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La Feria de Málaga es una fiesta que celebra la identidad y la tradición de la ciudad. Durante estos días, es posible ver tanto en el centro como en el Real una gran cantidad de trajes de flamenca, abanicos y sobre todo mucha música. Sin embargo, en plena fiesta hay algo que destaca entre las guirnaldas y el buen ambiente: las pandas de Verdiales, rodeadas siempre de personas bailando junto a ellas y grabando su arte con sus teléfonos.
Es un arte que en la mayoría de los casos se hereda de generación en generación. "Mi hijo tiene tres años y desde que nació está con unas castañuelas en la mano. Porque le gusta y le nace", detalla Míriam Martín Solán, directora de la panda El Capitán. "Mi padre es el alcalde de la panda. Yo veo a mi sobrina y a mi niño como les sigue gustando y siguen bailando con nosotros. Es algo que cada vez va floreciendo más en mi familia".
Pero en algunos casos, se trata de un sentimiento que nace en el interior, según José Carlos Pérez Domínguez, alcalde de la panda Primera de Benagalbón. "Yo lo vi por primera vez de un tío de mi madre, porque a ella la vi bailar solo una o dos veces. Antes se aprendía a bailar con una silla, no había escuelas", afirma Domínguez. "Tenías que quedarte con los pasos grabados en tu mente y practicarlos en casa. Y si no sabías tocar, no podías tocar en ningún lado". "Ahora hay muchas escuelas por los pueblos de Málaga. Si uno presta intención y pone interés y ganas, realmente se le enseña a bailar y tocar. Hay gente que le ha enseñado a los 40 años o incluso a los 50", añade Martín.
Sin embargo, la Feria de Málaga no es el momento más importante para estos grupos. "Es un buen escaparate", indica Domínguez. "Tenemos unas 12 actuaciones al año más o menos. En verano tenemos algunas más, pero en invierno tenemos la Feria del pueblo las semanas culturales, también vamos a colegios y hacemos de todo tipo de actuaciones", explica. Pero insiste en que el día más importante para estos grupos es el 28 de diciembre, la Fiesta Mayor de los Verdiales.
"Es increíble ver cómo a la gente le gusta lo que hacemos y nos quieren. Empezamos a ensayar y se llena de gente a nuestro alrededor, nos piden fotos. Es imposible salir a la calle sin llamar la atención", explica Martín. "A nosotros nos gusta trabajar en calle Larios. Es muy bonito porque hay mucha gente y estamos rodeados en todo momento. Se nota a la hora de bailar, porque no estamos nada más en un escenario", afirma.
"Nos gusta más bailar y tocar en el suelo que en un escenario. La actuación suena mejor que con un micrófono y estamos más cerca de la gente. Es diferente, pero en el suelo la fiesta siempre es mucho más bonita que en un escenario", aclara Martín. "El que viene a la fiesta es porque le gusta bailar y le gusta tocar. Cuando venimos, a lo mejor estamos contratados cuatro horas, pero nos quedamos seis porque realmente lo disfrutamos".
Sin embargo, para algunas de estas pandas no todo es un camino de rosas. "Es una tradición que cuesta mucho trabajo mantener. En las escuelas de Verdiales no hay muchos jóvenes. Hay juventud sobre todo para bailar, pero no para instrumentos. Sobre todo hay personas mayores", explica el alcalde de la panda Primera de Benagalbón. "Estaría bien que se ofertara como actividad extraescolar en los colegios para darle más visibilidad".
La riqueza de los Verdiales se refleja en tres estilos: Montes, Almogía y Comares. El estilo Montes, considerado el más antiguo, se caracteriza por sus ritmos más rápidos y percusiones marcadas, además de sombreros decorados con cintas y espejos. Por su parte, el estilo Almogía tiene un ritmo más pausado y melódico, con ornamentaciones musicales que aportan elegancia y un espíritu festivo y un vestuario de colores más sobrios. Por último, el estilo Comares, más reciente, destaca por sus complejas melodías y ritmos lentos. Sus trajes y sombreros, decorados con cintas que representan los paisajes de la Axarquía. "Cada uno tiene su toque y se escucha muy diferente", explica la directora de la panda El Capitán.
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