Este pueblo morisco de Málaga es la cuna de los verdiales, mirador natural sin parangón e historia viva de la provincia

Un enclave estratégico donde la Edad Media dejó huella entre castillos y torres defensivas

El legado de los verdiales que sigue marcando la identidad cultural del Valle del Guadalhorce

Monumentos, templos y santuarios que narran siglos de historia en Almogía

Vistas del pueblo de Almogía.
Vistas del pueblo de Almogía. / malaga.es

Situado en la comarca del Valle del Guadalhorce, el municipio de Almogía se levanta como un territorio donde confluyen naturaleza, patrimonio y tradición. Su ubicación privilegiada lo convirtió durante la Edad Media en un punto estratégico para árabes y cristianos, protagonizando episodios determinantes de la historia de la provincia. Esa mezcla de culturas aún se deja ver en su trazado urbano, en sus restos defensivos y en los símbolos que han quedado como huella de su pasado, entre ellos el castillo de Huns-Xan-Biter y la Torre de la Vela, vestigios de un tiempo en el que estas tierras fueron escenario de disputas, alianzas y reconquistas.

Almogía es además la cuna de uno de los estilos de verdiales más reconocidos de la provincia de Málaga, un folclore ancestral declarado parte esencial del patrimonio inmaterial malagueño. Su tradición festiva continúa siendo un referente para toda la comarca.

El municipio conserva un conjunto de monumentos que narran su evolución a través de los siglos. La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, levantada en el siglo XVI y restaurada tras el terremoto del siglo XIX, destaca como una de las construcciones más representativas. A su lado, la capilla del Santo Cristo, también reformada tras aquel seísmo, alberga una llamativa pintura de un Crucificado que forma parte del patrimonio devocional local.

En la parte alta del casco urbano aparecen los restos del Castillo de Almogía, origen histórico del asentamiento. A sus pies comenzó a desarrollarse la población mientras la fortaleza mantenía su función militar, primero bajo dominio cristiano y posteriormente árabe. Con la llegada de los Reyes Católicos, la fortaleza fue arrasada casi por completo, conservándose únicamente la Torre de la Vela, que aún se erige como recuerdo de su importancia estratégica.

Un panorámica de la Ermita de las Tres Cruces.
Un panorámica de la Ermita de las Tres Cruces. / malaga.es

A pocos kilómetros, entre Almogía, Álora y Cártama, se encuentra la ermita de las Tres Cruces, un santuario de enorme valor simbólico. Es el escenario donde cada año se celebra una de las fiestas de verdiales más destacadas de la comarca, un encuentro tradicional que concentra el legado musical más antiguo de estas tierras.

Como exposición etnográfica al aire libre se sitúa el Lavadero de la Noria, formado por treinta lebrillos de barro con piedras de lavar datados en el siglo XIX. Este espacio rememora la vida cotidiana de la población y las labores que marcaron el ritmo diario del municipio.

La riqueza cultural se completa con restos arqueológicos de múltiples civilizaciones. Fenicios, romanos, visigodos y árabes dejaron huella en la zona, especialmente visibles en las pinturas rupestres de la Venta del Fraile, prueba del asentamiento prehistórico en el entorno.

Una historia que se remonta a la prehistoria

Las pinturas rupestres de la Venta del Fraile confirman que el ser humano habitó esta zona desde tiempos prehistóricos. Posteriormente, estas tierras se convirtieron en lugar de paso entre el litoral y las poblaciones del interior, como prueban los restos de una calzada romana y diversas estructuras encontradas en cortijos como los Gálvez, Chirino o Los Moras.

Durante la dominación árabe, Almogía cobró relevancia por su papel en la rebelión de Omar Ben Hafsun contra la dinastía Omeya. El castillo de Hins-Xan Biter tuvo entonces un papel esencial como punto defensivo de Bobastro. Tras la reconquista, sus habitantes se convirtieron en vasallos de Castilla, aunque posteriormente se sumaron a la revuelta morisca que afectó a varias zonas serranas de la provincia. La población fue repoblada con cristianos procedentes de Antequera y Teba para evitar su abandono.

El interior del castillo de Hins Canit
El interior del castillo de Hins Canit / malaga.es

El siglo XVI marcó la construcción de la iglesia parroquial, mientras que la capilla del Santo Cristo se levantó en el XVII. Ambas tuvieron que ser reformadas tras el terremoto del XIX, que afectó gravemente estos edificios históricos.

El nombre de Almogía tiene raíz árabe, aunque su significado exacto continúa siendo motivo de debate entre los estudiosos. Para algunos deriva del linaje de los mexíes, mientras que otros lo interpretan como “bonita” o “hermosa”, adjetivos que, en cualquier caso, siguen describiendo con precisión este enclave singular de la provincia de Málaga.

Un paisaje único entre sierras, cumbres y senderos

El término municipal de Almogía se encuentra flanqueado por la sierra del Torcal y la Hoya de Málaga, un entorno natural donde se eleva el pico de Santi Petri, con 794 metros de altura. A esto se suma la garganta de los Retamares, dos enclaves que destacan por sus panorámicas y por la diversidad de rutas senderistas que los atraviesan. Olivos y almendros acompañan el recorrido por estos parajes, característicos del paisaje agrícola tradicional de la zona.

Fiestas que mantienen vivo el legado verdialero y campesino

Almogía conserva algunas de las celebraciones más arraigadas de la provincia. La Fiesta de los Verdiales de las Tres Cruces, declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía y de Singularidad Turística Provincial, se celebra cada primer domingo de mayo en la ermita del mismo nombre. Allí se reúnen pandas de verdiales de la comarca para interpretar, competir y bailar este estilo de origen ancestral durante toda una jornada.

El calendario festivo incluye también celebraciones agrícolas vinculadas a los productos del territorio. En septiembre tiene lugar el Día de la Almendra, homenaje a uno de los frutos más característicos desde la época árabe. En agosto se celebra la Fiesta de la Trilla, con una comida común que recupera recetas tradicionales como el gazpacho, la olla y la pringá.

Durante la Semana Santa, la localidad vive con intensidad la rivalidad entre las dos cofradías, conocidas como los verdes y los moraos. Ambas procesionan en días distintos hasta unirse el Domingo de Resurrección para portar al Cristo Resucitado.

Sabores que definen una identidad propia

La gastronomía de Almogía se caracteriza por el uso de productos locales y, especialmente, por la presencia de la almendra en numerosas recetas. Platos como la chanfaina, el ajoblanco o las porras blancas reflejan esta tradición, mientras que el puchero se mantiene como una de las sopas más representativas. En repostería destacan los borrachuelos, dulces típicos que continúan siendo parte esencial de las celebraciones familiares y festivas.

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