde de guante blanco.
Volvió a sonar la cara B del himno de la Champions, con el peaje de la locura televisiva. Es un aviso para el futuro, se está formando un poso de cansancio. Pero otra vez con un punto más en el zurrón.
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