Festival de Cine Sevilla

La política como cuento de fantasmas

  • Pedro Costa presenta su 'Cavalo dinheiro', una muestra más de su personalísima concepción del cine. Asia Argento condensa en clave de comedia negra su conflictiva infancia en 'Misunderstood'.

Se emplea a veces con demasiada alegría el término insobornable, pero es realmente difícil equivocarse si se recurre a él para hablar de Pedro Costa. Entre otras cosas porque lo suyo es el cine, no el show business, y esto queda siempre claro en sus películas y en su radical ausencia de poses. Ayer, este autor clave para entender la singular veta de resistencia que representa cierto cine portugués en los últimos tiempos, visitó Sevilla para presentar en la Sección Oficial del SEFF su última película, Cavalo dinheiro, por la que ganó el premio al mejor director en el pasado Festival de Locarno.

"Es difícil hablar de ella porque estamos haciendo cine con restos de cosas, de escenarios, de vestuario... No tenemos más nada, y dentro de poco tendremos que hacerlo con lo que encontremos por la calle", dice Costa, y lo dice con su gesto, serio, reflexivo y algo retraído, pero no se trata exactamente de que envidie los presupuestos fastuosos: "Eso son cosas de personas en fiestas a las tres de la mañana. Lo del cine de hoy es un escándalo, una locura, un delirio total, una cosa que no existe", añade el autor sobre ese cine "escapista y derrochador, que no mira, no escucha y no presta atención ni a los medios ni a los fines", y para el que en estos días sí sigue habiendo dinero, a montones.

En Cavalodinheiro, su regreso tras cinco años -"para mí el proceso de producción de una película es más importante que las llamadas cosas artísticas; a mí me causa fastidio hablar de ellas"- vuelve a un lugar fundamental para él, a las calles de Fontainhas, el barrio depauperado donde se concentran muchos -los más desafortunados- de los inmigrantes de Cabo Verde en Lisboa. También vuelve al lado de Ventura, uno de esos perdedores, "un ser especial que habla de una manera especial", un amigo de muchos años al que ya retrató en filmes como Juventud en marcha, y ahora una presencia errante y crespuscular en la pantalla. "Quería aproximarme un poco más a él, pero sin atravesar ciertas barreras porque siempre ha habido pudor entre nosotros", explica Costa.

Dice el director que el cine debería "contar mejor las historias mal contadas" ahí fuera, en el mundo, en el que se suele llamar real. Y eso ha tratado él de hacer en este filme que avanza entre saltos de la Revolución de los Claveles, cuyos "capitanes de abril están desde hace muchos años destrozados o locos", a la actualidad. "La política es la historia de algo sórdido, nocturno, peligroso y brutal; una historia de horror. Eso lo supe yo por el cine, y él, Ventura, por su piel y por su vida cotidiana", afirma el cineasta, que quiso recrear en sus imágenes "esa sensación de mirar algo por primera vez, esa extrañeza con que vemos las cosas cuando despertamos de un sueño, o de una revolución. Recuerdo cuando me encontré con él [en aquellos días de esperanza de 1974]. Yo andaba gritando algunas palabras un poco idiotas y él estaba... llorando".

Con un aire de quietud fantasmagórica, como si todo aconteciera en una especie de limbo o de Purgatorio mental, la película de Costa no responde a la lógica del tipo de relato narrativo perfectamente dirigido y cerrado que con la fuerza de la costumbre se nos ha grabado a todos a fuego en la cabeza. En este sentido, exige un esfuerzo del espectador, aunque la recompensa que entrega es una belleza realmente insólita y llena de cosas verdaderas, marca de la casa. "Lo que le ha pasado a Portural desde entonces [desde la Revolución de los Claveles] hasta hoy es una pesadilla. La tristeza total. El fracaso más absoluto. Necesitaba cuerpos, ojos, miradas y palabras con un determinado fulgor para intentar dejar constancia de ese fracaso", dice Costa, que contó con otros actores aparte de su amigo, pero actores "en el sentido etimológico", porque no trabaja con actores profesionales ni habla de "cosas simbólicas", advierte, sino de gente real, que trabaja, que es pobre, sufre y sobrevive.

Otros vecinos del barrio de Fontainhas aparecen en el filme, pero es Ventura el centro de Cavalo dinheiro. Dice su amigo el director de cine que bajo la premisa de un verso del poeta austriaco Georg Trakl -"oscurecer esta oscuridad"- comenzó a filmar, y al final le ha salido una obra que es también poesía misteriosa: una elegía por un hombre caboverdiano que al final de los días de su vida dura, llena de miedos y de amenazas por las vicisitudes políticas -una historia de horror, sí- se enfrenta a sus fantasmas y a su declive.

El contraste entre Cavalo dinheiro y Misunderstood, el otro título de la Sección Oficial que se presentó ayer, es -más que grande- abismal. En una historia cuyo título (Incomprendida) lo dice casi todo, Asia Argento, que no acudió a la presentación, firma una película que arranca divertida y tierna en su mirada a la intensidad desaforada de las amistades femeninas en la infancia, una comedia de tono melodramático y llena de humor negro y mala leche que va derivando hacia otra cosa cuando Argento, paradigma (famoso) de la mujer cool, rebelde y tempestuosa, decide darse pena a sí misma y entrar de lleno en un pobre de mí que además se cierra con un final -mensaje-coda incluido- que no le hace ningún favor a la película. El material es evidentemente autobiográfico: su niñez como hija de padres artistas (en la realidad, el venerado director de cine de terror Dario Argento y la actriz Daria Nicolodi); el relato de iniciación de una niña condenada a buscarse el cariño en la tierra de nadie entre dos (no muy) adultos extravagantes y ferozmente egoístas.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios