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Las prostitutas a las que les dio por plantarse en plena calle Larios sólo duraron un día l Los vecinos de la Alameda de Colón todavía se preguntan cómo se solucionó tan rápido el problema l El cambio con respecto a 'El pensador' de Rodin fue demasiado radical l Menuda forma de acabar la Cuaresma
HAY quien pone punto y final a la Cuaresma por todo lo alto. El pasado martes, a eso de las cinco de la tarde, me disponía a entrar en la redacción del periódico cuando alguien se puso a mi lado a lanzarme besitos y a decirme "cariño, cariño". Las pintas de la presunta no dejaban mucho lugar a las dudas, pero aún así me resistía a creerlo, no puede ser, pero si esto es el BBVA esquina Martínez. Me puse a buscar la cámara oculta, quizá me habría sorprendido menos si un productor televisivo de fama merecida se hubiera puesto a organizar una broma de tan pésimo gusto, que cosas peores se han visto, pero en su lugar encontré a Victoriano Moreno, que tomaba fotos con su habitual discreción. Así que tuve que admitir que aquello iba en serio: dos prostitutas buscaban clientes en plena arteria principal malagueña a la hora del colacao. Con total impunidad ofrecían sus servicios a bajo precio y en voz alta, ya pasaran a su lado agentes de la policía o niños en bicicleta. Ante una situación así uno no sabe si reír, llorar, indignarse, compadecerse, blasfemar o encerrarse en casa a esperar que pase el ciclón. Para colmo, nada más subir a la redacción me enteré de la muerte de Rafael Azcona, el único que podía haber imaginado una situación semejante y salir ileso. Con los ánimos templados, la primera reflexión que se viene a la cabeza tiene que ver con las ideas preconcebidas que se tienen de la ciudad: a nadie le habría extrañado ver la misma estampa a la misma hora a cien metros, en Félix Sáenz, o un poco más lejos, en Duquesa de Parcent. Pero dos meretrices en calle Larios son como dos seminaristas en el Polígono Guadalhorce a las dos de la mañana. No es surrealismo, pero casi: si hubiera que materializar un poema de Benjamin Péret y situar dos elefantes cruzando un paso de cebra, cierta lógica los llevaría a la Palmilla, donde la mitología sigue hablando de asnos alimentados en las bañeras, o como mucho a la Cruz Verde, donde, tan cerquita del Jardín de los monos, los gallos siguen cantando al amanecer. De la misma forma, si hay que pintar dos anabolenas en plena disposición comercial urbana, la costumbre optará por calle Panaderos o la citada Alameda de Colón antes que, un poner, Conde Ureña. Pero a veces los desequilibrios ocurren. Una calle Larios que acababa de despedir las procesiones y que hace tan poco acogió nada menos que El pensador de Rodin parecía ajena del todo a una representación absoluta de la esclavitud, y sin embargo ésta ocurrió. Habrá que esperar, seguro, más sorpresas.
La prostitución es un asunto delicado e incómodo. Cada palabra que se dice al respecto parece medida y pesada con escrupuloso afán. El martes, algunos de mis compañeros de redacción y yo nos apostamos una paella marinera a que al día siguiente ya no habría barraganas en la esquina, y así fue. Estaba cantado: en un lugar tan a la vista de todo el mundo pocos clientes caerían. Para colmo, las dos troteras fueron portada del Málaga hoy al día siguiente, así que pocas ganas les quedarían de repetir. Pero en Duquesa de Parcent los vecinos darían un brazo por que el problema se solucionara con la misma celeridad. Los servicios sexuales a cambio de dinero son algo que nadie quiere en la puerta de su casa pero que, a su vez, mucha gente consume. Parece que una próxima orden municipal penalizará a quienes contraten este tipo de favores en la calle, aunque ni siquiera esta opción parece ir más allá de la tapadera. La pregunta es: ¿dónde irá a parar todo lo tapado cuando explote? Que la Magdalena nos coja confesados.
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