A Don Quijote y sus molinos

Discapacidad

Con frecuencia olvidamos las cosas realmente importantes en la vida, nos dejamos llevar por la vorágine de nuestro día a día y magnificamos problemas que deberían ser nimios

Asamblea del colectivo de discapacitados en Málaga.

03 de diciembre 2008 - 01:00

CASI sin querer, mientras paseamos por la ciudad pensando en nuestras cosas, como algo que no tiene importancia. No hace mucho tiempo, alguien se detuvo conmigo el tiempo suficiente para explicarme los verdaderos valores de la vida. Qué es importante y qué no, a qué tenemos que prestarle atención y qué es indiferente... pero apenas recuerdo lo que me dijo.

Sé que mientras lo oía me parecía verdaderamente increíble no haberme dado cuenta de lo importante que era lo que me decía. En el fondo, pensaba en cómo no me había dado cuenta yo de eso.

Aceptaba por resignación lo que no había sido capaz de idear yo solo. Y era tan simple. En el día a día de cualquier persona ocurren cosas así un sinfín de veces, y no te das cuenta. Vas a otro ritmo, justo a ése que te deja fuera de lo que cuando estás a solas meditas.

Y no es comparable, nos pasa a todos. Da igual en lo que trabajes, no importa el nivel de vida que lleves y mucho menos tu nivel cultural. Pero ahí esta. Es una de las cosas más importante de la vida, pero no queremos verla o no podemos verla. En el fondo pienso que es imposible eludirlo de forma tan constante. Pero somos capaces.

Es como los toreros, o los futbolistas, que cuando se habla de lesiones, siempre dicen que están hechos de otra pasta. Jamás he entendido qué quiere decir eso, imagino que cuando uno consigue hacer lo que le gusta, hace cualquier cosa por recuperarse de un incidente. Imagino que ésa es la otra pasta.

Y eludimos todo lo que no nos interesa, eludimos aquello que nos provoca daño, evitamos las situaciones embarazosas, y si podemos no acudir al velatorio de alguien, eso que nos ahorramos.

Por defecto, tenemos la tendencia poco animal de mirar hacia el otro lado. De sentir el dolor ajeno en carne propia cuando no queda más remedio, y eso sí, por el tiempo justo, que después de un rato se nos olvida.

Pero no hace mucho tiempo, alguien se detuvo el tiempo suficiente conmigo para recordarme lo que olvido con facilidad.

No nos damos cuenta, pero están ahí. Lo sé porque los he visto, y eso no quiere decir que siempre los vea. Pero ellos sí me ven a mí.

Parece que me están llamando para que vaya, para ponerme a prueba, para ver si recuerdo que son más fuertes que yo. Pero no lo son, y quizás a vosotros no os suceda, pero en mi caso han compartido cama y sueños.

Entiendo que mis fantasmas no sean compartidos, no sería justo que a todos nos afectaran las mismas cosas, pero empiezo a no comprender la indiferencia ante los mismos.

Y es cierto, ocurre casi sin querer, mientras paseamos por la ciudad: para unos, molinos, para otros, gigantes.

Por hacer mi vida más fácil, mucho más fácil, quiero agradecer todo lo que hicieron por mí, a vencer mis miedos, a demoler molinos, a doblegar a gigantes que no eran mayores que yo. A todas la entidades y asociaciones, en el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, gracias.

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