Festival Cine Málaga

Alberto Ammann y Bruna Cusí: "Parte de la política internacional de EEUU es generar miedo"

Bruna Cusi y Alberto Ammann durante la entrevista.

Bruna Cusi y Alberto Ammann durante la entrevista. / Javier Albiñana

Elena es bailarina y profesora en una escuela de danza. Diego es un urbanista venezonalo. Son pareja de hecho, residentes en Barcelona y deciden marcharse a Miami para buscar nuevas oportunidades laborales. Con sus visados en regla, aterrizan en Nueva York para hacer una escala. En el control de inmigración se enciende la luz roja y empieza la pesadilla. Son conducidos a la sala de inspección secundaria, donde dos agentes fronterizos les someten a un interrogatorio psicológicamente extenuante. Los cineastas venezolanos Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vásquez han escrito y dirigido la producción española Upon Entry (La llegada) que cuenta con Alberto Ammann y Bruna Cusí en los papeles protagonistas. Este viernes se ha presentado a concurso en la Sección Oficial del 26 Festival de Málaga

-El personaje de Diego está en tensión desde el primer minuto de la película... 

-Alberto Ammann: Fue una propuesta de imaginar a este muchacho al que le resulta importante entrar en Estados Unidos, porque tiene familia en Miami y porque busca una oportunidad laboral, y sabe que tiene un pasaporte que allí no gusta mucho, el pasaporte venezolano. Aunque tenga el visado aprobado gracias a que Elena lo ha ganado en la lotería que hace Estados Unidos cada año, aunque tenga sus papeles en orden, el miedo está. Considero que parte de la política internacional e interior de este país es generar miedo constantemente. 

-¿Cómo enfocó este papel?

-A. A. Aunque ya estaba bastante planteado en el guión, yo vi a Diego como una persona temerosa, escurridiza, torpe socialmente, alguien tímido, introspectivo, un personaje difícil para enfrentar esta situación que le toca. 

-¿Hacia dónde quiere llevar al espectador esta película?

-Bruna Cusí: Creo que es una película muy inmersiva, empatizas mucho con los personajes y como espectador te sientes también juzgado y culpable aunque no hayas hecho nada. Creo que una de las gracias de esta película es que podríamos ser cada uno de nosotros. Además hay una parte de crítica, de drama social. Porque está claro que no te tratan igual si vienes de un país que está jodido como Venezuela que si entras desde un país europeo. Luego hay esa parcela más psicológica de la pareja, de cómo en una hora se puede desmontar la confianza y la relación. 

-En el control de inmigración son especialmente duros... 

-A. A. Es parte de la manipulación y la violencia psicológica que ejercen en nombre del sistema. El personaje de Laura Gómez es como el de uno de tantos latinos que ha cruzado a Estados Unidos y que luego cuando Trump quería construir el muro decían que sí, de esos que una vez allí ya no quieren que pase nadie más. Yo creo que Estados Unidos tiene un largo prontuario de ejercicio de la tortura psicológica y además ya está desclasificado, ya se sabe que entrenaron a los militares para torturar en Latinoamérica a través de dictaduras, son especialistas en eso, expertos en meter miedo a la gente...

Ammann y Cusí posan en la terraza del AC Málaga Palacio. Ammann y Cusí posan en la terraza del AC Málaga Palacio.

Ammann y Cusí posan en la terraza del AC Málaga Palacio. / Javier Albiñana

-¿La mirada como europea es distinta?

-B. C. Ella también se pone nerviosa, pero como europea no siente que esté haciendo nada mal, al revés. Desde el principio ve que están vulnerando sus derechos y considera que los tiene que reivindicar. Pero llega un momento en el que la humillación es tan fuerte que solo puedes callar y esperar que suceda rápido, que no sea peor de lo que ya está siendo. Ella toma conciencia de que no la están tratando igual que a su pareja, que lo están culpando sin pruebas ni nada. Es, además, la bajada a los infiernos de vivir de repente esta situación de maltrato por primera vez. Es una toma de conciencia social. 

-En Upon Entry también se habla de la violencia ejercida por las autoridades en países como Venezuela

-A. A. Sí, es un clásico en Latinoamércia. La corrupción está tan instalada en el sistema por las personas que corrompen, los que tienen el dinero, que es moneda corriente. 

-¿Otro de los temas que planean sobre la cinta es la fragilidad de las relaciones de pareja?

-A. A. Bueno, la relación se tambalea por un efecto de presión externa muy grande. Hay mil motivos para que las personas oculten algo a su pareja, como hace Diego, porque le quitan importancia, porque tienen miedo a decir las cosas y a afrontar las consecuencias, o porque quieren borrarlo de su pasado... 

-B. C. La sinceridad puede ser un sincericidio y yo creo que la intimidad individual es un derecho. No porque estés con alguien tienes que contarle todas tus intimidades, igual hay cosas que no quieres compartirlas y eso no quita que seas honesta y buena persona o que no quieras a la otra persona. Es verdad que Diego no le ha dicho algo importante a Elena por miedo a ser juzgado, a que se malpiense o crear un conflicto que para él no tiene importancia, pero sale en un momento de presión e, igualmente, la reacción hubiera sido distinta en un contexto íntimo. De repente el problema es que hay espectadores de esta nueva información. 

-¿Qué tal ha sido el trabajo en común?

-B. C. Alberto es muy generoso y muy buen actor. Él, Laura Gómez, Ben Temple... he tenido la suerte de estar en el equipo A. Ha sido un gustazo. 

-A. A. Sí, digo lo mismo, hemos tenido un equipo maravilloso. Todos estábamos emocionalmente e ideológicamente muy cercanos sobre lo que nos parecía esta historia, pero dos tenían que ir para un lado y dos para el otro... Nos hemos divertido muchísimo. 

-Con cuatro personajes y tres escenarios se ha construido una película muy solvente. ¿Esto denota que no hacen falta grandes producciones para contar una buena historia?

-A. A. Yo creo que eso es también el talento de los directores. Yo lo que encontré, igualmente en el equipo técnico, es un amor por el cine que fue el núcleo que nos unió a todos con un proyecto bello, profundo, bien escrito... 

-B. C. Sí, para mí es el cine en estado puro, una cámara, unos intérpretes y una buena historia y ellos lo han sabido hacer desde el amor a su propia historia, al cine, con un sentimiento muy honesto, este es el presupuesto que hay, no podemos abarcar más, pero igual esta historia no necesita más. 

-¿Cómo fue ese rodaje?

-B. C. Rodamos en muy poco tiempo pero no tuve la sensación de que fuéramos cortos de planos o de ensayos, fue intenso. La verdad es que no quería que se acabara el rodaje, quería alargarlo, hacer una serie, seguir viviendo así. Rodamos en Barcelona, en unos estudios estupendos, muy cerca de mi casa, iba en bici a trabajar. 

-A. A. Hemos ensayado, hablado, puesto temas en común... Teníamos escenas largas, que para asentar la interpretación fue muy útil, porque cuantos más minutos tienes empieza a salir algo solo, instintivamente. Me di cuenta de que tenía un montón de tics a medida que la tensión iba creciendo. Trabajé el carácter del personaje apoyándome en dos grandes amigos, uno de ellos que conozco desde la adolescencia, que tengo muy visto. A partir de ponerme en su esencia empezaron a aparecer muchas cosas suyas, tics con las manos, los parpadeos, cosas que no son mías. Esto me lo dio también el respirar el tiempo de la escena y eso es gracias a los directores. 

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