La academia de las musas. sección oficial. Drama, España, 2015, 92 min. Dirección: José Luis Guerin. Intérpretes: R. Pinto, E. Forgetta, R. Delor Muns.

La resurrección de Guerin, cuando menos se esperaba, ha llegado con una película en la que regresa al gran motivo inaugural de su cine, el de Los motivos de Berta o Trendesombras, aquel que trata del poder de la mirada cinematográfica para transfigurar el mundo: la confluencia de ojo, cámara e imagen; la mirada deseante, la mirada mecánica y la que devuelve, desde la materia encuadrada y robada al presente, el trozo de celuloide o el mar de píxeles que contienen a la figura humana.

Guerin vuelve, permitan el símil, porque deja atrás un cierto onanismo autorreferencial de cineasta de festival, lanzándose de nuevo al riesgo de la promiscuidad sexual: mirar a las mujeres y aguantar sus miradas, poner en circulación el genio del deseo de quien filma, ese suplemento que, de clásicos a modernos, ha configurado la historia del cine.

El cómplice de Guerin en La Academia de las musas es Raffaele Pinto, profesor con un parecido imán y con el que comparte profesión de riesgo: aquí la alumna, allí la actriz, y en ambos universos ahora fusionados el juego de la seducción como virtualidad siempre actualizable, pero también como táctica en la obtención de réditos artísticos, estéticos y docentes. El resto, el paulatino despliegue de esta sugerente madeja que atrapa a propios y extraños, donde se asiste al combate de la herencia cultural con el pensamiento de género y la todopoderosa corrección política, supone algo así como un juego virtuoso. Como lo eran las películas de Schérer-Rohmer, epítome de esas dos vidas, real y fantasma, que anidan en todo verdadero cineasta, quien parece haber inspirado más que nunca a nuestro Guerin, aquí orquestando reflejos que advierten del décalage entre los discursos y las imágenes (pública y privada) de los que redoblan sus días en el revelador cinematográfico.